MADRID 2 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un equipo de investigadores italianos ha descubierto 17 genes independientes relacionados con el gusto por ciertos alimentos, como alcachofas, tocino, café, achicoria, chocolate negro, queso azul, helado, hígado, aceite o mantequilla en el pan, zumo de naranja, yogur natural, vino blanco y champiñones, ninguno de ellos de la categoría de los receptores del gusto o el olfato.
Conocer los genes que están implicados en la percepción y las preferencias de sabor de los alimentos podría dar lugar a planes de nutrición personalizados eficaces no sólo en la pérdida de peso, sino para evitar enfermedades como el cáncer, la depresión y la hipertensión, según expondrán este lunes estos expertos en la conferencia anual de la Sociedad Europea de Genética Humana (ESHG, por sus siglas en inglés).
Saber por qué las personas prefieren ciertos gustos alimenticios y ser capaces de personalizar las intervenciones de salud con base a esas preferencias ayudará a las personas a envejecer de una manera más saludable y mejorar en gran medida su calidad de vida, así como generar un ahorro considerable para los sistemas de salud, explican.
Estos investigadores llevaron a cabo estudios de asociación del genoma completo (GWAS) para tratar de desentrañar la base genética de ciertas preferencias alimentarias. En la etapa de descubrimiento de este trabajo, participaron un total de 2.311 individuos italianos y posteriormente se involucró a 1.755 de otros países europeos y de Asia Central con el fin de comprobar la veracidad de los resultados.
De esta forma, los científicos detectaron esos 17 genes independientes relacionados con el gusto por ciertos alimentos y que no pertenecían a la categoría de los receptores del gusto o el olfato. "Hasta la fecha, la mayoría de los estudios se han centrado en los receptores específicos del gusto, especialmente los amargos, y esto ha tenido un éxito parcial en un intento de entender la genética detrás de la percepción de compuestos específicos como la cafeína y quinina", afirma la doctora Antonietta Robino, de la Universidad de Trieste, Italia.
"Nuestro trabajo ha ampliado estos estudios para todo el genoma, con el objetivo de aclarar qué genes específicos llevan a las diferencias individuales en la percepción del gusto y las preferencias de alimentos", subraya esta experta, también del Instituto Burlo Garofolo de Salud Materno-Infantil de Trieste. A ello, su colega el doctor Nicola Pirastu, de las mismas instituciones, añade que todavía hay mucho que hacer para entender cómo se ven afectadas las características de ciertos alimentos por la composición genética de una persona.
"Nuestros estudios serán importantes para entender la interacción entre el medio ambiente, los estilos de vida y el genoma en la determinación de los resultados de salud. Aunque ha habido un montón de trabajo sobre las enfermedades relacionadas con la alimentación, como la obesidad, rara vez se han tenido en cuenta las preferencias alimentarias. Esto es una limitación importante que nuestro trabajo pretende resolver y hasta ahora realmente sólo hemos arañado la superficie de este tema", afirma.
En un segundo estudio, los investigadores analizaron la respuesta a la sal de alrededor de 900 adultos sanos desde el noreste de Italia y la relacionaron con un variación de la secuencia de ADN que se encuentra en el gen KCNA5, conocido por estar asociado a las vías del gusto en los mamíferos. La percepción de la sal y la variación genética relacionada en los receptores del gusto son determinantes importantes de las diferencias individuales en la ingesta de sal, que es un factor de riesgo importante para el desarrollo de hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
"Las variaciones genéticas en la percepción del gusto son bien conocidas para el sabor amargo, dulce y umami, pero hasta ahora sabíamos muy poco sobre su papel en la percepción de la sal y el gusto --afirma Robino--. Identificar los receptores asociados a las diferencias individuales en la percepción de la sal podría ayudar a entender mejor cómo las diferencias quimiosensoriales pueden interactuar para influir y predecir la elección de alimentos y, por lo tanto, el comportamiento nutricional humano".
La intervención nutricional se podría mejorar en gran medida mediante la adaptación a las preferencias alimentarias de cada persona, dicen los investigadores. Las preferencias alimentarias también son mucho más fáciles de recopilar y estudiar, de forma que aunque que es casi imposible recordar que ha comido una persona en los últimos diez años, es fácil recordar preferencias alimentarias y alimentos que no gustan.
"Gracias al descubrimiento de las bases genéticas de las preferencias de sabor y de alimentos, seremos capaces de aumentar no sólo la eficacia de las intervenciones nutricionales sino también su cumplimiento", dice Pirastu. "Algo tan simple como medir el gusto por la grasa puede proporcionarnos una gran cantidad de información. Comprender la genética de estos rasgos abrirá nuevas posibilidades para el desarrollo de dietas personalizadas y de alimentos funcionales para mejorar la salud de las personas y, por lo tanto, su calidad de vida", concluye.