MADRID 9 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un estudio del ADN de más de 55.000 personas de todo el mundo ha arrojado luz sobre cómo mantenemos niveles saludables de azúcar en sangre después de haber comido, con implicaciones para nuestra comprensión de cómo el proceso va mal en la diabetes tipo 2.
Los resultados, publicados en la revista 'Nature Genetics', podrían servir de base para futuros tratamientos de la diabetes de tipo 2, que afecta a más de 460 millones en todo el mundo.
Varios factores contribuyen a aumentar el riesgo de diabetes de tipo 2, como la edad avanzada, el sobrepeso o la obesidad, la inactividad física y la predisposición genética. Si no se trata, la diabetes de tipo 2 puede acarrear complicaciones, como problemas oculares y en los pies, lesiones nerviosas y mayor riesgo de infarto de miocardio e ictus.
Un factor clave en el desarrollo de esta enfermedad es la insulina, una hormona que regula los niveles de azúcar -glucosa- en sangre. Los diabéticos de tipo 2 son incapaces de regular correctamente sus niveles de glucosa, ya sea porque no segregan suficiente insulina cuando éstos aumentan, por ejemplo después de comer, o porque sus células son menos sensibles a la insulina, fenómeno conocido como "resistencia a la insulina".
Hasta la fecha, la mayoría de los estudios sobre la resistencia a la insulina se han centrado en el estado de ayuno --es decir, varias horas después de una comida--, cuando la insulina actúa en gran medida en el hígado. Pero pasamos la mayor parte del tiempo en estado de alimentación, cuando la insulina actúa sobre los tejidos muscular y adiposo.
Se cree que los mecanismos moleculares que subyacen a la resistencia a la insulina tras una "provocación de glucosa" --una bebida azucarada o una comida, por ejemplo-- desempeñan un papel clave en el desarrollo de la diabetes de tipo 2. Sin embargo, estos mecanismos no se conocen bien. Sin embargo, estos mecanismos no se conocen bien.
El profesor Sir Stephen O'Rahilly, codirector del Instituto de Ciencias Metabólicas Wellcome-MRC de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), explica que ya se sabes que "hay algunas personas con trastornos genéticos raros específicos en las que la insulina funciona con total normalidad en ayunas, cuando actúa sobre todo en el hígado, pero muy mal después de comer, cuando actúa sobre todo en el músculo y la grasa. Lo que no ha quedado claro es si este tipo de problema se da más comúnmente en la población en general, y si es relevante para el riesgo de contraer diabetes tipo 2", añade.
Para examinar estos mecanismos, un equipo internacional de científicos utilizó datos genéticos de 28 estudios, que abarcaban a más de 55.000 participantes (ninguno de los cuales padecía diabetes tipo 2), para buscar variantes genéticas clave que influyeran en los niveles de insulina medidos dos horas después de una bebida azucarada.
El equipo identificó nuevos 10 loci -regiones del genoma- asociados con la resistencia a la insulina tras la bebida azucarada. Ocho de estas regiones compartían también un mayor riesgo de diabetes tipo 2, lo que pone de relieve su importancia.
Uno de estos loci recién identificados se localizaba en el gen que codifica el GLUT4, la proteína crítica responsable de llevar la glucosa de la sangre a las células después de comer. Este locus se asoció a una cantidad reducida de GLUT4 en el tejido muscular.
Para buscar genes adicionales que pudieran desempeñar un papel en la regulación de la glucosa, los investigadores recurrieron a líneas celulares tomadas de ratones para estudiar genes específicos dentro y alrededor de estos loci. Así se descubrieron catorce genes que desempeñaban un papel importante en el tráfico de GLUT 4 y la captación de glucosa, nueve de los cuales no se habían relacionado antes con la regulación de la insulina.
Otros experimentos demostraron que estos genes influían en la cantidad de GLUT4 que se encontraba en la superficie de las células, probablemente alterando la capacidad de la proteína para desplazarse desde el interior de la célula hasta su superficie. Cuanto menor es la cantidad de GLUT4 que llega a la superficie celular, menor es la capacidad de la célula para eliminar la glucosa de la sangre.
La doctora Alice Williamson, que realizó el trabajo mientras era estudiante de doctorado en el Instituto de Ciencias Metabólicas Wellcome-MRC, subraya que "lo apasionante de esto es que demuestra cómo podemos pasar de los estudios genéticos a gran escala a la comprensión de los mecanismos fundamentales del funcionamiento de nuestro cuerpo y, en particular, cómo, cuando estos mecanismos van mal, pueden dar lugar a enfermedades comunes como la diabetes de tipo 2".
Dado que los problemas para regular la glucemia tras una comida pueden ser un signo precoz de mayor riesgo de diabetes de tipo 2, los investigadores confían en que el descubrimiento de los mecanismos implicados pueda conducir a nuevos tratamientos en el futuro.
La profesora Claudia Langenberg, Directora del Instituto Universitario de Investigación en Atención Sanitaria de Precisión (PHURI) de la Universidad Queen Mary de Londres y Catedrática de Medicina Computacional del Instituto de Salud de Berlín (Alemania), destaca que estos hallazgos abren una nueva vía potencial para el desarrollo de tratamientos que detengan el desarrollo de la diabetes de tipo 2".
"También muestra cómo los estudios genéticos de las pruebas de provocación dinámicas pueden aportar conocimientos importantes que, de otro modo, permanecerían ocultos", concluye.