MADRID, 16 Jul. (EUROPA PRESS) -
El consumo de alcohol entre la población adulta es legal pero, al menos, autoridades y profesionales sanitarios siempre insisten en la necesidad de que se beba de forma moderada. Pero ¿cómo conseguir esa moderación cuando estás disfrutando en una terraza de una cerveza fresca o acompañando una cena de un buen vino blanco o tinto?
El principal argumento nos lo dan los diversos estudios que sugieren que beber con moderación puede tener efectos positivos para la salud del corazón o el cerebro. "Sin embargo, oír que un poco de vino tinto es bueno para el corazón puede traducirse de alguna manera en que unas copas de whisky o una caja de cerveza también pueden serlo", reconoce Donald Ford, médico de la Clínica Cleveland (Estados Unidos) que ayuda a los personas con problemas de adicción.
"Los resultados pueden ser devastadores. Además, hay otras conductas perjudiciales que se asocian al consumo de alcohol, como el consumo de tabaco u otras drogas", según explica este experto en un artículo publicado en la web de este centro.
No obstante, este experto reconoce que si se cultiva una actitud sana sobre el consumo de alcohol no sólo se evita el abuso propio sino que también se da un ejemplo positivo a amigos y familiares.
LO QUE SE CONSIDERA CONSUMO MODERADO
Para ello, lo primero de todo es tener claro qué cantidad se considera moderada, algo que depende de cada bebida y del recipiente utilizado para consumirla, ya sea copa, jarra o tubo. Así, se considera que una bebida estándar es:
- Unos 14 centilitros de vino, lo que equivale a aproximadamente la mitad de un vaso de tamaño medio o menos si es más grande.
- Unos 35 centilitros de cerveza, que equivale a una lata o una caña larga.
- Unos 4 centilitros de cualquier bebida alcohólica de 80 grados, como vodka o whisky, lo que equivaldría a un chupito.
"Salvo que haya antecedentes de un consumo abusivo de alcohol, se puede considerar razonable el consumo de entre una y dos bebidas por día en el caso de los hombres y una diaria para las mujeres", ha añadido Joseph Janesz, responsable del Centro de Rehabilitación de Alcohol y Drogas de la Clínica Cleveland.
Asimismo, se establece que un consumo de alto riesgo sería cuando se superan las cinco unidades al día en el caso de los hombres o entre tres y cuatro en el caso de las mujeres, si bien este experto reconoce que para que el consumo de alcohol sea un problema no es sólo una cuestión de cantidades, ya que también hay que tener en cuenta la frecuencia o la velocidad del consumo.
CONSEJOS PARA EVITAR QUE SE CONVIERTA EN UN PROBLEMA
A partir de estos parámetros de normalidad y abuso, ambos expertos nos ofrecen una serie de consejos para beber con moderación y evitar que ese consumo pueda acabar siendo un problema:
- Intentar evitar beber alcohol durante dos días seguidos.
- Comer antes de cada bebida o, al menos, beber mientras uno está comiendo.
- Utilizar alguna bebida no alcohólica, fundamentalmente agua, entre cada consumición, con el objetivo de "espaciar" el consumo, ya que así uno se mantiene correctamente hidratado de una forma más saludable.
- Comer algo por la mañana después de haber bebido la noche anterior para recuperar unos niveles normales de azúcar en sangre.
- Tomar suplementos vitamínicos con ácido fólico en caso de ser mujer, ya que necesitan esta vitamina y el consumo de alcohol baja los niveles.
- Indagar en el árbol genealógico para ver si abuelos, padres o hermanos han tenido algún problema con el consumo de alcohol, ya que en ese caso podría haber alguna predisposición genética que es necesario averiguar.
- No beber en solitario.
- No beber para tratar de conciliar el sueño, ya que el alcohol en realidad lo altera y puede hacer que uno esté más cansado a la mañana siguiente.
- No beber para aliviar el estrés diario, ya que así se puede ocultar alguna enfermedad o problemas relacionados con el estado de ánimo, como la ansiedad o la depresión.
- No beber si tienes pensado conducir.
CUANDO SALTA LA SEÑAL DE ALARMA
Si no cumples con estas premisas, es necesario controlar el consumo antes de que aparezca alguna señal de alarma que nos alerte de una ingesta problemática. Entre las más frecuentes e indeseadas incluyen:
- Accidentes. El abuso de alcohol aumenta la impulsividad y el cansancio, lo que aumenta el riesgo de accidentes, y no sólo de tráfico.
- Problemas de salud. Beber en exceso puede incrementar la presión arterial, favorecer la inflamación del tracto digestivo, causar problemas de peso, diabetes, enfermedades del hígado y otros trastornos.
- Problemas en el trabajo. El consumo abusivo reduce la capacidad para resolver problemas y disminuye la función ejecutiva del cerebro, al tiempo que también disminuye los niveles de resistencia y concentración.
- Problemas sociales. Hay más riesgo de tener actitudes violentas, de infidelidad, celos, inseguridad económica o falta del apetito sexual, lo que puede afectar a la relación con la pareja o familiares cercanos.
"El alcoholismo forma parte de un grupo de enfermedades en las que el que las padece niega tener una enfermedad", según Ford, que reconoce que parte de esa negación está en "creer que se puede salir en cualquier momento".