MADRID, 30 Jul. (EUROPA PRESS) -
Uno de cada tres personas mayores tienen problemas con la telemedicina, según han destacado expertos de Oliver Wyman y la compañía estadounidense Landmark Health, especializada en asistencia sanitaria a domicilio. Así, han repasado algunas de las principales lecciones aprendidas durante la pandemia, así como recomendaciones para minimizar los posibles efectos negativos de futuros brotes del virus en las personas mayores y en su asistencia sanitaria.
La pandemia de COVID-19 ha dejado más de 28.000 fallecidos en España. Del total de víctimas mortales, más del 80 por ciento son personas mayores de 70 años, según datos del Ministerio de Sanidad. Y es que la población de la tercera edad ha sido el segmento que mayor impacto ha sufrido de la crisis sanitaria en términos de morbilidad y mortalidad.
Según la experiencia de Landmark, durante los meses de la pandemia se han observado cambios importantes en la manera en la que se desarrollaba la asistencia sanitaria en las personas mayores. Por un lado, la forma de proporcionar la atención ha cambiado y el volumen de visitas ha aumentado.
Durante la última semana de febrero se realizaron casi 4.600 consultas médicas y de salud mental (el 100% fueron visitas a domicilio en persona), según datos de los centros de Landmark Health facilitados a Oliver Wyman. En comparación, durante la primera semana de abril se realizaron casi 5.300 consultas (solo el 5% de las cuales fueron visitan físicas, con un 84% por teléfono y 11% por video).
La telemedicina se ha posicionado como una buena solución durante esta crisis sanitaria, sin embargo, uno de cada tres ancianos sigue teniendo dificultades para utilizarla, debido a la incomodidad con la tecnología y a ciertas condiciones de salud (por ejemplo, problemas de audición y demencia).
AUMENTO EN LA URGENCIA DE LAS ASISTENCIAS
Inicialmente, la demanda de atención médica disminuyó, pero con el tiempo, los pacientes han requerido cada vez más los servicios médicos de Landmark Health para compensar la falta de atención pública. Entre el cierre temporal de los consultorios médicos tradicionales, las preocupaciones de los pacientes sobre el riesgo de visitar los consultorios durante este tiempo, y los desafíos tecnológicos con las videollamadas, las personas mayores se han enfrentado a unas cuantas barreras para acceder a la asistencia sanitaria.
Se ha podido observar que la proporción, en relación a la gravedad, de la atención sanitaria era diferente a la de hace unos meses: en lugar de un 60 por ciento de atención rutinaria, 20 por ciento de urgencias y 20 por ciento de post-agudos, se acercó más bien a un 20 por ciento de atención rutinaria y un 40 por ciento tanto de urgencias como de post-agudos.
Aparentemente, la gente ha esperado más tiempo para tratar las complicaciones médicas y, por miedo, rechazaban los servicios de enfermería, lo que ha dificultado las recuperaciones. Además, con los pacientes confinados y teniendo un acceso irregular a la comida, su nutrición y ejercicio/movilidad fue peor, impactando en su salud, por ejemplo en pacientes de diabetes y con problemas renales.
Sin embargo, hay otro motivo por el cual, además, las intervenciones clínicas realizadas tuvieron que ser más intensas y los procesos de recuperación más largos: la indecisión de los pacientes por participar en el sistema sanitario y el consecuente retraso en la búsqueda de atención médica, que desembocó en situaciones con estados médicos de mayor gravedad.
EL IMPACTO DEL CONFINAMIENTO Y LA DISTANCIA SOCIAL EN LA SALUD MENTAL
Se ha observado un aumento del 190 por ciento en las consultas de salud mental en comparación con los meses anteriores al COVID-19. Muchos de los problemas tratados se centran en la soledad, el aislamiento, el miedo/ansiedad y la depresión, relacionados con el confinamiento y distanciamiento social. Además, para muchas personas pertenecientes a la tercera edad, muchos amigos cercanos y conocidos han fallecido en poco tiempo.
A lo largo de la pandemia, se observó cómo aumentaron las conversaciones con los pacientes y los cuidadores sobre sus objetivos y preferencias en cuanto a la atención que recibirían si enfermaban gravemente. Sólo durante el mes de abril, se llevaron a cabo 10.000 conversaciones sobre los objetivos de atención. Estas conversaciones deben ser cuidadosamente gestionadas, ya que ayudan a tener una mejor orientación y comprensión de cómo quieren ser atendidos los pacientes.
Además, es importante controlar proactivamente a todos los miembros con condiciones crónicas. El COVID-19 ha limitado el acceso a la atención médica y creado condiciones idóneas para el empeoramiento de las enfermedades (como la alimentación poco saludable, la falta de ejercicio y/o la omisión de la atención médica), y es probable que los miembros con condiciones crónicas se enfrenten a un empeoramiento de su salud. Las llamadas telefónicas o la coordinación de las visitas al consultorio pueden no ser suficientes; y será necesario encontrar formas de enviar de una manera eficaz la atención al paciente.
Y, por último, consideran que habría que hacer de la salud mental un pilar fundamental en la asistencia sanitaria de las personas mayores. El estrés del aislamiento social ha revelado problemas de salud mental latentes y ha dejado una marca duradera en algunas personas debido a la ruptura de valiosas conexiones comunitarias. El miedo y la pena asociados a la pandemia probablemente durarán más que las medidas de confinamiento, y los chequeos de salud mental se convertirán en una parte cada vez más importante de la conexión y el cuidado de esta población en los próximos meses.