MADRID, 27 Jul. (EUROPA PRESS) -
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado, con motivo de la celebración, este viernes, del Día Mundial de la Hepatitis C, que los nuevos fármacos para tratar esta enfermedad, y que se han demostrado que cura hasta al 95 por ciento de los pacientes, siguen teniendo un precio "muy caro" en los países de altos y medios ingresos.
Y es que, aunque el acceso a estas terapias, conocidas como antivíricos de acción directa (AAD), está mejorando, el organismo de Naciones Unidas ha alertado, con datos de 2015, de que de las 71 millones de personas infectadas por este virus, sólo el 20 por ciento (14 millones) estaban diagnosticadas y únicamente se inició el tratamiento en el 7,4 por ciento de los casos detectados (1,1 millones).
No obstante, de los que comenzaron el tratamiento, aproximadamente el 50 por ciento recibieron AAD, situándose el número acumulado a lo largo de los años de casos mundiales tratados en los 5,4 millones en 2015. Asimismo, la OMS ha informado de que la mayoría de los pacientes tratados antes de dicho año recibieron tratamientos más antiguos y, principalmente, basados en el interferón.
"Aún queda mucho por hacer para asegurar que esos progresos den lugar a un mayor acceso al tratamiento en todo el mundo", ha señalado la OMS, para destacar que, al mismo tiempo, los precios de estos fármacos sí que se han reducido en países de ingresos bajos gracias a la introducción de los fármacos genéricos.
En este sentido, ha aconsejado los tratamientos basados en los AAD para todos los pacientes con hepatitis C, excepto algunos casos concretos en los que todavía se pueden utilizar los tratamientos basados en el interferón. Además, la OMS ha desaconsejado el telaprevir y boceprevir, dos AAD de primera generación que se administran junto con interferón pegilado y ribavirina, por los efectos adversos que provocan y que porque "es más raro" que curen.
Por otra parte, y al margen de los tratamiento, la OMS ha recordado que el virus de la hepatitis C causa una infección aguda asintomática que, en raras ocasiones, se asocia a una enfermedad potencialmente mortal.
De hecho, según sus estimaciones, aproximadamente entre el 15 y el 45 por ciento de los infectados elimina el virus espontáneamente en un plazo de seis meses y sin necesidad de tratamiento. Ahora bien, entre el 55 y el 85 por ciento restante desarrollará infección crónica, situándose en estos casos el riesgo de cirrosis hepática a los 20 años entre el 15 y el 30 por ciento.
En el mundo se produjeron 1,75 millones de nuevas infecciones por el virus de la hepatitis C en 2015, si bien las regiones de la OMS más afectadas son las del Mediterráneo Oriental y Europa, con una prevalencia del 2,3 por ciento y 1,5 por ciento respectivamente, si bien la prevalencia de la infección por este virus en otras regiones oscila entre el 0,5 por ciento y el 1 por ciento.
VÍAS DE TRANSMISIÓN DEL VIRUS DE LA HEPATITIS C
Generalmente, el virus se transmite al consumir drogas inyectables y compartir el material de inyección; en entornos sanitarios, debido a la reutilización o la esterilización inadecuada de equipo médico, especialmente jeringas y agujas; a través de transfusiones de sangre y productos sanguíneos sin analizar. Además, también se puede transmitir por vía sexual y pasar de la madre infectada a su hijo, aunque estas formas de transmisión son "menos frecuentes".
El período de incubación de la hepatitis C puede variar de dos semanas a seis meses, pero tras la infección inicial, aproximadamente un 80 por ciento de los casos no presentan síntomas. Aquellos con sintomatología aguda pueden presentar fiebre, cansancio, inapetencia, náuseas, vómitos, dolor abdominal, orinas oscuras, heces claras, dolores articulares e ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos).
Respecto al diagnóstico, y dado que la infección aguda por el virus es generalmente asintomática, pocos son los casos diagnosticados en la fase aguda. Además, según ha informado la OMS, a menudo, la infección crónica por el virus de la hepatitis C también queda sin diagnosticar porque se mantiene asintomática hasta décadas después, cuando aparecen síntomas secundarios al daño hepático grave.
Concretamente, la infección con el virus se diagnostica en dos etapas: la detección de anticuerpos anti-VHC con una prueba serológica revela la infección; y si los anticuerpos anti-VHC son positivos, para confirmar la infección crónica se necesita una prueba que detecte el ácido ribonucleico (RNA) del virus, ya que, según ha recordado el organismo, entre el 15 y el 45 por ciento eliminan espontáneamente la infección mediante una respuesta inmunitaria fuerte, sin necesidad de tratamiento.
"Una vez diagnosticada una hepatitis C crónica se deberá evaluar el grado de daño hepático (fibrosis o cirrosis). Esto puede hacerse por biopsia hepática o por diversas pruebas no invasivas. Además, se debería realizar una prueba de laboratorio para identificar el genotipo del virus. Hay seis genotipos del virus de la hepatitis C, y su respuesta al tratamiento es diferente y, además, una misma persona puede estar infectada por más de un genotipo", ha argumentado la OMS.
MEDIDAS PARA PREVENIR LA INFECCIÓN
En cuanto a la prevención, y como no hay vacunas para prevenir la infección, la OMS ha destacado la importancia de la higiene de las manos, incluida la preparación de las manos para la cirugía, el lavado de las manos y el uso de guantes; uso seguro y apropiado de las inyecciones en la atención sanitaria; manipulación y eliminación segura de objetos afilados y desechos; prestación de servicios integrales de reducción de daños a los consumidores de drogas inyectables, por ejemplo proporcionando material de inyección estéril; análisis de la sangre donada para detectar las hepatitis B y C (así como el VIH y la sífilis); capacitación del personal sanitario; y promoción del uso correcto y sistemático de preservativos.
Asimismo, para las personas infectadas por el virus de la hepatitis C ha aconsejado información y asesoramiento sobre opciones de atención y tratamiento; vacunación contra las hepatitis A y B para prevenir la coinfección por esos virus y proteger el hígado; tratamiento médico temprano y adecuado, incluida, si procede, la terapia antivírica; y
seguimiento periódico para el diagnóstico precoz de la enfermedad hepática crónica.
Finalmente, ha recordado que el objetivo final es eliminar las hepatitis víricas como problema de salud pública, y que las metas consisten en reducir los casos incidentes en un 90 por ciento y la mortalidad en un 65 por ciento de aquí a 2030.
"Con el fin de ayudar a los países a lograr los objetivos mundiales relativos a las hepatitis víricas en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, estamos trabajando en la concienciación, promoción de alianzas y movilización de recursos; formulación de políticas basadas en pruebas científicas y datos para la acción; prevención de la transmisión, y ampliación de los servicios de detección, atención y tratamiento", ha zanjado.