MADRID, 19 Dic. (EUROPA PRESS) -
Los resultados de un ensayo clínico de fase II indican que la psilocibina, una sustancia química alucinógena que se encuentra en ciertas setas del género Psiloybe, puede beneficiar a las personas con cáncer y depresión grave. Los participantes en el ensayo tratados con psilocibina no sólo experimentaron una disminución de los síntomas depresivos, sino que también hablaron muy bien de la terapia cuando fueron entrevistados al final del ensayo, según publican los autores en línea en 'CANCER', la revista de la Sociedad Americana del Cáncer.
Al unirse a un subtipo específico de receptor de serotonina en el cerebro, la psilocibina puede provocar alteraciones en el estado de ánimo, la cognición y la percepción. En la actualidad, la psilocibina está clasificada como droga de la Lista I (sin uso médico aceptado y con un alto potencial de abuso) y no está aprobada por la FDA para su uso clínico. Sin embargo, múltiples ensayos controlados aleatorios han demostrado la seguridad y eficacia potencial de la terapia asistida con psilocibina --que combina psilocibina con apoyo psicológico de terapeutas entrenados-- para tratar el trastorno depresivo mayor.
Además, se está investigando el uso de la terapia asistida con psilocibina para otras enfermedades mentales, como la ansiedad, la adicción y el trastorno de estrés postraumático.
En este último ensayo abierto de fase II con adultos con cáncer y depresión grave, 30 participantes de Sunstone Therapies en Rockville, Estados Unidos, recibieron una dosis única de 25 mg de psilocibina sintetizada, además de una sesión individual con un terapeuta y apoyo terapéutico en grupo.
"Este estudio se diferenció por su enfoque de grupo. Cohortes de 3-4 pacientes fueron tratados simultáneamente con 25 mg de psilocibina en habitaciones adyacentes abiertas al mismo tiempo, en una proporción 1:1 terapeuta:paciente. Las cohortes tuvieron una preparación para la terapia, así como sesiones de integración tras la sesión de psilocibina como grupo", explica el autor principal, Manish Agrawal, de Sunstone Therapies.
Los participantes tenían una depresión de moderada a grave al inicio del estudio. Tras ocho semanas de tratamiento, el doctor Agrawal y sus colegas observaron que las puntuaciones de gravedad de la depresión de los pacientes descendieron una media de 19,1 puntos, una magnitud que indicaría que la mayoría ya no sufría depresión.
Además, el 80% de los participantes experimentó una respuesta sostenida al tratamiento, y el 50% mostró una remisión completa de los síntomas depresivos al cabo de una semana, que se mantuvo durante ocho semanas. Los efectos secundarios relacionados con el tratamiento, como las náuseas y el dolor de cabeza, fueron en general leves.
"Como oncólogo durante muchos años, experimenté la frustración de no poder ofrecer una atención oncológica que tratara a la persona en su totalidad, no sólo el tumor --señala Agrawal--. Este fue un estudio pequeño y abierto y es necesario investigar más, pero el potencial es significativo y podría tener implicaciones para ayudar a millones de pacientes con cáncer que también luchan contra el grave impacto psicológico de la enfermedad".
Agrawal también es autor principal de un segundo estudio dirigido por Yvan Beaussant, del Instituto Oncológico Dana-Farber, que recogió las opiniones de los pacientes del ensayo durante las entrevistas de salida. Los participantes describieron experiencias en general positivas. En cuanto a la seguridad, señalaron que formar parte del grupo calmaba sus miedos y aumentaba su sensación de preparación para participar en la terapia.
Por lo que se refiere a la eficacia terapéutica, consideraron que estar conectados al grupo profundizó y enriqueció su experiencia, contribuyendo en última instancia a su experiencia de autotrascendencia y compasión mutua. Asimismo, se observó que el uso de sesiones individuales y de grupo apoyaba la terapia de diferentes maneras. Por ejemplo, la aplicación de sesiones individuales y de grupo permitió que la terapia siguiera siendo un proceso introspectivo íntimo al tiempo que le añadía una sensación de "unión".
"Como médico hematólogo y de cuidados paliativos e investigador, fue profundamente conmovedor y alentador presenciar la magnitud de la mejora de los participantes y la profundidad de su viaje de curación tras su participación en el ensayo. Los participantes expresaron de forma abrumadora sentimientos positivos sobre su experiencia con la terapia asistida con psilocibina, a la vez que enfatizaron la importancia del entorno estructurado y de apoyo en el que tuvo lugar --subraya el doctor Beaussant--. Muchos describieron un impacto transformador continuo en sus vidas y bienestar más de dos meses después de haber recibido psilocibina, sintiéndose mejor equipados para afrontar el cáncer y, para algunos, el final de la vida".
Antes de implementar esta intervención en la práctica clínica, los estudios adicionales deben incluir un mayor número de pacientes, junto con un brazo de control para comparar sus efectos con otros tratamientos o placebo, concluyen los autores.