MADRID, 26 Oct. (EUROPA PRESS) -
Un equipo internacional de investigadores dirigido por la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, ha descubierto que los antibióticos beta-lactámicos matan al SARM ('S. aureus' resistente a la meticilina) creando agujeros en la pared celular que se agrandan a medida que la célula crece, matando finalmente a la bacteria.
El crecimiento de estos agujeros provoca el fallo de la pared celular y la muerte de la bacteria, algo que los científicos planean ahora aprovechar para crear nuevas terapias contra las superbacterias resistentes a los antibióticos.
Hasta ahora se sabía que los antibióticos beta-lactámicos actúan impidiendo el crecimiento de la pared celular, pero la forma exacta en que los matan era un misterio hasta ahora.
El profesor Simon Foster, de la Escuela de Biociencias de la Universidad de Sheffield, explica que "la penicilina y otros antibióticos de su clase han sido un elemento central de la asistencia sanitaria humana durante más de 80 años y han salvado más de 200 millones de vidas. Sin embargo, su uso está gravemente amenazado por la propagación mundial de la resistencia a los antimicrobianos", recuerda.
"Centrándonos en la superbacteria MRSA, nuestra investigación reveló que los antibióticos provocan la formación de pequeños agujeros que abarcan la pared celular y que se agrandan gradualmente como parte de los procesos asociados al crecimiento, lo que acaba matando a la bacteria. También hemos identificado algunas de las enzimas que intervienen en la formación de los agujeros", anuncia.
En este sentido, subraya que esto hallazgos "llegan al corazón de la comprensión de cómo funcionan los antibióticos existentes y nos dan nuevas vías para el desarrollo de nuevos tratamientos frente a la pandemia mundial de la resistencia antimicrobiana".
Gracias a estos conocimientos y a la comprensión de cómo se controlan las enzimas, los científicos también demostraron la eficacia de una novedosa terapia combinada contra el 'S. aureus'.
El equipo trabajó con un modelo sencillo de cómo se expande la pared celular bacteriana durante el crecimiento y la división y estableció una hipótesis de lo que ocurre cuando esto es inhibido por antibióticos como la penicilina. Las predicciones de este modelo se probaron mediante una combinación de enfoques moleculares, incluida la microscopía de fuerza atómica de alta resolución.
El proyecto fue dirigido por la Universidad de Sheffield como un esfuerzo internacional e interdisciplinario, en el que participaron grupos de la Universidad de Xiamen (China), la Universidad de Masaryk (República Checa) y la Universidad de McMaster (Canadá).
En 1930, el primer uso documentado de la penicilina como terapia fue llevado a cabo en Sheffield por Cecil George Paine, miembro del Departamento de Patología de la Universidad. Trató una infección ocular en dos bebés con un filtrado crudo de un moho productor de penicilina suministrado por su profesor, Alexander Fleming, mientras estudiaba en la Facultad de Medicina del Hospital St Mary de Londres.