MADRID, 5 Oct. (INFOSALUS) -
El perfil más común entre los pacientes con acné en la edad adulta es el de una mujer de alrededor de 25 años, aunque las cifras varían según los países y la etnia, entre un 15% y un 20% de las mujeres padecen este tipo de afección inflamatoria de la piel que aparece hacia la mitad de la segunda década de la vida.
Según explica a Infosalus el doctor José Luis Estebaranz, dermatólogo y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, el acné adulto es un trastorno inflamatorio de la piel de intensidad moderada que afecta sobre todo a la zona U del rostro que incluye los ángulos mandibulares, cuello y la zona peribucal.
Las lesiones son de tipo inflamatorio y no suelen aparecer comedones, los típicos granos sebáceos originados por la obstrucción del folículo. Además, se diferencia del acné juvenil en que éste afecta en mayor medida a la zona T del rostro, sobre todo frente, nariz y mentón. Una subvariante poco frecuente y más grave del acné adulto afecta a la zona de la barbilla y cuello y se caracteriza por la aparición de lesiones nodulares y quistes.
“El acné del adulto suele ser un acné más resistente y que requiere de un tratamiento más intenso además es importante descartar cualquier tipo de alteración hormonal que suponga la existencia de signos de androgenización, como el síndrome de ovarios poliquísticos que también puede ocasionar la aparición de vello facial, cambios en la voz y alopecia”, apunta el dermatólogo, presidente de la sección centro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
El 80% de las mujeres que presentan acné del adulto padecen la forma de acné persistente que aparece en la infancia y la adolescencia y persiste en la edad adulta. Sin embargo el 20% restante nunca antes habían tenido acné y el trastorno de la piel en ellas suele aparecer a partir de los 25 años, es lo que se conoce como acné del adulto de novo.
Los factores que favorecen la aparición del acné en la edad adulta son el estrés, el tabaco, los hábitos de vida y los cambios hormonales. También se han estudiado aspectos dietéticos como el consumo de ciertos derivados lácteos desnatados o la dieta alta en glúcidos e hidratos aunque los resultados obtenidos no son concluyentes.
Una enfermedad inflamatoria y no infecciosa
El acné suele alterar en gran medida la calidad de vida debido a la aparición de lesiones inflamatorias, nódulos y quistes que interfieren en las actividades diarias. López-Estebaranz también incide en que las mujeres entre los 25 y los 35 años suelen consultar además de por el acné por cómo cuidar su piel y frenar los signos incipientes de envejecimiento.
“Desde Atención Primaria los médicos de familia manejan una combinación de fármacos de uso tópico para su tratamiento y, además de tener en cuenta los criterios de derivación a los dermatólogos, ante cualquier sospecha de alteración hormonal se recomienda realizar las pruebas complementarias adecuadas”, señala López-Estebaranz, ponente en las II Jornadas en Dermatología para Médicos de Atención Primaria de la Sociedad de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
El dermatólogo recuerda que el acné no es una enfermedad infecciosa sino inflamatoria y que no se deben emplear antibióticos tópicos para su tratamiento dado que aumentan las resistencias bacterianas y pueden dar lugar a resistencias cruzadas con otros antibióticos aplicados para otras patologías. Una de las complicaciones derivadas del uso de antibióticos tópicos es la foliculitis por bacterias como las pseudomonas
“La resistencia a los antibióticos es un problema de salud mundial y en Dermatología el uso de antibióticos tópicos y sistémicos es aun muy elevado y debemos restringuirlo a periodos cortos y junto con antibacterioanos tipo el peróxido de benzoilo”, aclara López-Estebaranz.
Tratamientos con luz
El tratamiento convencional incluye una combinación de fármacos tópicos integrada por retinoides, ácido azelaico y peróxido de benzoilo y si el acné adulto se debe a alteraciones hormonales se emplean antiandrógenos.
Otras terapias no convencionales incluyen el uso de la luz o su combinación con cremas específicas. Así, se puede utilizar LED con luz azul y roja de entre 400-600 nanómetros que tiene efectos antiinflamatorios sobre la piel. La terapia fotodinámica en la que se utiliza una sustancia fotosensibilizante sobre las zonas con lesiones que se activa mediante luz roja de 600 nanómetros ayuda a disminuir el sebo y la inflamación consiguiendose mejorías clínicas tras 2 o 3 sesiones.
Aunque la luz se utiliza en el tratamiento del acne el doctor López-Estebaranz recuerda que aunque en algunas personas la exposición al sol durante el verano puede disminuir las lesiones también se dan casos del conocido como acné Mallorca en el que la exposición a los rayos ultravioleta y la humedad propician la aparición de la enfermedad.
Las medidas generales de higiene incluyen evitar los productos grasos con lípidos con capacidad obstructora, lavados desengrasantes pero que eviten la pérdida del manto protector de la piel o usar cosméticos y filtros solares adaptados al tipo de piel.
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