MADRID, 14 Dic. (EUROPA PRESS) -
Científicos del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA) han detectado que los virus que infectan exclusivamente a bacterias, también llamados 'bacteriófagos', contienen una gran variedad de genes de resistencia a antibióticos, en especial los de ambientes de agua dulce y marina.
El estudio, publicado en la revista 'Environmental Pollution', constituye un paso adelante para conocer con más detalle las vías implicadas en la diseminación de los genes de resistencia en el ambiente y poder así diseñar estrategias más eficaces con las que hacer frente al problema de la resistencia a los antibióticos.
Este problema de salud pública causa alrededor de 700.000 muertes al año en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el principal problema radica en que las bacterias intercambian sus genes con promiscuidad, lo que facilita la dispersión de las resistencias entre sus congéneres.
Hasta hace poco, estos intercambios genéticos se habían estudiado casi exclusivamente en los plásmidos (unos pequeños cromosomas que muchas bacterias se intercambian mediante un proceso llamado conjugación), aunque existen otros agentes que también participan en este festín génico: los virus.
La presencia de virus con genes de resistencia en el medio ambiente constituye una preocupación añadida debido a las implicaciones clínicas y medioambientales que de ella se derivan. Entre éstas cabe destacar que los virus son las entidades biológicas más abundantes y diversas en nuestro planeta, lo que facilita la infección y posterior transferencia de genes de resistencia a las bacterias del ambiente.
En su trabajo buscaban determinar si los virus 'bacteriófagos' contienen genes de resistencia a los antibióticos y, por tanto, si también contribuyen a su diseminación. De este modo, estudiaron los viromas (los genes de todos los virus en un determinado ambiente) de heces humanas y animales, así como de aguas residuales, superficiales y marinas.
Del estudio de estas muestras se deduce que los bacteriófagos, especialmente los de ambientes de agua dulce y marinos, contienen una gran variedad de genes de resistencia a antibióticos. Esto implica una mayor dispersión en el ambiente y, en caso de ser transferidos a bacterias patógenas, un incremento de las resistencias frente al arsenal de antibióticos disponible.
La infección por un patógeno resistente implica más días de hospitalización y la necesidad de utilizar antibióticos no convencionales lo que aumenta considerablemente el gasto sanitario, según los autores.