MADRID, 20 May. (EUROPA PRESS) -
Tres estudios, que se han publicado en 'Science Immunology', y dirigidos por investigadores del Hospital Brigham and Women's, la Escuela de Medicina de Harvard, el Hospital General de Massachusetts y el Instituto Ragon de MGH, MIT y Harvard (Estados Unidos), han analizado cuánto dura la inmunidad contra el COVID-19 y la naturaleza del recuerdo inmunitario después de la infección, la vacunación o ambas.
En el primer estudio, correspondiente al Hospital Brigham and Women's, los investigadores han analizado la inmunidad después de la infección con la cepa original del SARS-CoV-2, identificada por primera vez en Wuhan, China. El equipo ha evaluado 73 anticuerpos producidos en respuesta a la infección con la cepa ancestral para determinar cuáles, si los hubo, fueron efectivos contra cinco variantes: alfa, beta, gamma, delta y ómicron.
El equipo ha descubierto que ciertos anticuerpos generados a partir de la infección con la cepa original podrían neutralizar las variantes preocupantes, resultados que confirman por qué las vacunas formuladas contra la cepa original aún pueden brindar protección contra las variantes.
Para ello, han empleado técnicas de imagen y así han podido rastrear la estructura cambiante del virus mutante se relaciona con el sistema inmunológico. Identificaron los sitios propensos a la mutación de la proteína de pico viral que el patógeno usa para invadir las células humanas y visualizar cómo estos sitios interactúan con los sitios en los anticuerpos que neutralizan el virus y evitan que ingrese a las células.
Por su parte, el segundo estudio, ha permitido observar el recuerdo inmunitario, el proceso de invocar a las células de memoria para que actúen para combatir las invasiones repetidas con el mismo patógeno. El equipo ha estudiado la respuesta del sistema inmunológico después de la infección, la vacunación y el refuerzo mediante el estudio de muestras de sangre de personas con diferentes trayectorias médicas: aquellos que se habían recuperado de la infección por SARS-CoV-2 pero no fueron vacunados, aquellos que se recuperaron de la infección y luego fueron vacunados contra COVID-19, o aquellos que nunca estuvieron infectados pero habían sido vacunados y reforzados.
El equipo ha encontrado evidencia de que las personas que habían sido infectadas y vacunadas, así como las personas que habían sido vacunadas y reforzadas, podían generar una respuesta fuerte y amplia en todas las variantes, incluido ómicron. Además, los investigadores encontraron evidencia que sugiere que el recuerdo de una infección previa con coronavirus del resfriado común, virus leves que circularon antes del SARS-CoV-2, podría ser responsable de la respuesta inmune sólida y sostenida en un pequeño subconjunto de personas no vacunadas que se recuperan de COVID-19. Estas personas, conocidas como "sustentadores ", experimentan una resolución rápida de los síntomas de COVID-19 y tienen una respuesta de anticuerpos prolongada y sostenida.
"Estamos muy entusiasmados con esta idea de que algunas personas mantienen sus anticuerpos y tienen células B de memoria que pueden reaccionar a través de variantes; plantea algunas posibilidades interesantes cuando pensamos en una vacuna pan-coronavirus", ha comentado el investigador del Hospital Brigham, Duane Wesemann.
EL PAPEL DE LAS CÉLULAS
En un tercer estudio, dirigido Andrew Luster y James Moon, ambos del Centro de Inmunología y Enfermedades Inflamatorias y la División de Reumatología, Alergia e Inmunología de MGH, los investigadores han buscado comprender mejor el papel de algunas células que intervienen en la inmunidad del virus. Esto ha podido hacerse al analizar muestras de sangre de pacientes que se habían recuperado de la infección durante la primera ola de la pandemia en Boston.
Los científicos, en este punto, encontraron que ciertas células CD4 eran más comunes en personas que tenían una enfermedad más leve y no requirieron hospitalización. Esta respuesta celular, según el estudio, pareció persistir durante varios meses, lo que podría dar al sistema inmunitario una ventaja para la exposición posterior al SARS-CoV-2, incluidas las variantes.
Además, se descubrió que las células auxiliares foliculares T específicas para el SARS-CoV-2 eran más comunes en el mismo grupo de "sustentadores" de anticuerpos observados en el estudio de Wesemann, lo que sugiere un vínculo entre estas células T y respuestas de anticuerpos más prolongadas.
"Nuestro estudio demuestra que la calidad de la respuesta de las células CD4 al SARS-CoV-2 fue mejor en pacientes con infecciones menos graves, y que esto se reflejó en la presencia de anticuerpos sostenidos. Esto respalda la teoría inmunológica general de que los anticuerpos óptimos las respuestas requieren una ayuda robusta de células CD4 y que las vacunas deben diseñarse para maximizar también las respuestas de este componente del sistema inmunitario adaptativo", ha sentenciado Luster.