MADRID, 25 Feb. (EDIZIONES) -
En 'Un final made in Hollywood' Woody Allen dirigía y protagonizaba la historia de un oscarizado director de la meca del cine que, en el ocaso de su carrera, perdía de forma repentina la visión justo antes de comenzar a rodar un filme producido por el hombre por el que su mujer le había abandonado. Es la historia de una histeria clínica que, como camaleón psiquiátrico, puede tomar tantas formas distintas como personas la padecen.
Ha sido Sigmund Freud el psiquiatra que más ha estudiado la histeria y su terapia a través del psicoanálisis. El austriaco la entendió en el siglo XIX como una represión sexual por un conflicto intrapsíquico ocurrido en la infancia que se mete en el desván del inconsciente.
Según explica a Infosalus el doctor Leonardo Casais, psiquiatra, profesor y director del área de Psiquiatría de la Universidad de Cádiz, la histeria ya era diagnosticada por los antiguos egipcios y griegos como un trastorno ligado a una sexualidad alterada que Freud siglos después identificó en la época victoriana con una represión sexual del individuo que tuvo su máximo exponente en el complejo edípico. Ya en el siglo XX cualquier manifestación exaltada era adjetivada como histérica y el término de tan 'manoseado' perdió su significado médico.
Estas histerias decimonónicas en la actualidad se recogen en la guía psiquiátrica estadounidense de referencia internacional, el DSM-5, como trastornos de conversión: una transformación del inconsciente en síntomas clínicos neurológicos funcionales (síntomas somáticos) categorizada en muy diversas manifestaciones.
Son trastornos de conversión que se manifiestan de forma tan clara en síntomas físicos funcionales que, tras una entrevista clínica y una exploración superficial, pueden llevar a que un médico realice un diagnóstico clínico sin pedir pruebas diagnósticas de imagen posteriores.
Sin embargo, si estas imágenes neurológicas se llegan a realizar, por ejemplo para determinar el alcance de una lesión, los médicos observan con incredulidad que no existe ningún daño físico que explique la ocurrencia de los síntomas que muestra el paciente.
CUANDO EL INCONSCIENTE RECLAMA SU PODER
Así, la antes llamada histeria y apelada como trastorno de conversión por la psiquiatría moderna, se puede manifestar a través de la parálisis de un miembro, movimientos anómalos o crisis convulsivas aparatosas que parecen la sintomatología de una epilepsia, trastornos del habla y la deglución e incluso la pérdida de la sensibilidad de un brazo o pierna, que suele verse acompañada en estos pacientes de una indiferencia hacia el síntoma, un indicio claro para el diagnóstico diferencial, denominado por los psiquiatras en francés 'belle indiference' ('bella indiferencia').
"Se trata de un trastorno psiquiátrico, con una clínica clara, del que se desconoce cómo pasa del inconsciente al consciente: parálisis de piernas, pérdida de voz, epilepsia con convulsiones. Esto no es algo tan lejano, se producen aún escenas de histeria en los entierros de las distintas etnias o ritos religiosos como el vudú y sus trances histéricos", aclara Casais.
El psiquiatra afirma que son personas que no están simulado nada pero que ganan atención o algún beneficio debido a su trastorno, lo que a su vez refuerza el problema. El diagnóstico es difícil ya que muchas de estas personas no llegan a la consulta de psiquiatría; si lo hacen, en la mayoría de los casos se debe a una depresión concomitante y mejoran con la toma de antidepresivos.
TRAUMAS SEXUALES EN LA INFANCIA
Los trastornos de conversión se asocian con ansiedad y depresión y son dos veces más frecuentes en el género femenino. La prevalencia es de unos 2 a 5 casos cada 100.000 habitantes por año. Los datos son estables y apuntan a que hasta un 5% de los pacientes neurológicos pueden sufrir un trastorno de conversión.
La teoría psicoanalítica sugiere que sucede algo en la infancia que no se recuerda como abusos sexuales por uno de los progenitores o un familiar y cuyos efectos sobre la psique se manifiestan a través de las crisis histéricas.
"Hay quien llega a inventarse su infancia con falsos recuerdos de abusos y que, a pesar de que no han ocurrido, producen crisis histéricas. En otras ocasiones, cuando los abusos han sido reales puede que la persona desarrolle síntomas solo cuando se va a producir una reunión familiar que la lleve a relacionarse con quien abusó de ella y que le impida acudir al encuentro", explica el doctor Casais.
Existe además un fenómeno de mimetismo que traduce la cultura médica imperante entre la población en la manifestación de los síntomas sean estos neurológicos o físicos. "En la primera guerra mundial muchos jóvenes soldados quedaban paralizados y ciegos en combate incluso sufrían crisis convulsivas. En el segundo conflicto bélico internacional se producían más trastornos somatoviscerales y los problemas gástricos eran los protagonistas entre los combatientes ingleses cuando los integrantes de las tropas indias que luchaban a su lado seguían expresando la histeria convulsionando", comenta el psiquiatra.
LA SUGESTIÓN COMO HERRAMIENTA
El paciente histérico es un paciente difícil que no sintoniza con el clínico, son histriónicos, manipuladores y los terapeutas suelen 'cansarse' de ellos. Muchos traumas no llegan nunca a desentrañarse. La evolución suele ser buena si es un trastorno breve, de una duración menor a los seis meses, más de este tiempo suele seguirse de un mal pronóstico.
El tratamiento comienza por concienciar al paciente y a la familia de que no existe ninguna lesión cerebral pero no se puede hablar de histeria porque no se entiende que síntomas tan claros tengan un origen psiquiátrico. Los fármacos para la ansiedad y la depresión así como la psicoterapia ayudan pero en la mayoría de los casos el problema tiende a perpetuarse porque existen una ganancia para el individuo no siempre evidente.
"Con el tiempo de terapia quizá el paciente tome conciencia de que se trata de una enfermedad psíquica y no somática. Los pacientes histéricos son los más sugestionables, la histeria va y viene con la sugestión y constituye la clave para el diagnóstico diferencial", concluye el doctor Casais.