MADRID 16 Abr. (EUROPA PRESS) -
Un tipo de célula inmunitaria que antes se pasaba por alto permite que el SARS-CoV-2 prolifere, según han descubierto los científicos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos). Es decir, que el tipo de célula pulmonar que es más susceptible a la infección por el SARS-CoV-2, el virus que causa el COVID-19, no es el que anteriormente se suponía que era más vulnerable. Es más, el virus entra en esta célula susceptible por una ruta inesperada. El descubrimiento tiene implicaciones importantes para prevenir la COVID-19 grave.
Los investigadores de Stanford Medicine han implicado a un tipo de célula inmunitaria conocida como macrófago intersticial en la transición crítica de un caso de COVID-19 meramente molesto a uno potencialmente mortal. Los macrófagos intersticiales están situados en lo profundo de los pulmones y normalmente protegen ese precioso órgano, entre otras cosas, ingiriendo virus, bacterias, hongos y partículas de polvo que descienden por nuestras vías respiratorias. Pero son estas mismas células, según han demostrado los investigadores en un estudio que se publicará en línea el 10 de abril en 'Journal of Experimental Medicine', las que de todos los tipos conocidos de células que componen el tejido pulmonar son las más susceptibles a la infección por SARS-CoV-2.
Los macrófagos intersticiales infectados con SARS-CoV-2, según han aprendido los científicos, se transforman en productores de virus y emiten señales químicas inflamatorias y que inducen tejido cicatricial, lo que potencialmente allana el camino a la neumonía y daña los pulmones hasta el punto en que el virus, junto con esas potentes sustancias secretadas, pueden salir de los pulmones y causar estragos en todo el cuerpo.
Los sorprendentes hallazgos apuntan a nuevos enfoques para evitar que una infección por SARS-CoV-2 se convierta en una enfermedad potencialmente mortal. De hecho, pueden explicar por qué los anticuerpos monoclonales destinados a combatir la COVID grave no funcionaron bien, en todo caso, y cuando funcionaron, fue sólo cuando se administraron en las primeras etapas del curso de la infección, cuando el virus estaba infectando células en las vías respiratorias superiores que conducen a los pulmones, pero aún no se había instalado en el tejido pulmonar.
"Hemos revocado una serie de suposiciones falsas sobre cómo el virus realmente se replica en el pulmón humano", apunta Catherine Blish profesora de enfermedades infecciosas y de microbiología e inmunología en la Facultad de Medicina de Stanford.
Los dos tipos de macrófagos asociados a los pulmones susceptibles al SARS-CoV-2 están ubicados en dos lugares diferentes. Los llamados macrófagos alveolares se encuentran en los espacios aéreos dentro de los alvéolos. Una vez infectadas, estas células arden, produciendo y goteando algo de progenie viral a un ritmo casual, pero manteniendo más o menos la rigidez y manteniendo su función normal. Este comportamiento puede permitirles alimentar la progresión del SARS-CoV-2 incubando y generando un suministro constante de nuevas partículas virales que escapan sigilosamente y penetran la capa de células que encierra los alvéolos.
Los macrófagos intersticiales, el otro tipo de células que se infecta fácil y profundamente por el SARS-CoV-2, patrullan el lado opuesto de los alvéolos, donde la goma del oxígeno se encuentra con la ruta de los glóbulos rojos. Si una partícula viral invasora u otro microbio logra evadir la vigilancia de los macrófagos alveolares, infectar y atravesar la capa de células que encierran los alvéolos, poniendo en peligro no sólo los pulmones sino también el resto del cuerpo, los macrófagos intersticiales están listos para saltar y proteger el vecindario.
Al menos, normalmente. Pero cuando un macrófago intersticial se encuentra con el SARS-CoV-2, la historia es diferente. En lugar de ser devorado por la célula inmunitaria omnívora, el virus la infecta. Pero eso no es todo. A diferencia de los macrófagos alveolares, los macrófagos intersticiales infectados bombean sustancias que indican a otras células inmunitarias de otras partes del cuerpo que se dirijan a los pulmones. A medida que los pulmones se llenan de células y del líquido que las acompaña, el intercambio de oxígeno se vuelve imposible. La barrera que mantiene la integridad alveolar se daña progresivamente. La fuga de fluidos infectados de los alvéolos dañados impulsa la progenie viral hacia el torrente sanguíneo, propagando la infección y la inflamación a órganos distantes.
Para agravar este hallazgo inesperado está el descubrimiento de que el SARS-CoV-2 utiliza una ruta diferente para infectar los macrófagos intersticiales que la que utiliza para infectar los otros tipos. A diferencia de las células alveolares tipo 2 y los macrófagos alveolares, a los que el virus accede al adherirse a ACE2 en sus superficies, el SARS-CoV-2 se rompe en macrófagos intersticiales utilizando un receptor diferente que muestran estas células. En el estudio, bloquear la unión del SARS-CoV-2 a ACE2 protegió a las primeras células, pero no logró mermar la susceptibilidad de las últimas a la infección por SARS-CoV-2.
"El SARS-CoV2 no estaba usando ACE2 para ingresar a los macrófagos intersticiales", comentan los investigadores. "Entra a través de otro receptor llamado CD209". Eso parecería explicar por qué los anticuerpos monoclonales desarrollados específicamente para bloquear la interacción SARS-CoV-2/ACE2 no lograron mitigar ni prevenir los casos graves de COVID-19. De esta forma, el estudio finaliza con la necesidad de encontrar un conjunto completamente nuevo de medicamentos que puedan impedir la unión del SARS-CoV-2/CD209.