MADRID, 8 Oct. (EDIZIONES) -
Por extraño que parezca, un orgasmo y un menú del día tienen mucho más en común de lo que parece. Nuestro ADN no nos fabrica conscientes de nuestro fin sino que emplea extraños sobornos para guiarnos. Además, hay especies que son monógamas y otras promiscuas y con herramientas genéticas se les puede convertir en lo contrario. De hecho, hay estudios científicos que sostienen que la infidelidad o la monogamia tienen una base genética.
En una entrevista con Infosalus, el doctor en Genética y Biología Celular, Miguel Pita, con motivo de la publicación de 'El ADN dictador, lo que la genética decide por ti' (Ariel), sostiene que un orgasmo y un menú del día tienen más en común de lo que la gente piensa.
"A través del placer sexual nuestro ADN nos soborna para que no nos olvidemos de pasar la copia, de hacerlo inmortal. Esta satisfacción sexual que para ti es simplemente una sensación indefinida pero placentera, para tu ADN es algo más, es que va a seguir con vida", explica.
Así, señala que nuestro ADN nos fabrica como individuos que buscan sobrevivir y reproducirse. "Entonces el ADN sintetiza los genes que se traducen en rutas que nos hacen buscar ciertos placeres para que no se nos olvide que tenemos que sobrevivir. Nos lleva a comer porque nos da placer, así garantiza la supervivencia. También, buscamos el sexo, porque nos premia con placer y en el fondo nos garantiza que vayamos a pasar a la siguiente generación. Nos soborna con placeres para que no se nos olvide de que hay que reproducirse y pasar la copia", añade.
Aunque el sexo no siempre lo utilicemos para reproducirnos, el experto señala que en la "forma lúdica y anticonceptiva" del mismo los humanos engañan "mucho" al ADN. "Pero en realidad es el ADN el que más nos engaña a nosotros consiguiendo que nos apetezca tanto y que nuestras vidas giren alrededor de ello", advierte Pita.
De hecho, sostiene que la vida ha conducido a que los padres protejan a los hijos porque nuestro ADN no quiere extinguirse. "Y eso quiere decir que cuidar a los hijos es vigilar la copia más reciente y con más futuro de nuestro ADN. Se trata de una imagen muy poco humana y un poco extrema y reduccionista, pero merece la pena reflexionar sobre ella", señala.
A su juicio, esta circunstancia explica y desmitifica la razón por la que nos importan tanto nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros familiares, con los que compartimos una gran identidad en nuestro ADN. "Pero claro, no todos los parientes somos copias exactas, procedemos de la mezcla de padre y madre que da lugar a nuestro particular ADN. Por tanto, por eso nuestro ADN se parece más al de nuestros hermanos que al de nuestros primos", agrega.
¿QUÉ PASA CON LA INFIDELIDAD?
Respecto a la infidelidad o promiscuidad, el también profesor de la Universidad Autónoma de Madrid resalta que hay especies animales que son monógamas y otras promiscuas, y con herramientas genéticas se les puede convertir en lo contrario. En concreto, recuerda que se ha estudiado una clase de topillo de campo que es monógama y otra que es promiscua, concluyendo que los estudios realizados hasta la fecha llevan a pensar que puede haber base genética en la promiscuidad y en la monogamia.
"Aunque esto último no quiere decir necesariamente que la persona vaya a ser infiel o promiscua, sencillamente puede tener esa inclinación de manera innata, aunque también es cierto que esa propensión puede quedar minimizada, o incluso anulada, por los fuertes lazos que le unan a su pareja, por el miedo al posible sentimiento de culpa posterior o por otros muchos factores", aclara el doctor en Genética y Biología Celular.
No obstante, avisa de que los estudios con humanos son preliminares, son sólo aproximaciones, que necesitan más profundidad, pero no por ellos "son menos sugerentes".