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MADRID, 17 Abr. (Infosalus/EP) -
En algunas personas los tics parecen formar parte de su personalidad y no plantean ninguna interferencia en lo cotidiano. Sin embargo, estos movimientos físicos o interferencias lingüísticas involuntarias pueden en otros casos convertirse en un auténtico lastre para la calidad de vida de quienes los sufren.
Según explica a Infosalus Carmen Ferrer, psicóloga clínica y vicepresidenta de la sección clínica del Colegio de Psicólogos de Cataluña, estos tics tienen en gran medida un significado y una causa inconsciente, se derivan de la relación con una persona con la que existe un importante vínculo de afecto y suelen ser fruto de un funcionamiento o comportamiento rechazado que requiere satisfacción.
Entre un 1% y un 6% de los niños puede desarrollar un tic aunque en muchos casos es transitorio y no necesita de tratamiento específico. Los tics musculares se dan en gran medida en la infancia de forma benigna y pasajera y sólo su cronificación y la existencia de serias dificultades en el desarrollo normal del menor aconsejan acudir a consulta.
En muchos casos, los afectados por un tic nervioso, ya sean menores o adultos, acuden al especialista debido a otros aspectos de su salud mental como ansiedad, depresión o trastornos del aprendizaje. En los adultos, el tic puede ir asociado a situaciones de ansiedad o estrés pero también a traumas por ejemplo acaecidos durante la infancia.
La especialista señala que no hay que confundir estos tics con aquellos que tienen una base física y que son síntomas de trastornos neurológicos, un grupo de pacientes que además es mucho más reducido y que suelen seguir un tratamiento farmacológico derivado de la enfermedad.
Así, Ferrer relata que sus pacientes llegan desde muy distintos ámbitos como el escolar, las recomendaciones de amigos u otros profesionales de la salud. La especialista subraya que cada paciente debe pasar por un análisis exhaustivo y un proceso terapéutico personal, por lo que la mejoría también depende de cada situación.
Entre los tipos de tics más comunes, Ferrer apunta los movimientos involuntarios de ojos, cabeza u hombros, la ecolalia (repetir lo que dice el otro), coprolalia (decir palabras soeces o asociadas a la escatología de forma impulsiva), rascarse de forma compulsiva o el carraspeo repetitivo.
CONSIDERACIONES BÁSICAS
Ferrer, seguidora de la corriente psicoanalista, señala a Infosalus algunas de las consideraciones previas que se plantean ante la presencia de estos tics nerviosos en adultos y menores:
* No hay que culpabilizar al niño y sobre todo no prohibirle realizar el tic puesto que es algo que no pueden controlar y la represión más que ayudarle puede agravar la situación.
* Es conveniente tranquilizar al menor y explicarle que es algo benigno, transitorio y con solución. Además, hay que darle mucho apoyo para que pueda superar las posibles burlas de otros niños en el colegio. Cuando en el niño se acompañan de ansiedad, estrés o una disminución del rendimiento escolar es necesario acudir cuanto antes al especialista.
* Conversar con el niño y preguntarle qué está sucediendo, en ocasiones los niños disponen de una teoría que explica el tic y que puede ser la clave para erradicarlo. Además, hay que prestar atención al momento en el que comenzó y examinar las situaciones en las que se repite, algo que también es muy útil en los adultos.
* En el caso de que se trate de un adulto, hay que tener en cuenta cómo vive la existencia del tic, si socialmente le afecta o si no se le da importancia. Cuando interfiere con la calidad de vida del día a día es básico buscar ayuda en un profesional clínico.
* En cuanto a los fármacos, aunque pueden mejorar el desarrollo del tic no lo curan y además poseen efectos secundarios, lo que obliga a valorar la conveniencia o no de su uso. Antes de emplear medicamentos hay que considerar que en ocasiones los tics desaparecen de forma espontánea o mediante un tratamiento con psicoterapia.
* Situaciones de rabia, miedo o rechazo pueden dar lugar a estos tics en niños en los que existen carencias en el entorno familiar. En los adultos también pueden estar desencadenados por otros conflictos afectivos en las relaciones amorosas o por una sensación de angustia o ansiedad no consciente y que se traduce en el tic físico.
* El tic en realidad no es una llamada de atención dirigida a los otros, señala Ferrer, sino más bien un comportamiento propio involuntario cuyo único destinatario es uno mismo.