MADRID, 15 Jul. (EUROPA PRESS) -
Expertos de la Sociedad Española del Sueño (SES) han señalado que las siestas largas en verano "son un indicador de un mal descanso" y que pueden "perpetuar" un ciclo sueño-vigilia alterado.
Durante los meses de verano acostumbramos a dormir menos y peor. Por un lado, a consecuencia de las altas temperaturas nocturnas, sobre todo en regiones húmedas y muy calurosas. "Con temperaturas por encima de los 22 grados, lo que se conoce como noches tropicales, el descanso se dificulta, ya que para que el sueño puede ser profundo es necesario que el cuerpo pueda eliminar calor, lo que se hace más difícil con temperaturas altas y con un elevada humedad ambiental", explica el doctor Javier Puertas, vicepresidente de la SES.
Para el experto, abrir las ventanas no es la solución, ya que esto facilita "que se oigan más ruidos por la noche y que entre más luz, especialmente en un sitio de playa con alta densidad de veraneantes".
Por otro, debido al cambio de rutinas diarias, con una tendencia clara a trasnochar más de lo habitual. "El periodo de vacaciones debe servir para descansar y desconectar, pero hay que intentar no transgredir en exceso los horarios. Además, la relajación y la vida social puede favorecer las cenas copiosas y un consumo mayor del habitual de alcohol por las noches, lo que tiene una clara influencia en el descanso nocturno provocando digestiones pesadas, reflujo nocturno y un sueño superficial", argumenta Puertas, que indica como tercera causa del peor descanso veraniego el incremento de la duración de las siestas.
Según el presidente de la SES, Alejandro Iranzo, dormir poco o mal por la noche hace que nuestro cuerpo tienda al sueño durante el día, especialmente en situaciones pasivas. "Después de comer, si el ambiente es favorable, uno ha dormido mal y está relajado y sin una tarea que llevar a cabo, la situación invita a quedarse dormido", sostiene el experto.
Iranzo añade que hay otros factores que influyen en la necesidad o no de tomarse una siesta, entre ellos la edad: "Un adolescente, aunque sólo duerma unas 5 horas, si esas horas de descanso son de calidad puede no necesitar siestas".
Para el especialista, si una persona duerme suficiente por la noche (entre 7 y 8 horas) y tiene un sueño de buena calidad (sin fragmentaciones por apneas, dolores o preocupaciones), una siesta después de una comida no muy abundante "siempre es recomendable en cualquier época del año si dura entre 15 y 30 minutos".
A partir de 40 minutos, las siestas "son un indicador de que se ha dormido poco o mal la noche anterior" y además un riesgo, ya que, como añade, las siestas extremadamente largas "no son beneficiosas ya que perpetúan un ciclo sueño-vigilia alterado".
LAS SIESTAS EN EL CASO DE LA INFANCIA
La estructura del sueño de los niños es diferente a la de los adultos, siendo normal la presencia de sueño durante el día. Como explica la doctora Milagros Merino, presidenta electa de la SES y experta en sueño infantil, hasta los 18 meses aproximadamente los niños y niñas suelen dormir dos siestas al día, una por la mañana y otra por la tarde.
A partir de esa edad y hasta los 4 o 5 años aproximadamente, ya solo duermen una siesta por la tarde. Sin embargo, Merino recuerda que las necesidades de sueño de los niños son individuales. "Muchos niños no necesitan dormir siesta desde muy pequeños y debemos respetar este patrón, sin obligarles a dormir. Por otra parte, dormir una siesta diariamente a partir de los 5 años puede reflejar un sueño nocturno insuficiente, por lo que es necesario consultar con un médico", subraya.
La doctora reconoce que las siestas prolongadas "pueden interferir en la conciliación del sueño nocturno", pero matiza que algunos niños tienen un peor descanso nocturno si no duermen siesta, "ya que llegan a la noche más cansados e, incluso, más activos". En todo caso, para Merino, lo más recomendable es que los niños y niñas "duerman una siesta de menos de 90 minutos, aunque siempre individualizando esta recomendación según las necesidades de cada pequeño".