MADRID, 5 Mar. (EUROPA PRESS) -
¿Cómo se forma nuestro discurso por lo que escuchamos? La respuesta varía, dependiendo de la composición de las vías de nuestro cerebro, según ha encontrado un equipo de neurocientíficos. La investigación, que mapea cómo sincronizamos nuestras palabras con el ritmo de los sonidos que escuchamos, ofrece métodos potenciales para diagnosticar las aflicciones relacionadas con el habla y evaluar el desarrollo cognitivo-lingüístico en los niños.
"Algunas personas sincronizan espontáneamente el ritmo de su discurso para que coincida con el ritmo del discurso que están escuchando, mientras que otros no", explica la autora principal del estudio, Florencia Assaneo, investigadora postdoctoral del Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), cuyo trabajo se publica en la revista 'Nature Neuroscience'. "Si sincronizas o no predice los aspectos funcionales y estructurales de nuestra red del cerebro del lenguaje, así como nuestra capacidad para aprender nuevas palabras", añade.
"Estos descubrimientos son el resultado de una prueba de comportamiento novedosa, que revela cómo las diferencias individuales predicen la sincronización neuromotora y la función neurofisiológica, entre otros fenómenos", agrega el autor principal del estudio, David Poeppel, profesor de Psicología y Neurociencia en la Universidad de Nueva York y director del Instituto Max Planck de Estética Empírica en Frankfurt, Alemania. "La potencia de una prueba de este tipo como herramienta puede conducir a nuevos descubrimientos en la investigación del lenguaje y quizás ayude a detectar afecciones como el Alzheimer, el Parkinson o la esclerosis múltiple", agrega.
SINCRONIZACIÓN CON EL MUNDO EXTERIOR
Se ha realizado una extensa investigación sobre cómo sincronizamos los movimientos de nuestro cuerpo con la entrada de sonido, como tocar nuestro pie al ritmo de una canción. Pero se entiende menos cómo funciona nuestro cerebro en un escenario de habla similar, como cantar con una de nuestras melodías favoritas.
La cuestión de si la capacidad humana de hablar está estrechamente relacionada con nuestra capacidad de sincronizar con el mundo que nos rodea es importante. Por ejemplo, se sabe que la habilidad de los niños en edad preescolar para sincronizar sus cuerpos con un ritmo predice sus habilidades lingüísticas.
Sin embargo, los científicos no han examinado si existe un vínculo directo entre los ritmos de producción del habla, es decir, los movimientos coordinados de la lengua, los labios y la mandíbula que constituyen el habla, y los ritmos de la señal de audio percibida. "En otras palabras, ¿están nuestras bocas unidas a nuestros oídos?", pregunta Assaneo.
Para explorar esta cuestión, los científicos, que también incluyeron investigadores de la Universidad de Barcelona y la Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), realizaron una serie de experimentos en los que los sujetos escucharon una secuencia rítmica de sílabas (por ejemplo, "lah", "di", "fum") y al mismo tiempo, se les pidió que susurraran continuamente la sílaba "tah".
SINCRONIZADORES ALTOS Y BAJOS
Los resultados, basados en más de 300 individuos de prueba, revelaron una división inesperada en la forma en que verbalizamos los sonidos en respuesta a lo que escuchamos. Algunos sincronizaron espontáneamente sus susurros con la secuencia de sílabas (sincronizadores altos), mientras que otros permanecieron impermeables al ritmo externo (sincronizadores bajos).
Esta división generó preguntas adicionales, tales como: ¿la agrupación basada en esta prueba aprovecha la forma en que se organizan los cerebros de las personas? ¿Y tiene alguna consecuencia de comportamiento con un significado más amplio? Para responder a esto, los científicos desplegaron una batería de técnicas adicionales.
Primero, los investigadores se preguntaron si las vías de la materia blanca, que afectan al aprendizaje y coordinan la comunicación entre diferentes partes del cerebro, difieren entre los grupos. Para ello, estudiaron los datos de resonancia magnética de los sujetos. Aquí, el equipo encontró que los sincronizadores altos tienen más volumen de materia blanca en las vías que conectan las áreas de percepción del habla (escucha) con áreas de producción del habla (habla) que los sincronizadores bajos.
En segundo lugar, utilizaron la magnetoencefalografía (MEG), una técnica que rastrea la dinámica neural, para registrar la actividad cerebral mientras los participantes escuchaban pasivamente las secuencias de sílabas rítmicas. Los sincronizadores altos mostraron más sincronía entre el cerebro y el estímulo que los sincronizadores bajos: su actividad neuronal oscilaba a la misma frecuencia que la tasa de sílaba percibida en la parte del cerebro vinculada a la planificación del habla y motora. "Esto implica que las áreas relacionadas con la producción del habla también se reclutan durante la percepción del habla, lo que probablemente nos ayuda a rastrear los ritmos del habla externa", observa Assaneo.
Finalmente, los científicos probaron si ser un sincronizador alto o bajo predice cómo de bien las personas aprenden palabras nuevas. Específicamente, estudiaron las primeras etapas del aprendizaje de idiomas: la capacidad de identificar un sonido como una palabra, incluso sin saber el significado. Los resultados mostraron que los sincronizadores altos aprendían mejor estas palabras que los sincronizadores bajos.
"En la vida cotidiana, esto podría dar a los sincronizadores altos una ventaja --señala Assaneo--. Por ejemplo, cuando se encuentran en un país extranjero, pueden recoger más fácilmente las palabras en un idioma desconocido de las personas que se hablan alrededor de ellos".