MADRID 9 Ene. (EUROPA PRESS) -
Un estudio de la Arthritis Research UK, en Reino Unido, ha revelado que existe poca evidencia científica que avale la eficacia de las numerosas terapias alternativas que utilizan muchos afectados por enfermedades musculoesqueléticas, como la artritis o la fibromialgia, para combatir sus dolencias.
Tras analizar numerosos estudios, han analizado estudios de 25 alternativas terapéuticas a la medicina tradicional y han descubierto que la mayoría de tratamientos analizados o no han sido probados de forma científica o se han sometido a investigaciones limitadas.
De hecho, sólo se ha encontrado cierta evidencia científica que respaldo ciertos usos de la acupuntura, los masajes, el taichi y el yoga, mientras que otras alternativas como la terapia magnética o las pulseras de cobre no han ofrecido apenas resultados convincentes.
Para desarrollar el estudio, que ha sido liderado por el profesor de la Universidad de Aberdeen (Escocia), Gareth Jones, se buscaron ensayos clínicos controlados y aleatorios, escritos en inglés y publicados antes de mayo de 2011.
Para la artritis se encontraron 53 ensayos de 14 terapias diferentes con cerca de 6.000 pacientes, pero sólo el taichi y la acupuntura parecieron funcionar.
En el caso de la fibromialgia, hubo 50 ensayos de 17 terapias diferentes probadas en más de 3.000 pacientes. La acupuntura y el masaje obtuvieron buenos resultados, seguidos de cerca por el taichi y la terapia de relajación.
Para el dolor de espalda, el yoga y la acupuntura mostraron ser las terapias más eficaces, y hubo algunas pruebas que también apoyaban el uso de la osteopatía y también la terapia de relajación, así como la técnica Alexander, que se centra en la postura y el movimiento.
Esta última dolencia es además la más investigada, con 75 ensayos de 14 terapias diferentes a través de más de 11.600 participantes.
Según ha explicado Jones, en declaraciones a la BBC, salvo "algunas excepciones", no hay constancia de que todas estas terapias sean eficaces. Lo único, puntualiza, es que están "relativamente a salvo de efectos secundarios, incluso aunque no sean eficaces".
El problema de optar por estas alternativas es más de índole económica, ya que los autores calculan que cada año se gastan 250 millones de libras en estas terapias. "Un coste enorme para algo sin mucha evidencia", para este experto.