MADRID, 11 Dic. (EUROPA PRESS) -
La incidencia del cáncer está aumentando en todo el mundo, con focos de poblaciones humanas y ubicaciones geográficas aparentemente en mayor riesgo que otros. Las poblaciones que viven a temperaturas muy bajas, como en Dinamarca y Noruega, tienen una de las incidencias de cáncer más altas del mundo, según señala el investigador Konstantinos Voskarides, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chipre.
Ahora, en un nuevo artículo publicado en la edición avanzada digital de la revista 'Molecular Biology and Evolution', ha presentado una nueva hipótesis: existe una relación evolutiva entre la adaptación a condiciones ambientales extremas, como el frío y la altura, y el aumento riesgo de cáncer en humanos.
"Los hallazgos de este estudio proporcionan evidencia de que las variantes genéticas que son beneficiosas en ambientes extremos, también pueden predisponer al cáncer --resume Voskarides--. La resistencia celular a bajas temperaturas y a gran altitud probablemente aumenta la probabilidad de malignidad. Este efecto difícilmente podría filtrarse por selección natural, ya que la mayoría de los cánceres aparecen más tarde cuando la mayoría de la gente tiene hijos".
Voskarides se centró en el efecto de las bajas temperaturas, ya sea en climas árticos/escandinavos o en grandes altitudes. Los análisis de Voskarides se centraron en la relación entre el riesgo de cáncer y las temperaturas medias anuales locales y concluyó que el ambiente extremadamente frío contribuyó al riesgo de cáncer.
Para hacerlo, Voskarides examinó cuidadosamente los datos más precisos y fiables de la incidencia mundial de cáncer (la base de datos GLOBOCAN-2012 permite una variedad de análisis de incidencia/prevalencia por país o por tipo de cáncer, así como tamizar pistas genéticas entre 247 genomas diferentes del cáncer)- También estudió la bibliografía disponible, la incidencia de cáncer bibliográfico y los datos genéticos para poblaciones humanas que viven en condiciones de frío extremo y altitudes extremas.
De todo ello, comenzó a surgir un patrón llamativo, con la incidencia más alta de ciertos cánceres vinculados a las poblaciones que viven en los ambientes más fríos. Además, el análisis de 186 poblaciones humanas mostró una gran linealidad de alta incidencia de cáncer con la temperatura ambiental más baja. "Estos datos muestran que estas poblaciones exhiben una incidencia de cáncer extremadamente alta, especialmente para el cáncer de pulmón, mama y colorrectal", afirma Voskarides.
CÁNCER COLORRECTAL, DE ESÓFAGO, PULMÓN Y LEUCEMIA
La evidencia genética también fue clara y altamente significativa. Los genes que se seleccionan para poblaciones con el fin de sobrevivir en condiciones ambientales extremas también predisponen al cáncer. Entre las asociaciones de cáncer más importantes con genes seleccionados están el cáncer colorrectal para nativos americanos y esquimales siberianos, cáncer de esófago y cáncer de pulmón para esquimales siberianos, leucemia para Oromi (una población de gran altura en Etiopía) y una variedad de cánceres para los que viven a gran altitud, como los andinos y tibetanos.
"Se encontró evidencia de que las tasas de cáncer se han incrementado en esas poblaciones a través de los procedimientos de selección natural", destaca Voskarides. "Éste es el primer estudio que proporciona evidencia de que el alto riesgo de cáncer puede ser el resultado de la adaptación evolutiva en ciertas condiciones ambientales", agrega.
Otro hallazgo de este estudio es que la selección natural ha favorecido especialmente a los genes supresores de tumores en esas poblaciones en lugar de oncogenes. Esto está en línea con estudios previos que demostraron que las mutaciones en p53 (el gen mutado más frecuentemente en los cánceres) ayudan a los animales a sobrevivir a gran altura.
"Parece que las poblaciones se dividieron bajo el concepto de ambiente extremo: riesgo extremo de cáncer", afirma Voskarides. Para los científicos que persiguen la confluencia del medio ambiente y la genética sobre el riesgo de cáncer, el nuevo trabajo abrirá una nueva vía para explorar algunas de las fuerzas clave de adaptación que podrían estar impulsando la epidemiología del cáncer.