Las 3 reglas de oro para que las nuevas tecnologías no dañen el desarrollo de tus hijos

Niño con tablet
Niño con tablet - GETTY - Archivo
Publicado: miércoles, 18 noviembre 2020 8:30

   MADRID, 18 Nov. (EDIZIONES) -

   De media utilizan las pantallas casi 3 horas diarias los niños de 2 años, casi 5 horas los escolares de 8 años, y más de 7 horas los adolescentes. "Esto significa que durante la infancia, el período más fundamental del desarrollo humano, nuestra descendencia dedica a las pantallas recreativas, el equivalente a 30 años escolares, a 15 años de empleo remunerado.

   "Estos valores son totalmente asombrosos, especialmente porque solo estamos hablando de usos recreativos (es decir, fuera de la escuela y las tareas). O, en orden de importancia, la televisión que, en sus múltiples formas, sigue siendo la pantalla número uno, especialmente a través del despliegue de Netflix y otras Amazon Prime (películas, series, clips, etc.); luego, los videojuegos (principalmente de acción y violentos) a los que se suma finalmente, en la adolescencia, un frenesí de autoexposición y balbuceos inútiles en las redes sociales...".

   Así lo advierte, en una entrevista con Infosalus el doctor en Neurociencia y director de investigación del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica de Francia, Michel Desmurget, con motivo de la publicación de 'La fábrica de cretinos digitales' (Península), un manual con el que alerta de las peligrosas consecuencias del uso "absolutamente desproporcionado" que realizan las nuevas generaciones de las tecnologías.

    Así y sobre si hay un máximo de tiempo recomendado para usar el móvil o las pantallas en el día a día, el experto afirma que todo depende de la edad. Antes de los 6 años, lo ideal es cero pantallas, en su opinión. "Esto no significa que no puedas ver, de vez en cuando, los dibujos animados con tus hijos. De hecho, cuanto antes se exponen los niños, mayores son los impactos negativos y mayor es el riesgo de un consumo excesivo posterior", detalla.

    A partir de los 6 años, recomienda como máximo 30 minutos, o incluso una hora. "Si haces una lectura optimista de la literatura científica no parecen suponer un problema. Más allá de eso, los efectos deletéreos aparecen y son claramente tangibles, en particular en lo que concierne al éxito académico", advierte.

   Ahora bien, para minimizar los riesgos, las reglas de oro a seguir son, según enumera Desmurget :

   1.-Ninguna pantalla por la mañana, antes de ir a la escuela, o por la noche 60 minutos antes de irse a la cama.

   2.- Ninguna pantalla cuando estás con otras personas y, especialmente prohibidas las pantallas en el dormitorio.

   3.- Finalmente, parece difícil decirle a tu hijo que las pantallas son un problema cuando uno está constantemente conectado a su smartphone, TV o consola de juegos.

   Según defiende el neurocientífico, es importante subrayar también que, hasta la fecha, ningún estudio ha mostrado un impacto negativo (social, emocional o intelectual) en niños y adolescentes privados de pantallas recreativas.

    "También podemos recordar que en una entrevista el propio Steve Jobs explicó, como muchos otros altos ejecutivos de las industrias digitales, que era un padre que apostaba por la 'baja tecnología', y que sus hijos no tenían tablet, por ejemplo. El exeditor de Wired explicó, por su parte, justo en ese mismo artículo que él también estaba atento al uso de pantallas, y que si lo estaba es porque vio de primera mano 'los peligros de la tecnología. No quiero que les pase esto a mis hijos'. Eso lo dice todo", resalta el científico francés.

UNA AGRESIÓN SILENCIOSA SOBRE EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS

   Este autor alerta igualmente en su libro de que las pantallas representan una "agresión silenciosa" sobre el desarrollo de los niños. Según lo argumenta, representa un daño silencioso porque todo transcurre en una indiferencia casi generalizada : "Padres, profesores, logopedas, pediatras, constatan cada día que los problemas de atención, lenguaje, agresividad, etc. crecen entre los niños. Esta toma conciencia es tan inquietante porque significa que el problema ha llegado a una etapa crítica, pero también esperanzadora, porque allana el camino para una política de prevención verdaderamente protectora".

   De hecho, en el libro denuncia que el uso abusivo de las tecnologías tiene como "primera víctima" al desarrollo de la inteligencia de los más jóvenes: "Hay un abundante volumen de literatura científica que demuestra el impacto negativo de los usos recreativos digitales en el desarrollo intelectual de los niños, en última instancia con una disminución significativa en el éxito académico".

   Al contrario de lo que todavía escuchamos con demasiada frecuencia, Desmurget considera que se produce un colapso de los intercambios intrafamiliares (en particular verbal); alteración del sueño que se acorta cuantitativamente y se degrada cualitativamente; sobreestimulación atencional exógena favorable a la aparición de alteraciones en la concentración, la impulsividad y el aprendizaje (varios estudios rigurosamente controlados lo han confirmado recientemente en animales); subestimulación intelectual que deja en barbecho la construcción cognitiva; y finalmente un exceso de sedentarismo con influencias en el desarrollo corporal pero también, como subrayan varias investigaciones recientes, maduración cerebral.

    "Durante casi un siglo, los puntajes de las pruebas de inteligencia han aumentado de una generación a la siguiente. Sin embargo, en muchos países desarrollados este aumento se ha revertido recientemente y la famosa generación de 'millennials' es la primera cuyo coeficiente intelectual medio es más bajo que el de la generación anterior. El problema no es solo con las pantallas, pero queda patente que tienen una clara responsabilidad en ello", asegura el director de investigación en el Instituto Nacional de la salud y la Investigación Médica de Francia.

   Más allá de lo cognitivo, dice que las pantallas afectan a nuestra salud emocional, y en concreto, muchos estudios muestran sus efectos sobre la ansiedad, la agresividad o el riesgo de depresión; al mismo tiempo que menciona que el abuso de las nuevas tecnologías tiene un impacto significativo en la obesidad o el desarrollo cardiovascular.