MADRID, 27 Abr. (EDIZIONES) -
La adolescencia es una de las etapas más difíciles en la vida de una persona. Tanto para quien debe superarla, llena de constantes cambios, como para sus padres. Se caracteriza por ser una de las etapas donde se da la mayor ciclotimia en el ser humano, ¿cómo lidiar con ella?
En una entrevista con Infosalus, el psicólogo y director del área de Adolescentes y Jóvenes del Centro de Psicología Álava Reyes, Ángel Peralbo Fernández, resalta que la adolescencia es una de las etapas más difíciles en la vida de una persona por la cantidad de cambios que se dan en tan poco tiempo, tanto a nivel fisiológico, como psicológico, así como social.
No empieza antes ni termina más tarde, como así se cree, según afirma este especialista. En concreto, la preadolescencia o pubertad se sitúa en torno a los 12-13 años dentro de la fisiología cerebral, y la adolescencia en sí se iniciaría a partir de los 14-15 años, según puntualiza.
"Se trata de cambios muy abruptos ante los que el entorno no sabe responder con las mismas herramientas que le habían funcionado durante la infancia. Se anticipan la inseguridad, el miedo, o la falta de recursos para esta etapa por parte el entorno, especialmente de padres y educadores, de forma que se acumula una especie de miedo en ellos. Se genera una incertidumbre, y se les trata como a niños o como ya adultos, sin entender muy bien qué es lo que pasa por su mente de adolescente", señala Peralbo.
Con motivo de la publicación de 'Adolescentes. Tu hijo no es tu enemigo' (La Esfera de los Libros), este experto remarca que suele costar tanto educar a un adolescente porque se produce una ruptura entre la infancia y esta nueva etapa, donde resurge esa desorientación de los padres antes mencionada, que además se acrecienta al intentar realizar cosas y obtener una resistencia por parte de los hijos. "Hay que dar por hecho que esto se va a producir, pero se pueden vencer esas resistencias", asegura.
Para ello, en primer lugar, el psicólogo clínico llama la atención sobre ese miedo, precaución que muchas veces aparta a los educadores de observar atentamente qué es lo que cada adolescente necesita, ya que cada persona es distinta. De ahí la importancia de individualizar, primer consejo para lidiar con un adolescente. "Hay que entender también cuando tenemos varios hijos, el hecho de que tenemos tres adolescencias distintas. El guión hay que hacerlo sobre la marcha, observar esas resistencias y necesidades básicas", subraya.
A su juicio, en este punto es muy importante el proceso de interiorización, ya que los niños son previsibles, más lineales en sus comportamientos y los patrones educativos se pueden adaptar, pero cuando son jóvenes y maduran se ven comportamientos más imprevisibles. "En la adolescencia se pasa por esas turbulencias. Sus respuestas están mucho más mediatizadas por un estado que cambia rápido. En la adolescencia puede darse la mayor ciclotimia del ser humano y hace más difícil el calibrar el cómo nos comportamos ante ellos, el cómo les educamos, están tan pronto bien como mal", resalta.
La comunicación aquí es clave, según continúa Peralbo, y para ello recomienda siempre intentar mantener la calma, así como mostrarles confianza y nunca miedo. "Esa especie de inseguridad en los padres se contagia porque los adolescentes, lo primero que necesitan, es la confianza de sus padres o educadores, que el adulto va a seguir estando ahí.
"Después, si observamos, veremos qué es lo que el adolescente necesita, si un límite más marcado, o bien una autonomía en cuanto podamos atisbar su capacidad para ser responsables, para ir trabajando su madurez. Por tanto, desde la observación y la individualidad, son elementos troncales para educar en la adolescencia", insiste.
Además, reseña que hay dos aspectos que se pierden durante la adolescencia en el nivel educativo, el afecto por un lado, que se ve mermado por esas inseguridades ante los conflictos que van surgiendo, a lo que hay que sumarle el hecho de que los adolescentes tienden a ser muy sensibles, o bien al aislamiento.
"Es muy importante que el adolescente entienda que esas personas estarán ahí, pero que pondrás límites con afecto. Hay que hacer de guías aunque sea con un proceso de facilitación menos marcado o directivo que como se hace con los niños. Esa combinación entre afecto y el seguir ejerciendo el rol de padre o educador pero con equilibrio", añade.
A su vez, Peralbo considera que se pierden los límites, el tener esos dos polos antes mencionados bien sincronizados para ejercer puesto que no les podemos presuponer que son súper mayores para guiarse al 100%. "Se les debe graduar, el otro aspecto es seguir marcando los límites que lo necesitan, aunque haya que hacerlo de otra manera", mantiene el experto en adolescentes.
Aquí rechaza la figura del 'padre amigo': "No es bueno. Los amigos son amigos, y los padres son los padres. Los padres deben ser capaces de sincronizar este equilibrio, estar cercanos, ser pacientes, escuchar bien, observar, pero sin bajarnos de esa especie de posición en la que indudablemente los padres son los padres y han de seguir marcando ciertos ritmos, teniendo la última palabra".
Una de las mayores dificultades que se presentan durante esta etapa es que cuenten las cosas en casa, ¿cómo lograrlo? Peralbo afirma que lo primero hay que asumir que no nos pueden contar el 100%, aunque ve bueno buscar y persuadir la situación para que cuenten lo máximo posible. "Para conseguirlo ese rol crítico tan acentuado y sesgado de los padres y enfocado a 'lo has hecho mal' no funciona. Hay que mantener una actitud de escucha activa, hay adolescentes que no cuentan porque saben que sus padres no lo van a compartir, y eso les impide conectar con ellos", destaca el psicólogo clínico.
Otro de los puntos que este especialista ve importante para lidiar con un adolescente es que estos necesitan confianza, seguridad, que el adulto siga siendo adulto y no se confunda para no generarles mayor inseguridad.
"El adolescente se cree muchas veces más mayor de lo que es, por lo que necesita que el entorno sea seguro, cercano. Necesita de alguna manera adultos que sean capaces de ponerse en su lugar y de empatizar con sus necesidades, pero no un entorno que les diga sí a todo, sino que les escuche pero después les digan después lo que piensan. Cuando un adolescente entiende que se le da permiso para opinar o criticar lo hará porque forma parte de esa ruptura, pero cuando sienta que es importante que sea escuchada su opinión se sentirá mejor", sentencia.