MADRID, 31 Dic. (INFOSALUS) -
Se sabe poco aún de las bases fisiológicas de la sociabilidad pero si bien es cierto que una parte importante es aprendida igual lo es que existen unos fundamentos neurobiológicos que también nos hacen seres sociales.
Según explica a Infosalus Olga Peñagarikano, investigadora Ramón y Cajal del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco, deben existir beneficios positivos de la vida en comunidad ya que aunque hay especies animales en las que también se vive en grupos sociales esto no es así en todo el reino animal.
La oxitocina es una hormona natural que hasta hace poco sólo se conocía por su participación en la maternidad, ya que está implicada en el proceso de dar a luz, en la contracción del útero y en el amamantamiento al facilitar la salida de la leche materna.
Pero desde hace entre cinco y diez años también se estudia la participación de la oxitocina en las relaciones de pareja y en el deseo de interacción con otras personas. Se ha descubierto que en algunos casos de enfermedades caracterizadas por déficits en la interacción social las vías de comunicación mediadas por la oxitocina se encuentran alteradas.
"La oxitocina no tiene un mecanismo de acción único sino que implica la movilización de otras moléculas y en la interacción entre unos y otros mecanismos moleculares se encuentran las claves para que el equilibrio se mantenga y el sistema funcione", señala la investigadora.
Si bien la oxitocina se ha asociado en gran medida a su interacción con la serotonina y la dopamina, implicadas también en conductas sociales, un estudio dirigido en la Universidad de California publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS) y en el que participa la investigadora ha demostrado que otra molécula denominada anandamida, un endocannabinoide, también participa en los mecanismos de acción de la oxitocina.
El organismo produce sustancias de características similares a los principios activos del cannabis denominadas endocannabinoides para los que existen receptores moleculares específicos en el cerebro.
Anteriores trabajos de investigación han descubierto que este sistema cannabinoide afecta a las interacciones sociales y por ello los investigadores se plantearon como hipótesis que la oxitocina, dado su papel en la conducta social, podría también intervenir en este entramado neurofisiológico que nos hace más propensos a relacionarnos con los demás. Los resultados confirmaron sus ideas iniciales.
"Se ha descubierto que la liberación de oxitocina promueve a su vez la liberación en el cerebro de la anandamida. Se trata de un endocannabinoide, del que hasta ahora se desconocía su relación con la oxitocina y que, según han mostrado en este trabajo, está relacionada con la recompensa social", señala la investigadora.
Los sistemas neurobiológicos como este asociados a la recompensa social promueven una experiencia positiva o placentera que el organismo es capaz de asociar a la relación con otras personas.
ACTIVAR LOS MECANISMOS DE LA CONDUCTA SOCIAL
Las neuronas productoras de oxitocina asociadas a la interacción social se encuentran en un área del cerebro denominada hipotálamo y en concreto en su núcleo paraventricular. Las neuronas liberadoras de oxitocina asociada a las conductas maternales se encuentran en otra localización, en el núcleo supraóptico.
En el estudio publicado ahora sobre la anandamida y su relación con la oxitocina se ha empleado una técnica de quimiogenética desarrollada por la investigadora española. Consiste en la inoculación de un vector vírico en el área del cerebro de los animales en los que se encuentran las neuronas que producen oxitocina. Este virus de laboratorio infecta a estas neuronas y hace que se libere oxitocina cuando se administra a los animales un fármaco activador.
El trabajo de PNAS se ha realizado en ratones normales mientras que los trabajos de la investigadora española se llevan a cabo en un modelo de ratón del autismo en el que existen menores niveles de oxitocina. Las actuales investigaciones trabajan sobre la hipótesis de que en algunos casos los déficits en las interacciones sociales de estas personas podrían deberse a deficiencias en el sistema de la oxitocina o mecanismos asociados.
"En estos ratones hemos demostrado que al proporcionar oxitocina mejoran las interacciones sociales y en las reducidas pruebas realizadas en humanos se ha visto que estas personas miran más a los ojos, recuerdan con más facilidad las caras o reconocen mejor las emociones cuando se les administra la hormona", señala la investigadora.
Además, en pruebas de resonancia magnética los investigadores han podido observar que al proporcionar oxitocina a estos pacientes algunas áreas del cerebro se activan más, lo que supone que administrar esta hormona no sólo tiene su efecto en la conducta sino también en la neurobiología de estas personas.
UN FÁRMACO PROMETEDOR PERO CON CAUTELAS
"Aún estamos en etapas tempranas, se requieren muchos estudios y muchas pruebas, hay que tener en cuenta que la oxitocina puede no ser buena para todo el mundo. Sin embargo, creemos que sí puede ser un futuro tratamiento si identificamos a aquellas personas que presenten déficits en este sistema", apunta Peñagarikano.
La oxitocina es una hormona natural que se emplea ya en relación a sus propiedades conocidas para inducir el parto o en entornos veterinarios pero que aún se encuentra bajo estudio en humanos sobre sus posibilidades en el espectro autista.
"Es importante descubrir todos los sistemas sobre los que la oxitocina actúa para conocer los posibles efectos de un medicamento basado en esta molécula. Se trata ya de un fármaco de fácil acceso por lo que hay que ser muy cautos sobre su uso en este sentido sin la conveniente base científica", apunta la investigadora.
En la actualidad no se emplea ningún fármaco para tratar los déficits de interacción social en quienes sufren de un síndrome del espectro del trastorno autista aunque sí otros medicamentos antipsicóticos empleados para otras patologías y dirigidos a mitigar síntomas como la hiperactividad, el déficit de atención o la agresividad.
"Por ello, es importante la búsqueda de las bases neurobiológicas de la interacción social y de un futuro tratamiento desde esta perspectiva. Se desconoce si con ello se solucionarán otros déficits aunque probablemente si se desarrollan fármacos que mejoren los déficits de conducta social sean necesarios otros fármacos más específicos para el resto de síntomas", concluye Peñagarikano.