MADRID, 24 Jul. (EUROPA PRESS) -
El sueño tiene una enorme repercusión en la salud, el bienestar y la productividad, pero hasta ahora no se sabía con exactitud cuánto y cómo dormía la gente. Investigaciones anteriores sobre cuánto y cómo dormimos se han basado sobre todo en autoinformes o se han limitado a los datos de los entornos antinaturales de los laboratorios del sueño.
Por lo tanto, las preguntas siguen siendo las mismas: ¿Es la cantidad y la calidad del sueño una elección puramente personal? ¿Podrían ser independientes de factores sociales como la cultura y la geografía?
Ahora, un estudio dirigido por investigadores del Instituto Avanzado de Ciencia y Tecnología de Corea y los laboratorios Nokia Bell de Reino Unido ha investigado los factores culturales e individuales que influyen en el sueño.
A diferencia de estudios anteriores que se basaban en encuestas o experimentos controlados en laboratorios, el equipo utilizó 'smartwatches' para una amplia recopilación de datos, analizando 52 millones de registros recogidos durante un periodo de cuatro años de 30.082 individuos de 11 países.
Estas personas llevaban 'smartwatches' que permitieron al equipo investigar los patrones de sueño específicos de cada país basándose en los registros digitales de los dispositivos.
Los registros digitales recogidos de los relojes inteligentes revelaron discrepancias en las horas de despertarse y dormir, a veces de decenas de minutos a una hora, con respecto a los datos recogidos previamente.
Se calculó que la media de horas de sueño se situaba en torno a la medianoche y que la media de horas de vigilia era de 7.42 de la mañana. El equipo descubrió, sin embargo, que el sueño está muy ligado a la ubicación geográfica y a factores culturales.
Mientras que las horas de levantarse eran similares, las de dormir variaban según el país. Los individuos de los países con mayor PIB tenían más registros de retrasos a la hora de acostarse. Los de cultura colectivista, en comparación con los de cultura individualista, también mostraron más registros de retraso a la hora de acostarse.
Entre los países estudiados, Japón registró la menor duración total del sueño, con una media inferior a 7 horas, mientras que Finlandia registró la mayor duración, con una media de 8 horas.
Los investigadores calcularon métricas esenciales del sueño utilizadas en estudios clínicos, como la eficiencia del sueño, la duración del sueño y las horas de sueño excesivo los fines de semana, para analizar los amplios patrones de sueño.
Mediante el análisis de componentes principales (ACP), condensaron estos parámetros en dos dimensiones principales que representan la calidad y la cantidad del sueño. Una comparación entre países reveló que los factores sociales explican el 55 por ciento de la variación en la calidad del sueño y el 63 por ciento de la variación en la cantidad de sueño.
Los países con un mayor índice de individualismo, que ponen más énfasis en los logros y las relaciones individuales, tenían duraciones de sueño significativamente más largas, lo que podría atribuirse a que esas sociedades tienen por norma acostarse temprano.
España y Japón, en cambio, tenían la hora de acostarse más tardía a pesar de tener las puntuaciones de colectivismo más altas. El estudio también descubrió una relación moderada entre un mayor índice de evitación de la incertidumbre, que mide la aplicación de leyes y normativas generales en la vida cotidiana de los ciudadanos normales, y una mejor calidad del sueño.
Los investigadores también estudiaron cómo la actividad física puede afectar a la cantidad y la calidad del sueño para ver si los individuos pueden contrarrestar las influencias culturales mediante intervenciones personales.
Descubrieron que aumentar la actividad diaria puede mejorar la calidad del sueño en términos de reducción del tiempo necesario para dormirse y despertarse. Sin embargo, los individuos que hacían más ejercicio no dormían más tiempo.
El efecto del ejercicio difería según el país, observándose efectos más pronunciados en algunos países, como Estados Unidos y Finlandia. Curiosamente, en Japón no se observó ningún efecto evidente del ejercicio. Estos resultados sugieren que la relación entre la actividad diaria y el sueño puede diferir según el país y que diferentes regímenes de ejercicio pueden ser más eficaces en diferentes culturas.