MADRID, 5 Jun. (EUROPA PRESS) -
Un nuevo estudio de la Universidad de California en Berkeley ha descubierto que las interrupciones del sueño exacerban la aterosclerosis y pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular a través de un efecto sobre las vías inflamatorias, según publican los autores en la revista de acceso abierto 'PLOS Biology'.
Estos resultados proporcionan un mecanismo para explicar la observación de larga data de que dormir mal aumenta el riesgo de enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular, y sugieren formas simples y directas de reducir dicho riesgo.
Para probar si el efecto puede deberse en parte al aumento de la señalización inflamatoria, los autores midieron la interrupción del sueño a través de la polisomnografía basada en el laboratorio del sueño y un detector de movimiento simple usado en la muñeca durante varias noches (actigrafía). Utilizaron recuentos de células sanguíneas estándar para medir los niveles de neutrófilos y monocitos, dos tipos de glóbulos blancos responsables de impulsar las vías inflamatorias.
Descubrieron que la fragmentación del sueño, medida por la actigrafía, predijo tanto un recuento más alto de neutrófilos (pero no monocitos) como un mayor calcio en las arterias coronarias, una medida de la patología de la aterosclerosis.
Usando un método estadístico conocido como análisis de mediación, demostraron que la influencia de la fragmentación del sueño en el calcio de las arterias coronarias estaba mediada por el aumento de neutrófilos. En otras palabras, la falta de sueño condujo a un aumento de los neutrófilos, lo que a su vez condujo a un aumento de la aterosclerosis.
La influencia de la interrupción del sueño sobre los neutrófilos y la aterosclerosis se mantuvo significativa después de tener en cuenta los múltiples contribuyentes conocidos a la enfermedad arterial, incluidos la edad, el sexo, el origen étnico, el índice de masa corporal, el tabaquismo, la presión arterial y otros factores.
Se encontró una asociación similar para la interrupción del sueño medida por la polisomnografía, aunque no fue tan robusta, permaneció significativa después de corregir algunos pero no todos los contribuyentes, una diferencia que los autores sugieren puede deberse a la menor duración de la polisomnografía (una sola noche) versus actigrafía (una semana).
No se encontró asociación para la falta de sueño informada subjetivamente, en la que se les pidió a los sujetos que recordaran la calidad de su sueño, un hallazgo que sugiere que preguntar a los pacientes sobre el sueño puede no ser una herramienta útil para evaluar su riesgo de enfermedad cardíaca relacionado con el sueño.
"Mejorar el sueño puede ofrecer una nueva forma de reducir la inflamación y, por lo tanto, reducir el riesgo de aterosclerosis --señala Walker--. Estos hallazgos pueden ayudar a informar las pautas de salud pública que buscan aumentar la continuidad del sueño como una forma de mejorar la salud y disminuir la carga de enfermedad cardíaca en la sociedad".