Por qué a los niños les cuesta tanto comer y son tan quisquillosos

Archivo - Niños comiendo verduras
Archivo - Niños comiendo verduras - PEOPLEIMAGES/ ISTOCK - Archivo
Publicado: viernes, 14 enero 2022 8:29

   MADRID, 14 Ene. (EDIZIONES) -

   ¿Quién no se ha desesperado alguna vez por cómo come su hijo? No siempre quiere todo lo que se le ofrece en la mesa. Muchas comidas suponen una lucha por que los pequeños coman, cuando en realidad, igual no debería ser así.

   Esto es lo que defiende en 'Puaj' (Beascoa) la dietista-nutricionista especializada en nutrición clínica en pediatría y mamá Melisa Gómez, quien hace 7 años creó su proyecto de educación ailmentaria Nutrikids y quien defiende en una entrevista con Infosalus que es normal atravesar este tipo de momentos donde hay cosas que a los menores no les gustan o no tienen ningún interés en comer o probar.

   "Nadie nos ha enseñado a los padres a saber cómo funciona el apetito de los pequeños. Debemos vivir este tipo de episodios con más calma, porque hay mucha angustia y ansiedad al respecto", reconoce.

   Así, manifiesta que en muchas ocasiones los niños son tan quisquillosos a la hora de comer y las comidas se configuran como una lucha por que coman porque el problema real de fondo se encuentra en las expectativas que tenemos, "no muy realistas", y que parten de ese desconocimiento sobre el apetito.

   "Interpretamos muchas veces que los niños son quisquillosos porque tienen determinadas preferencias, pero hay momentos de crecimiento donde su cuerpo les pide que prioricen por ejemplo la fruta, los cereales, el pan, el arroz y la pasta, y donde rechazan otros como la verdura o la proteína. Esto lo interpretamos como que son niños quisquillosos. Como tentemos la idea de que tenemos que comer de todo empezamos a luchar contra eso que nos viene ya marcado a nivel genético", explica la especialista en Nutrición.

   Aunque cada niño es un mundo, según reconoce, la mayoría dice que son sanos y comen lo que necesitan. Pone el ejemplo de los menores que se comen tres lácteos al día, porque no les cuesta ingerirlos, y después no tienen hambre de otras cosas. "Un de los problemas del entorno es que las familias no toman tanto en cuenta el tema de los lácteos que toman al día, como dos o tres al día, y luego piensan que no comen nada, y aquí se toman por ejemplo toda la proteína y muchas de las necesidades del día están ya cubiertas con estos lácteos; una vía muchas veces muy sencilla para los padres", pone de ejemplo.

   Por otra parte, resalta que puede pasar que haya un momento del día en el que los menores tengan más apetito, la mayoría entre la hora del almuerzo y la de la merienda de la tarde, mientras que las que menos hambre suelen presentar es en el desayuno y en la cena, momentos que más suelen compartir las familias con los niños. "Muchas veces pasa que los padres quieren ofrecer cosas que los niños no se comen y entonces sienten que no está comiendo nada pero entre el almuerzo y la merienda y la comida ya han suplido las necesidades diarias", apostilla la dietista-nutricionista.

   Por ello, recomienda ofrecer los alimentos en estos momentos de forma más tranquila y relajada, diciéndoles que tienen la opción de comer algo más, pero si no quieren lo que hay de cenar hay fruta, y si no un vaso de leche, y si no quieren nada más no ofuscarse.

   "Pero la mayoría de las familias ante esta situación se desesperan ya que tienen una idea marcada de cómo se van a ir a la cama sin cenar. Siempre hay que individualizar cada caso, por supuesto, pero a los niños se les pueden ofrecer distintas alternativas y si lo que hay para cenar no les apetece, se les puede ofrecer fruta o leche. Si sienten necesidad, el alimento está y en estos casos se les invita, estando más tranquilos. Ante la negativa muchas veces se acaba recurriendo al chantaje para que se tomen algo cuando igual no es necesario", lamenta Melisa Gómez.

POR QUÉ CADA VEZ QUE GANAN AÑOS VAN COMIENDO PEOR

   Lo habitual, además, suele ser que cuando los niños son más pequeños comen mejor, pero conforme van ganando años comen peor, algo que desespera a muchos padres. Esta experta confiesa que en el primer año de vida logramos triplicar nuestro peso desde el nacimiento, naciendo con tres kilos y llegando a los 9 en el primer año de vida, así como duplicando la altura en esos 12 primeros meses de vida.

   Después, según prosigue, se estanca o estabiliza la velocidad de crecimiento en los menores, de forma que las necesidades alimenticias son menores, y los niños no tienen tanto apetito como durante su primer año de vida.

   A esto habría que sumarle que los pequeños poco a poco van descubriendo cuáles son sus gustos, qué sabores y texturas, y se decantan igual que los adultos por ellos. "Eso sí, si les ofrecemos galletas con asiduidad, por poner un ejemplo, siempre intentarán comerlas, y ahí es donde entra en juego nuestro rol de padres para enseñarles si la demanda es muy insistente, y es donde debemos establecer un límite respetuoso para poder ir tratando de mantener una alimentación variada", reconoce Gómez.

   No obstante, dice que con el paso de los años suelen remitir algunas de estas conductas: "Las familias se centran muchas veces en lo que come y la cantidad que come pero no se trabaja lo que come el adulto y ellos aprenden por imitación. Entonces muchísimas veces no les tienen que gustar lo mismo que a los padres. Son etapas que acaban pasando y al final tienen un patrón de alimentos más variado de lo que puede parecer durante algunos años".

QUÉ PODEMOS HACER, CONSEJOS O CLAVES

   Con todo ello, la creadora de Nutrikids aporta una serie de consejos o claves para mejorar estas situaciones que provocan estrés en muchos padres:

   1.- Revisar la alimentación del resto de la familia, qué mensajes lanzamos a nuestros niños. Ser consciente de los mensajes que les damos alrededor de la comida.

   2.- Evitar emplear el que, por ejemplo, 'si te comes este brócoli te comes una galleta', el jerarquizar los alimentos. Este tipo de conductas marca la relación con los alimentos. Muchos adultos dependiendo de lo insistente que haya sido su familia hay alimentos que no les gustan porque le obligaban por ejemplo a comer lentejas porque hasta que no se las terminaban por ejemplo se las ponían para cenar. Esto no nos ayudará a tener buena relación con la comida o a tener una dieta más variada.

   3.- Tratar de ofrecer alimentos de buena calidad nutricional, priorizar que lo que entre en casa sea lo más saludable posible.

   4.- Comer en familia mejor porque se ve el modelo para imitar y siempre hay que evitar estrategias de presión, de chantaje, o el usar recursos como los móviles para que coman las cosas sin ser consientes.

   5.- Si hay un problema real consultar con un equipo de salud para ver qué medidas se pueden adoptar, pero saber que a nivel general la mayor parte de veces pueden estar delgados o comer menos pero se trata de una etapa desde la que acompañarles desde el lugar más calmado.