MADRID, 2 Ago. (EUROPA PRESS) -
Las experiencias adversas en la infancia repercuten en la vejez, especialmente en quienes han sufrido violencia, e incluyen trastornos físicos y cognitivos. Se sabe que una infancia difícil puede acarrear una serie de problemas de salud en la juventud o en la mediana edad, pero ahora, por primera vez, investigadores de la Universidad de California en San Francisco (EEUU) han relacionado las experiencias adversas en los primeros años de vida con las consecuencias para la salud a lo largo de toda la vida.
Los investigadores han descubierto en el estudio, publicado en la revista 'Journal of General Internal Medicine', que los adultos mayores estadounidenses con antecedentes de experiencias estresantes o traumáticas en la infancia eran más propensos a sufrir trastornos físicos y cognitivos en la tercera edad. Las experiencias estresantes en la infancia podían incluir la exposición a violencia física o abusos, enfermedades graves, estrés económico familiar o separación de los padres.
La investigación halló que quienes sufrieron violencia en la infancia tenían un 40 por ciento más de probabilidades de sufrir problemas de movilidad y un 80 por ciento más de dificultades para realizar las actividades cotidianas. Los que procedían de familias infelices tenían un 40 por ciento más de probabilidades de sufrir al menos un deterioro cognitivo leve.
"Observamos la discapacidad autodeclarada, así como el deterioro físico y cognitivo medido objetivamente, y descubrimos que las experiencias estresantes en los primeros años de vida pueden tener ramificaciones hasta la vejez", ha afirmado la autora principal, profesora de Medicina de la UCSF y directora de investigación en Medicina Interna General de la UCSF Health, Alison J. Huang.
"Esto puede significar una mayor probabilidad de tener dificultades para caminar o realizar actividades de la vida diaria, o problemas de memoria cuando las personas tienen 60, 70, 80 o más años", ha explicado Huang.
LA RAÍZ DE TODA UNA VIDA DE DOLENCIAS
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), casi el 60 por ciento de los adultos de EEUU han sufrido uno o más tipos de experiencias infantiles adversas (ACE) que pueden minar la sensación de seguridad o estabilidad de un niño.
Esto se asocia a problemas crónicos de salud física y mental, como enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades autoinmunes y depresión. Pero hay poca investigación que documente las implicaciones para la salud de las ACE a lo largo de toda la vida, a pesar de que los adultos mayores soportan la mayor carga de la mayoría de las condiciones de salud.
En 2021, California se convirtió en el primer estado en obligar a los seguros comerciales a cubrir la detección precoz de experiencias estresantes o traumáticas tanto en niños como en adultos. Otros ocho estados están considerando o aplicando una legislación similar. Sin embargo, este tipo de cribado sigue siendo controvertido debido a su impacto poco claro en la salud a largo plazo y a una posible carga para el sistema sanitario.
Basándose en datos del Proyecto Nacional sobre Vida Social, Salud y Envejecimiento, una cohorte nacional de adultos mayores estadounidenses, el nuevo estudio examinó a casi 3.400 participantes, algo más de la mitad mujeres, que tenían entre 50 y 97 años y vivían en entornos comunitarios. Se preguntó a los participantes sobre las ACE y se les sometió a pruebas de equilibrio y marcha, así como de cognición y memoria, además se evaluaron sus dificultades para realizar las actividades de la vida diaria.
Cerca de la mitad, el 44 por ciento, declaró haber sufrido al menos una ECA entre los 6 y los 16 años. Entre ellos, violencia (14%), presenciar violencia (16%), estrés económico (13%), separación de uno de los padres (16%) y mala salud (6%) en la infancia. Uno de cada cinco declaró haber sufrido más de una experiencia infantil adversa.
"Dado lo comunes que eran las ACE entre nuestros participantes, esto demuestra que las experiencias estresantes en los primeros años de vida pueden ser marcadores de riesgo de deterioro funcional y discapacidad más adelante en la vida", ha subrayado la primera autora y estudiante de medicina de la UCSF, Victoria M. Lee.
"Esto plantea implicaciones para la atención geriátrica: el reconocimiento temprano del trauma infantil puede ser útil para identificar a los adultos que podrían beneficiarse de estrategias de detección o prevención del deterioro funcional asociado al envejecimiento", ha finalizado M. Lee.