MADRID 7 Mar. (EUROPA PRESS) -
Los adolescentes que no duermen lo suficiente pueden tener un mayor riesgo de sufrir presión arterial alta, según una investigación de expertos de Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pensilvania (Penn State) en Estados Unidos, que además sugiere que la combinación de insomnio y horas inadecuadas de sueño probablemente contribuye a condiciones más graves que la falta de sueño sola, anotaron los investigadores.
La falta de sueño es un factor de riesgo conocido de enfermedades cardiovasculares, que se cobran más vidas cada año en los EE. UU. que todas las formas de cáncer y enfermedades crónicas de las vías respiratorias inferiores juntas, según la Actualización estadística de 2025 de la Asociación Estadounidense del Corazón.
Los adolescentes necesitan de 8 a 10 horas de sueño cada noche, según la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, pero se estima que el estudiante promedio de secundaria duerme solo 6,5 horas por noche entre semana. Los investigadores estudiaron a un grupo diverso de más de 400 adolescentes de la cohorte infantil de Penn State (Estados Unidos). Los participantes del estudio informaron sobre su insomnio en un cuestionario antes de inscribirse en el estudio del sueño en el laboratorio.
En el estudio del sueño nocturno de nueve horas, llamado polisomnografía, se colocaron sensores en la cabeza, la cara y el cuerpo de cada participante para medir objetivamente la duración de su sueño. El estudio también incluyó tres mediciones consecutivas de la presión arterial tomadas la noche del estudio del sueño aproximadamente dos o tres horas antes de que se apagaran las luces en el laboratorio.
"Sabemos que el sueño alterado e insuficiente está asociado con la presión arterial alta en adultos, particularmente en adultos que informan insomnio y duermen objetivamente menos de seis horas, pero aún no sabemos si estas asociaciones existen en adolescentes", aporta el autor principal del estudio, Julio Fernández-Mendoza, profesor de psiquiatría, neurociencia y ciencias de la salud pública y director de medicina conductual del sueño en la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Pensilvania.
Los investigadores definieron el insomnio como la dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido y definieron la duración objetiva del sueño corto como menos de 7,7 horas, basándose en la mediana del tiempo total dormido en el estudio del sueño en laboratorio.
Se consideró que los adolescentes del estudio tenían presión arterial elevada si tenían una medición sistólica, o número superior, de 120 mm Hg o más y una medición diastólica, o número inferior, de 80 mm Hg o menos. Se consideró que tenían hipertensión en etapa 2 si tenían una medición de presión arterial sistólica promedio de 140 mm Hg o más y/o una medición diastólica promedio de 90 mm Hg o más, lo que se alinea con la Guía de 2017 de la Asociación para la prevención, detección, evaluación y manejo de la presión arterial alta en adultos.
Los investigadores encontraron que los adolescentes que informaron tener insomnio y durmieron menos de 7,7 horas en el laboratorio tenían cinco veces más probabilidades de tener hipertensión clínica que los "buen durmiente" (participantes que no informaron tener insomnio y durmieron lo suficiente en el laboratorio, definido como 7,7 horas o más).
En esta línea, los adolescentes que durmieron menos de 7,7 horas en el laboratorio, pero no informaron tener insomnio tuvieron casi tres veces más riesgo de presión arterial elevada en comparación con los que durmieron bien. Asimismo, los adolescentes que informaron tener insomnio, pero durmieron lo suficiente en el laboratorio no parecían tener mayor riesgo de sufrir presión arterial elevada o hipertensión en etapa 2. "Si bien necesitamos explorar esta asociación en estudios más amplios sobre adolescentes, es seguro decir que la salud del sueño es importante para la salud cardíaca y no deberíamos esperar hasta la edad adulta para abordar este tema", afirma Fernández-Mendoza. "No todos los adolescentes que se quejan de síntomas de insomnio corren riesgo de sufrir problemas cardiovasculares; sin embargo, controlar la duración del sueño de manera objetiva puede ayudarnos a identificar a aquellos que tienen una forma más grave de insomnio y corren riesgo de sufrir problemas cardíacos". Las limitaciones del estudio incluyen que se realizó en un laboratorio del sueño, por lo que los participantes podrían no haber dormido tan bien como si estuvieran en casa. Además, debido a que toda la recopilación de datos se realizó entre 2010 y 2013, "no se sabe con certeza si puede haber aumentos posteriores a la COVID en el insomnio, la depresión y la ansiedad en adolescentes que puedan afectar los resultados de otros estudios cuando se repliquen ahora", finaliza Fernández-Mendoza.