MADRID, 11 Oct. (EUROPA PRESS) -
Los paleoantropólogos han resuelto la pregunta de cómo y por qué los humanos evolucionaron los molares que salen a edades específicas y por qué esas edades se retrasan tanto en comparación con los simios vivos al descubrir que es la coordinación entre el crecimiento facial y la mecánica de los músculos de la masticación lo que determina no sólo dónde sino cuándo emergen los molares de los adultos.
El resultado, según publican en la revista 'Science Advances' científicos de la Universidad de Arizona y de la Universidad Estatal de Arizona, en Estados Unidos, es que los molares sólo salen cuando se crea un espacio "mecánicamente seguro", ya que los que salen "antes de lo previsto" lo harían en un espacio que, al masticar, perturbaría la función afinada de todo el aparato masticatorio causando daños en la articulación de la mandíbula.
Por ello, los 6, 12 y 18 años son las edades en las que a la mayoría de las personas les salen los tres molares adultos o dientes grandes de masticación en la parte posterior de la boca. Estas piezas salen a una edad mucho más tardía que en nuestro pariente vivo más cercano, el chimpancé, que obtiene esos mismos molares adultos a los tres, seis y 12 años aproximadamente.
Los humanos son primates poco comunes, inteligentes, extremadamente sociales, extraordinariamente ingeniosos, capaces de aprender, hábiles maestros y, en consecuencia, una notable historia de éxito evolutivo, señalan los autores, y un aspecto clave de su biología que permite que estos componentes de la experiencia humana evolucionen es su "historia vital" única, o el ritmo general de la vida, incluyendo la rapidez con la que crecen, el tiempo que dependen de las madres para alimentarse, el tiempo que tarda en alcanzar la madurez sexual y la duración de su vida.
Y, según destacan los investigadores, sorprendentemente, las pistas de la mayoría de estos componentes de la biología humana están relacionadas con los dientes.
La única característica dental íntimamente relacionada con el ritmo de crecimiento y la historia de la vida es la edad en la que los molares adultos atraviesan la línea de las encías. Durante muchas décadas, los antropólogos evolutivos han aprovechado la estrechísima relación -que existe en todos los primates- entre el ritmo al que estos molares adultos emergen en la boca y el ritmo general de la vida.
Los humanos modernos, por ejemplo, crecen de forma increíblemente lenta, tienen una historia vital muy larga y prolongada, y sus molares adultos emergen muy tarde en la vida, más tarde que los de cualquier otro primate vivo o extinto.
"Uno de los misterios del desarrollo biológico humano es cómo se produjo la sincronización precisa entre la aparición de los molares y la historia de la vida y cómo se regula", subraya Halszka Glowacka, autora principal y profesora adjunta de la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona.
Glowacka y el paleoantropólogo Gary Schwartz, investigador del Instituto de Orígenes Humanos y profesor de la Escuela de Evolución Humana y Cambio Social, han publicado el nuevo estudio, que ofrece la primera respuesta clara: es la coordinación entre el crecimiento facial y la mecánica de los músculos de la masticación lo que determina no sólo dónde sino cuándo emergen los molares de los adultos.
Para el estudio, Glowacka y Schwartz crearon modelos biomecánicos en 3D de cráneos, incluyendo las posiciones de fijación de cada músculo masticador principal, a lo largo del periodo de crecimiento en casi dos docenas de especies diferentes de primates, desde pequeños lémures hasta gorilas.
Cuando se combinan con detalles sobre las tasas de crecimiento de la mandíbula en estas especies, sus modelos integradores revelan la relación espacial precisa y la sincronía temporal de cada molar emergente dentro del contexto del sistema masticatorio en crecimiento y en movimiento.
Los autores señalan que esta investigación establece dos cosas: demuestra de forma convincente que es la relación biomecánica precisa entre el crecimiento de las caras y el crecimiento de los músculos masticatorios lo que da lugar a la relación estrecha y predictiva entre el desarrollo dental y la historia de la vida, y revela que los calendarios de aparición de molares retrasados de nuestra especie son el resultado de la evolución de un crecimiento general lento junto con mandíbulas cortas y caras retraídas, caras situadas directamente debajo de nuestra caja cerebral.
Su estudio reveló que la combinación de la rapidez de crecimiento de las mandíbulas con la longitud o protuberancia de las mismas en la edad adulta determina el momento de aparición de los molares. Los humanos modernos son especiales entre los primates debido a nuestros prolongados perfiles de crecimiento y a nuestros rostros retraídos con arcadas dentales cortas.
"Resulta que nuestras mandíbulas crecen muy lentamente, probablemente debido a nuestra lenta historia de vida y, en combinación con nuestras caras cortas, retrasa el momento en que un espacio mecánicamente seguro está disponible, lo que resulta en nuestras edades muy tardías en la emergencia de los molares", explica Schwartz.
"Este estudio proporciona una nueva y poderosa lente a través de la cual se pueden ver los vínculos conocidos desde hace tiempo entre el desarrollo dental, el crecimiento del cráneo y los perfiles madurativos", apostilla Glowacka.
Los investigadores tienen previsto aplicar su modelo a los cráneos humanos fósiles para responder a las preguntas sobre cuándo aparecieron por primera vez en nuestros antepasados fósiles el crecimiento lento de la mandíbula y el retraso en la aparición de los molares.
También son conscientes de que el enfoque adoptado en este estudio podría tener implicaciones para la odontología clínica. Dado que los molares no emergen hasta que se ha producido un crecimiento facial suficiente y aparece ese punto mecánico correcto, "los detalles más finos del modelo podrían explorarse en más muestras para ayudar a entender el fenómeno de las muelas del juicio impactadas en los humanos", señala Glowacka.