MADRID, 23 Ago. (EUROPA PRESS) -
Conseguir entender los factores que están implicados en la aparición y el desarrollo de la obesidad es un objetivo que se persigue desde hace tiempo. Y los aspectos emocionales tienen un papel protagonista.
La psicóloga especializada en sobrepeso, Laura Benítez, explica que varias investigaciones han hallado relación entre la comida como recompensa inmediata y la existencia de la obesidad. De hecho, se habla de obesidad psicógena cuando se come por tristeza o ansiedad o con el fin de atenuar el malestar emocional de cualquier origen. Destacan estas conductas.
- Dificultad para manejar emociones. Benítez indica que es un rasgo distintivo de muchas personas con obesidad la dificultad para identificar y expresar las propias emociones, lo que provoca una ingesta excesiva como una estrategia mal adaptativa para "manejarlas". Además, en estos momentos de inestabilidad emocional se es más propenso a consumir alimentos grasos.
- Trastorno por atracón o trastorno de ingesta voraz (binge eating disorder en inglés). También puede diferenciarse este tipo de desorden, consistente en una ingesta desmesurada de alimentos, que puede llegar a sobrepasar las 6.000 calorías. La diferencia fundamental de este respecto a la bulimia es que, al contrario que ésta, no presenta episodios de vómito.
- Estrés. El estrés también juega un papel importante en la relación entre alimentación y obesidad. Un estudio realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) y la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) concluyó que el 40 por ciento de las personas incrementa su ingesta calórica en situaciones de estrés y, en este caso, también se prefiere comida muy calórica.
Este tipo de alimentos podrían denominarse, dice el estudio, de "recompensa". Son los más ricos en grasas o los más dulces, cuya ingesta favorece la aparición temporal de un estado de felicidad. Tres de cada diez personas con obesidad sufre este problema.
Según el trabajo de la SEEDO y la SEEN, la exposición acumulada al estrés laboral a lo largo de los años también aumenta el riesgo de la persona de desarrollar un síndrome metabólico. Por último, aquellos sujetos que, antes de sufrir el estímulo estresante tenían sobrepeso u obesidad leve, están más inclinados a responder incrementando la ingesta de alimentos y su peso.
Laura Benítez especifica que este tipo de conductas no saludables ofrecen la recompensa inmediata buscada a corto plazo, pero a medio y largo implican un mayor aumento de peso, menor autoestima y menor calidad de vida en general. "Se trata de un círculo vicioso", resume.
TRATAMIENTO DE LA OBESIDAD
La relación entre las emociones y la obesidad es un motivo por el que hoy en día se considera que el abordaje de la enfermedad ha de ser multidisciplinar. "El éxito de un tratamiento de pérdida de peso difícilmente podrá mantenerse a lo largo del tiempo sin seguimiento y apoyo psicológico", coincide Benítez.
El tratamiento contra la obesidad debe incluir cambios de conducta en los hábitos alimentarios y el incremento del ejercicio físico, según la SEEDO. La Organización Mundial de la Salud recomienda:
- Aumentar el consumo de frutas y hortalizas, legumbres, cereales integrales y frutos secos.
- Reducir la ingesta total de grasas y sustituir las saturadas por las insaturadas.
- Disminuir el consumo de azúcares.
- Mantener la actividad física. Un mínimo de 60 minutos diarios de actividad física de intensidad moderada o vigorosa que sea adecuada para la fase de desarrollo y conste de actividades diversas. Para controlar el peso puede ser necesaria una mayor actividad física.
También puede necesitarse el uso de medicamentos. La SEEDO indica que actualmente existen dos fármacos aprobados por el Ministerio de Sanidad y Consumo para el tratamiento de la obesidad: Orlistat y Sibutramina.
Por último, la SEEDO puntualiza que puede ser necesario recurrir a cirugía, normalmente en casos de obesidad denominada mórbida, la que implica un Índice de Masa Corporal superior a 40.
Con los procedimientos quirúrgicos, la pérdida de peso alcanza hasta el 40 o el 60 por ciento, de acuerdo con el método elegido. El peso se estabiliza entre los 18 y 24 meses postquirúrgicos y puede producirse una leve ganancia en el tercer año.
Por lo tanto, se aconseja un tratamiento de 6 a 24 meses, en función del método elegido, y un seguimiento para asentar los cambios y las herramientas adquiridas. El motivo es controlar la motivación, tanto para adelgazar antes de la intervención, como para mantener los kilos que se van perdiendo tras la operación.
"Al restringir voluntariamente la ingesta se sustituyen los controles fisiológicos de manera arbitraria por un control de la voluntad. Este control motivacional tiende a fallar por la presión fisiológica, el hambre; el estrés; la ansiedad; los síntomas depresivos; el consumo de alcohol y los estímulos alimenticios presentes constantemente", subraya la también psicóloga de Clínicas Origen.