LAREDO, 29 Jun. (EUROPA PRESS) -
El médico especialista en Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya), ha participado este viernes en Laredo en la sesión de clausura del curso 'Aprendiendo a vivir, aprendiendo a morir', donde ha tratado el tema del duelo prescindiendo de los tabúes que lo rodean: "El duelo no es una enfermedad, es una experiencia humana que todos hemos pasado, o pasaremos. Vivimos duelos desde que nacemos, con un traslado de casa, un cambio de amigos o trabajo, o un divorcio, aunque el duelo por excelencia es la pérdida de un ser querido".
Gómez Cañeda ha explicado la importancia que tienen los procesos de despedida y asimilación del fallecimiento para los familiares del desaparecido: "Los seres humanos somos biología y biografía. La biología se cierra por sí sola, pero la biografía la vamos cerrando de manera más consciente, a través de diferentes procesos de marcha y de despedida".
Para los familiares, es necesario repasar la biografía de su pariente antes de cerrarla definitivamente, "lo que no significa que olviden, sino sencillamente que sigan adelante con su vida", ha precisado Gómez Cañeda.
Las cinco tareas del duelo, que van preparándose entre enfermo y entorno antes de la despedida, pasan por perdonar, pedir perdón, dar las gracias, decir "te quiero" y decir "adiós".
Para cerrar el curso, el ponente ha expuesto las labores propias de su especialidad en la atención a familiares en la fase del duelo.
Este proceso, que no tiene duración delimitada y al que no es conveniente establecer tiempos "para evitar los agobios, ya que cada persona es un mundo", conlleva la atención integral de necesidades de tipo emocional (los familiares necesitan expresarse ante alguien dispuesto a recoger su testimonio), social (vinculado a los cambios que sufrirán sus relaciones con el resto de familia o amigos), espiritual (dudas y reflexiones existenciales), y física (falta de sueño o apetito, apatía, etc.).
El proceso del duelo ha de mantener la convivencia entre, por un lado, las emociones hacia la persona fallecida y, por otro, la continuación de su propia vida.
"Mientras existan ambas, el duelo avanza, pero si falla alguna de las dos, se atascará, y necesitará recibir ayuda a través de grupos de duelo en hospitales o de terapias especializadas", ha puntualizado el experto.
Gómez Cañeda ha abogado por enseñar a los familiares del fallecido a expresar sus sentimientos, incluso en actos especiales como reuniones familiares, o en fechas como Navidad, ya que "no tenemos que estar obligados a estar felices o a fingir que nada ha pasado si no lo sentimos así".
El médico ha utilizado su experiencia profesional para afirmar que las familias fuertemente implicadas en los cuidados antes de la muerte sienten la satisfacción personal de haber cuidado de su ser querido hasta el final, y posteriormente conviven con el duelo con mayor naturalidad.
EL DUELO EN LOS NIÑOS
Posteriormente, Julio Gómez Cañeda ha hablado del duelo cuando el afectado es un menor. A partir de los 5-6 años, cuando comienzan a tener consciencia de la muerte, los niños vivirán una etapa de duelo peculiar, "pero no destructiva, porque los niños no tienen los tabúes de los adultos sobre la muerte".
En su intervención, Gómez Cañeda ha recomendado tratar el tema con naturalidad, haciéndole partícipe de lo que ha sucedido y va a suceder en los próximos días, y sin prohibirle ni obligarle a realizar o presenciar lo que él desee.
Las reacciones de los pequeños, que sobre todo en sus primeros años serán rápidas y contradictorias, dependerán de los comportamientos emocionales que observen en sus casas.
A partir de ellas, los niños generarán sus propias emociones y vivirán el proceso de duelo con naturalidad, un proceso que va completándose conforme el niño va madurando e incorporando de manera progresiva nuevas experiencias.