MADRID, 26 Abr. (EUROPA PRESS) -
El poder de la música en los niños es de sobra conocido, se sabe que los bebés permanecen tranquilos el doble de tiempo cuando escuchan una canción, aunque ni siquiera la conozcan; y estudios recientes han demostrado que el feto responde a la música despertándose y realizando movimientos de vocalización con la boca y la lengua.
Ahora, un nuevo estudio realizado por científicos del 'Institute for Learning & Brain Sciences' (I-LABS) de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, muestra que una serie de sesiones con música mejora el procesamiento cerebral de bebés de nueve meses respecto a nuevos sonidos y el habla.
"Nuestro estudio es el primero en bebés pequeños que sugiere que experimentar un patrón rítmico de la música también puede mejorar la capacidad de detectar y hacer predicciones acerca de los patrones rítmicos en el habla", dice la autora principal de este trabajo, Christina Zhao, investigadora postdoctoral en I-LABS.
"Esto significa que atractivas experiencias musicales temprano en la vida pueden tener un efecto más global en las habilidades cognitivas", afirma Zhao, cuyo trabajo se detalla en un artículo publicado en 'Proceedings of the National Academy of Sciences'.
"Los bebés experimentan un mundo complejo en el que los sonidos, las luces y las sensaciones varían constantemente --dice la coautora Patricia Kuhl, codirectora de I-LABS--. El trabajo del bebé es reconocer los patrones de actividad y predecir qué va a ocurrir a continuación. La percepción de patrones es una importante habilidad cognitiva y la mejora de esa capacidad temprana puede tener efectos a largo plazo sobre el aprendizaje".
Al igual que la música, el lenguaje tiene fuertes patrones rítmicos. El ritmo de las sílabas ayuda a los oyentes a diferenciar un sonido de voz de otro y entender lo que alguien está diciendo, mientras la capacidad para identificar las diferencias en los sonidos del habla ayuda a los bebés a aprender a hablar.
Los investigadores de I-Labs diseñaron un experimento aleatorio controlado para ver si la enseñanza de los bebés de un ritmo musical podría ayudar a los bebés con los ritmos del habla. En el transcurso de un mes, 39 bebés asistieron a 12 sesiones de 15 minutos en el laboratorio con sus padres y en grupos de dos o tres, los bebés se sentaron con sus padres, quienes los guiaron a través de las actividades.
En los 20 bebés asignados al grupo de música, se grabó a los niños tocando música mientras que un experimentador indicaba a los bebés y sus padres cómo golpear ligeramente ritmos al compás de la música. Todas las canciones estaban en métrica triple --como en un vals--, que los investigadores eligieron por ser relativamente difícil para el aprendizaje de los bebés. Los 19 bebés en el grupo de control asistieron a sesiones de juego que no implicaban la música, sino que jugaron con coches de juguete, bloques y otros objetos que requerían movimientos coordinados sin música.
"Tanto en los grupos de música como de control, dimos a los bebés experiencias que eran sociales, requerían su participación activa e incluyeron movimientos del cuerpo, todas características que sabemos que ayudan a las personas a aprender --dice Zhao--. La diferencia clave entre los grupos de juego era si los bebés se estaban moviendo para aprender un ritmo musical".
PRESENTAN RESPUESTAS CEREBRALES MÁS FUERTES
Dentro de la semana posterior a que terminaran las sesiones de juego, las familias volvieron al laboratorio para medir las respuestas del cerebro de los bebés. Los investigadores utilizaron magnetoencefalografía (MEG) para ver la ubicación exacta y el momento de la actividad cerebral.
Mientras se les realizaba el escáner cerebral, los bebés escucharon una serie de música y sonidos del habla, cada uno en un ritmo que fue interrumpido de vez en cuando. El cerebro de los bebés mostró una respuesta particular para indicar que podía detectar la interrupción.
Los investigadores centraron sus análisis en dos regiones del cerebro, la corteza auditiva y la corteza prefrontal, que son importantees para las habilidades cognitivas como el control de la atención y la detección de patrones. Los bebés en el grupo de música tuvieron respuestas cerebrales más fuertes en relación a la interrupción del ritmo de la música y el habla tanto en la corteza auditiva como prefrontal, en comparación con los bebés en el grupo de control.
Esto sugiere que la participación en las sesiones de juego con la música mejoró la capacidad de los bebés para detectar patrones de sonidos. "Esta investigación nos recuerda que los efectos de la participación en la música van más allá de la música en sí. La experiencia de la música tiene el potencial de aumentar las habilidades cognitivas que mejoran la capacidad de los niños para detectar, esperar y reaccionar rápidamente a los patrones en el mundo, lo cual es de gran relevancia en el actual mundo complejo", afirma Kuhl.