MADRID, 14 Sep. (EUROPA PRESS) -
Los pacientes hospitalizados con COVID-19 tienen muchas más probabilidades de albergar autoanticuerpos _anticuerpos dirigidos a sus propios tejidos o contra sustancias que sus células inmunes secretan en la sangre_ que las personas sin COVID-19, según un nuevo estudio realizado por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad Stanford (EEUU).
Los autoanticuerpos pueden ser precursores de una enfermedad autoinmune. "Si se enferma lo suficiente por el COVID-19 como para terminar en el hospital, es posible que no esté fuera de peligro incluso después de recuperarse", ha señalado PJ Utz, profesor de inmunología y reumatología en Stanford Medicine y uno de los autores del estudio.
Utz comparte la autoría principal del estudio, que publica 'Nature Communications', con Chrysanthi Skevaki, instructora de virología y medicina de laboratorio en la Universidad Philipps de Marburg en Alemania, y Eline Luning Prak, profesora de patología y medicina de laboratorio en la Universidad de Pennsylvania.
Otros autores principales del estudio son Sarah Chang, ex técnica del laboratorio de Utz; Allen Feng, un recién graduado de Stanford, ahora técnico en el laboratorio de Utz; y el investigador de investigación senior Wenshao Meng, PhD, y el erudito postdoctoral Sokratis Apostolidis, MD, ambos en la Universidad de Pennsylvania.
Los científicos buscaron autoanticuerpos en muestras de sangre extraídas durante marzo y abril de 2020 de 147 pacientes con COVID-19 en los tres hospitales afiliados a la universidad y de una cohorte de 48 pacientes en Kaiser Permanente en California. Se utilizaron como controles muestras de sangre extraídas de otros donantes antes de la pandemia de COVID-19.
Los investigadores identificaron y midieron los niveles de anticuerpos dirigidos al virus; autoanticuerpos; y anticuerpos dirigidos contra citocinas, proteínas que secretan las células inmunes para comunicarse entre sí y coordinar su estrategia general.
Más del 60% de todos los pacientes hospitalizados con COVID-19, en comparación con aproximadamente el 15% de los controles sanos, portaban anticuerpos anti-citocina. Esto podría ser el resultado de una sobrecarga del sistema inmunológico provocada por una infección persistente y virulenta.
"En medio de la niebla de la guerra, la abundancia de citocinas puede desviar la producción errónea de anticuerpos que las atacan", explica Utz. Si alguno de estos anticuerpos bloquea la capacidad de una citocina para unirse a su receptor apropiado, es posible que la célula inmunitaria receptora deseada no se active. Eso, a su vez, podría dar al virus más tiempo para replicarse y conducir a un resultado mucho peor.
RASTREANDO AUTOANTICUERPOS
Para unos 50 pacientes, estaban disponibles muestras de sangre extraídas en diferentes días, incluido el día en que ingresaron por primera vez. Esto permitió a los investigadores rastrear el desarrollo de los autoanticuerpos. "Dentro de una semana después de registrarse en el hospital, aproximadamente el 20% de estos pacientes habían desarrollado nuevos anticuerpos contra sus propios tejidos que no estaban allí el día que fueron admitidos", ha explicado Utz.
En muchos casos, añade, "estos niveles de autoanticuerpos fueron similares a los que se verían en una enfermedad autoinmune diagnosticada". En algunos casos, la presencia de esos autoanticuerpos recién detectados puede reflejar un aumento, impulsado por la respuesta inmune, de anticuerpos que habían estado volando bajo el radar en niveles bajos. Podría ser que el choque inflamatorio en los sistemas de pacientes con COVID-19 grave provocara un aumento en los niveles de autoanticuerpos previamente indetectables, y quizás inofensivos, que estos individuos pueden haber estado portando antes de la infección.
En otros casos, la generación de autoanticuerpos podría resultar de la exposición a materiales virales que se asemejan a nuestras propias proteínas. "Es posible que, en el curso de una infección por SARS-CoV-2 mal controlada, en la que el virus permanece demasiado tiempo mientras una respuesta inmune que se intensifica continúa rompiendo las partículas virales en pedazos, el sistema inmunológico ve fragmentos de la virus que no había visto antes", señala el investigador.
El hallazgo refuerza el argumento a favor de la vacunación. Las vacunas contra COVID-19 contienen solo una proteína, la llamada proteína de pico del SARS-CoV-2, o las instrucciones genéticas para producirla. Con la vacunación, el sistema inmunológico nunca está expuesto a las numerosas proteínas virales nuevas generadas durante la infección y, potencialmente, tampoco es confundido por ellas.