MADRID, 24 Jul. (EUROPA PRESS) -
El proyecto 'ORCHESTRA', coordinado por la Universidad de Verona (Italia) y financiado por el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea, ha identificado cuatro fenotipos clínicos diferentes de la COVID-19 persistente y su impacto en la vida de los pacientes.
En su trabajo, publicado en la revista científica 'eClinical Medicine, han realizado un estudio de cohortes prospectivo de seguimiento durante 12 meses de 1.800 pacientes para comprender los determinantes y las presentaciones clínicas de la COVID-19 persistente.
Utilizando técnicas de análisis estadístico muy avanzadas, como el análisis factorial y el aprendizaje automático, el estudio propone una nueva definición de COVID-19 persistente, basada en la asociación de síntomas y el impacto en la calidad de vida de los pacientes 12 meses después de la infección aguda.
El síndrome de COVID-19 persistente es una condición clínica compleja cuyos mecanismos patogénicos aún no se conocen por completo y que se estima que afecta a 65 millones de pacientes en todo el mundo.
La definición utilizada hasta la fecha es la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que se basa en la nueva aparición de síntomas aproximadamente tres meses después de una infección aguda por SRAS-CoV-2, que pueden ser persistentes, fluctuantes o recidivantes, y que no pueden explicarse por un diagnóstico alternativo.
Hasta la fecha se han descrito más de 200 síntomas atribuibles a la COVID-19 persistente, de los cuales los más comunes son fatiga, dolor muscular y articular, dificultad para concentrarse, pérdida de memoria y alteraciones respiratorias, como disnea y tos persistente.
En el proyecto 'ORCHESTRA', se llevó a cabo un estudio prospectivo multicéntrico desde febrero de 2020 hasta junio de 2022, en el que se incluyeron pacientes con SARS-CoV-2, tanto ambulatorios como hospitalizados, a los que se realizó un seguimiento a los 3, 6 y 12 meses tras la infección aguda mediante evaluaciones clínicas y de laboratorio.
Se evaluaron las características clínicas y bioquímicas, la respuesta de anticuerpos, las variantes virales de interés y la calidad de vida física y mental de los pacientes. El objetivo principal era identificar factores de riesgo y de protección para la aparición del síndrome COVID-19 persistente en función de las características y comorbilidades de los pacientes, la gravedad de la COVID-19, el tratamiento y el estado de vacunación.
Los resultados del estudio ponen de manifiesto nuevas evidencias de que la COVID-19 persistente puede clasificarse en función de la combinación de síntomas, con un impacto diferente en la calidad de vida física y mental y diferentes mecanismos patogenéticos, como demuestra el análisis de los factores de riesgo y de protección asociados a cada fenotipo clínico y a la COVID-19 persistente grave.
En concreto, de los 1.796 pacientes incluidos, 1.030 (57%) declararon al menos un síntoma atribuible a la COVID-19 persistente después de 12 meses. La enfermedad cardiovascular (710, 40%) fue el cuadro clínico subyacente comunicado con mayor frecuencia.
Los factores de riesgo de los cuadros clínicos eran diferentes:
las mujeres presentan un mayor riesgo de dolor crónico, fatiga crónica y síntomas neurológicos; los pacientes con afecciones respiratorias crónicas subyacentes (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica) presentan un mayor riesgo de empeoramiento de los síntomas respiratorios preexistentes; los síntomas al inicio de la COVID-19 pueden ser un factor predictivo precoz de una futura COVID-19 persistente: los síntomas neurológicos no sólo aumentan el riesgo de deterioro neurosensorial, sino también de los cuadros respiratorios y de fatiga crónica, mientras que los síntomas gastrointestinales durante la infección aguda se asocian a la fatiga crónica.
El sexo femenino, los síntomas gastrointestinales y las complicaciones renales durante la infección aguda aumentan el riesgo de síndrome COVID-19 persistente grave; y la reducción más significativa de la calidad de vida física y mental se observó en los pacientes con síntomas respiratorios y síndrome de dolor crónico en comparación con los controles negativos (pacientes sin COVID-19 persistente).
Entre los factores protectores, haber recibido tratamiento con corticoides durante la fase aguda de la enfermedad reduciría el riesgo de persistencia de trastornos neurosensoriales como la alteración del gusto y el olfato, mientras que el tratamiento precoz con anticuerpos monoclonales en pacientes con otras comorbilidades reduciría el riesgo de todas las presentaciones clínicas de COVID-19 persistente.