MADRID 29 Mar. (EUROPA PRESS) -
La demanda de esfuerzo que se requiere el bombero forestal es más alta que la esperada y que la descrita hasta ahora, según ha podido constatar el Grupo de Investigación en Valoración de la Condición Física de la Universidad de León, que acaba de publicar un artículo en la revista científica 'Journal of Occupational and Environmental Health' donde analiza esta capacidad de los miembros de las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF) la extinción de fuegos.
Un nuevo trabajo, dentro del proyecto de investigación Factores condicionantes del rendimiento del personal especialista en extinción de incendios forestales (PEEIF), tiene como principal novedad el haberse realizado en condiciones reales de incendio y no mediante simulación
Según ha explicado a DiCYT el profesor José Gerardo Villa Vicente, y recoger la plataforma de información científica SINC, "a través de la empresa Tragsa y de los trabajadores que, voluntariamente, han querido participar en el estudio, hemos recopilado toda la información sobre incendios forestales. De esta manera, hemos llegado a analizar cerca de 200 sujetos y unos 15 incendios por cada uno de ellos".
Para este estudio los especialistas realizaron una prueba de esfuerzo en el laboratorio del Grupo de Investigación en Valoración de la Condición Física de la Universidad de León. A lo largo de cuatro años, los investigadores y la Universidad de León han controlado más de 2.000 incendios forestales que ha clasificado en función de las horas de duración.
"Cuando el fuego podía preverse los agentes forestales voluntarios ingerían una cápsula de temperatura que registraba tanto su temperatura central como las variaciones a lo largo de todo el tránsito intestinal, durante unas 24-48 horas hasta que se defecaba", señala Villa. Este experto, afirma que de esta forma se ha logrado obtener el dato más importante, "cómo influyen las condiciones térmicas y el esfuerzo que la persona realiza en la temperatura central del cuerpo".
Además, teniendo en cuenta que el equipo que llevan, incrementa el peso entre 6 y 20 kilos, se les instaló sensores de temperatura ambiental y sensores de temperatura interna dentro de la camisetas y dentro del mono de trabajo, para conocer cómo se va acumulando la humedad y cómo varía la temperatura corporal.
"A través de los sensores podemos saber hasta qué punto eso impide el intercambio térmico con la piel y por tanto la disipación de calor. Incluso, hemos incluido sensores de flujo de calor que miden las llamaradas o las corrientes convectivas de calor que reciben", apunta.
Una vez obtenidos los datos, toda la información se ha centralizado, se limpia y se analiza en función de las variables que se desea estudiar. Como señala el investigador, "casi siempre buscamos saber qué tipo de esfuerzo le ha supuesto al agente forestal el trabajo e intentamos pormenorizar, como estamos haciendo en estos momentos, aspectos como si el tipo de combustible difiere al esfuerzo que tienen que realizar el trabajador o si el terreno más o menos abrupto requiere también mayor nivel de esfuerzo".
Dado que a estos trabajadores se les exige una determinada condición física, el equipo científico trata de comprobar "en qué medida una mayor o menor preparación no sólo mejora el rendimiento sino también la salud y la seguridad de los agentes forestales". A través de estos estudios, lo que tampoco estaba recogido en la literatura, han establecido una serie de índices de trabajo que han trasladado a los planes de preparación física de estos trabajadores.