MADRID, 2 Jul. (EUROPA PRESS) -
Una nueva investigación realizado por investigadores de la Universidad de California en San Francisco y la Universidad de Stanford (Estados Unidos) ha comprobado que las políticas estatales que exigen que los niños asistan a la escuela más años pueden reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y mejorar varios factores de riesgo cardiovascular en la edad adulta.
En el estudio, los investigadores realizaron un experimento natural al evaluar las leyes estatales de escolarización obligatoria, que legislan el número de años durante los cuales los niños deben asistir a la escuela.
De dos grandes encuestas nacionales realizadas entre 1971 y 2012, identificaron a más de 75.000 personas nacidas desde 1900 a 1950, cuando los estados requerían que los niños asistieran a la escuela entre 0 y 12 años. Luego utilizaron los datos del Censo de Estados Unidos con un grupo de personas similares para predecir el número de años de escolaridad requeridos para cada individuo, según su año y estado de nacimiento.
En general, alrededor de un tercio de los participantes del estudio no se graduaron de la escuela secundaria. Mientras que el 34,5 por ciento reportó enfermedades del corazón, los investigadores encontraron que cada año de escolaridad obligatoria adicional hasta la secundaria se asociaba con una reducción del 2,5 por ciento. También notaron mejoras en varios factores de riesgo cardiovascular con cada año adicional, incluidas reducciones de más del 3 por ciento en el hábito de fumar y casi el 5 por ciento en la depresión.
"Para los clínicos y los sistemas de salud que luchan por abordar las disparidades en las enfermedades cardiacas entre los ricos y los pobres, nuestros hallazgos sugieren que las intervenciones intersectoriales para abordar los factores sociales como la educación son importantes --resalta la autora principal Rita Hamad, profesora asistente de Medicina Familiar y Comunitaria en el Instituto Philip R. Lee de Estudios de Políticas de Salud--. Como sociedad, deberíamos pensar en invertir en políticas sociales para mejorar la salud general y reducir los costos de atención de salud".
El estudio, publicado en 'PLOS Medicine', proporciona algunas de las primeras pruebas de los efectos de las políticas educativas sobre las enfermedades cardíacas en los Estados Unidos.
Las directrices de 2019 del American College of Cardiology y la American Heart Association han sugerido el uso de los factores sociales de los pacientes en las herramientas de predicción clínica para enfermedades del corazón, ya que la educación suele ser un predictor más fuerte que factores de riesgo biomédicos tradicionales como el colesterol y la diabetes.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos también ha propuesto que el logro educativo de los pacientes se utilice como información para determinar los pagos de los médicos por desempeño, para alentar a los médicos a atender a los pacientes más desfavorecidos. Hamad dijo que este tipo de datos podría informar esos esfuerzos.
Aunque más educación también se asoció con una mejor lipoproteína de alta densidad (HDL) o colesterol "bueno", los investigadores encontraron que más educación también se asoció con un mayor índice de masa corporal (IMC) y colesterol total. Una posible explicación es que las personas de altos ingresos nacidas entre 1900-1950 tendían a comer dietas más ricas, señalan. Por el contrario, un IMC más alto en la actualidad tiende a asociarse más con los bajos ingresos, debido a la incapacidad de costear alimentos saludables.
"En general, las personas con más educación pueden haber reducido la enfermedad cardíaca porque tienen ingresos más altos, lo que les permite pagar mejores alimentos y atención médica --apunta Hamad--. O bien, puede ser que tengan más recursos y, por lo tanto, menos estrés, que se ha relacionado previamente con la enfermedad cardíaca".
Los investigadores están examinando cómo estas mismas políticas afectan los costos de atención médica y si las políticas reducen las disparidades raciales en las enfermedades del corazón.