MADRID, 7 Jul. (EUROPA PRESS) -
Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, revela que los niños en situación de riesgo ganan más de una hora de sueño por noche tras participar en un programa de mindfulness en sus escuelas primarias, según publican sus autores en el 'Journal of Clinical Sleep Medicine'.
Se trata de la primera investigación que utiliza técnicas de polisomnografía, que miden la actividad cerebral, para evaluar cómo el entrenamiento de mindfulness en la escuela cambia el sueño de los niños. El plan de estudios enseñaba a los niños a relajarse y gestionar el estrés centrando su atención en el presente, pero no les enseñaba a dormir más.
"Los niños que recibieron el plan de estudios durmieron, en promedio, 74 minutos más por noche que antes de la intervención --asegura la autora principal del estudio, Ruth O'Hara, PhD, experta en sueño y profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento en Stanford--. Eso es un cambio enorme".
El sueño con movimientos oculares rápidos, que incluye el sueño y ayuda a consolidar los recuerdos, también se alargó en los niños que aprendieron las técnicas.
"Ganaron casi media hora de sueño REM --señala O'Hara--. Eso es realmente sorprendente. Hay pruebas teóricas, animales y humanas que sugieren que es una fase del sueño muy importante para el desarrollo neuronal y para el desarrollo de la función cognitiva y emocional".
Los niños del estudio vivían en dos comunidades de bajos ingresos, principalmente hispanas, del área de la bahía de San Francisco. Una comunidad recibió la intervención; la otra sirvió de control. Ambas tenían altos índices de delincuencia y violencia, y las familias se enfrentaban a factores de estrés como la inseguridad alimentaria y el hacinamiento y la inestabilidad de las viviendas.
Estas condiciones son una receta para dormir mal, apunta el investigador principal del estudio, Víctor Carrión, profesor de Psiquiatría Infantil y Adolescente que dirige el Programa de Estrés y Resiliencia en la Vida Temprana de Stanford, quien puso en marcha el estudio para ayudar a los jóvenes a gestionar los efectos de vivir en un entorno estresante.
Sin embargo, conseguir que los niños en riesgo duerman mejor no es sólo cuestión de decirles que duerman más o que mantengan un horario regular. "Para conciliar el sueño hay que relajarse, pero a ellos les cuesta soltar sus experiencias --dice Carrión--. No se sienten seguros y pueden tener pesadillas y miedos por la noche".
El plan de estudios consistía en un entrenamiento para traer la atención al presente, ejercicios de respiración lenta y profunda y movimientos basados en el yoga. Los instructores de yoga y los profesores de los niños enseñaron el plan de estudios dos veces por semana, durante dos años, en todas las escuelas primarias y secundarias de la comunidad que recibieron la intervención.
Los instructores enseñaron a los niños lo que era el estrés y les animaron a utilizar las técnicas para ayudarles a descansar y relajarse, pero no les dieron ninguna instrucción sobre las técnicas para mejorar el sueño, como el mantenimiento de un horario constante para acostarse.
Los instructores utilizaron el plan de estudios Pure Power, desarrollado por una organización sin ánimo de lucro llamada PureEdge; está disponible para las escuelas de forma gratuita tanto en español como en inglés.
De los más de 1.000 alumnos de tercer y quinto grado que participaron en el estudio, los investigadores reclutaron a 58 niños que recibieron el plan de estudios y a 57 niños del grupo de control para realizar tres evaluaciones del sueño en casa, realizadas antes de comenzar el plan de estudios, después de un año y después de dos años. Estas evaluaciones midieron la actividad cerebral durante el sueño, a través de un gorro con electrodos colocado en la cabeza del niño, así como la frecuencia respiratoria y cardíaca y los niveles de oxígeno en sangre.
Al inicio del estudio, los investigadores descubrieron que los niños del grupo de control dormían 54 minutos más, de media, y tenían 15 minutos más de sueño REM por noche que los niños del grupo que recibió posteriormente el entrenamiento: Los niños del grupo de control dormían unas 7,5 horas por noche, y los del grupo del plan de estudios unas 6,6 horas por noche. Los investigadores no saben por qué los niños de las dos comunidades, a pesar de las similitudes en el nivel de ingresos y otros datos demográficos, tenían tiempos de sueño promedio diferentes.
Pero los patrones de sueño de los dos grupos evolucionaron de forma diferente. A lo largo de los dos años que duró el estudio, entre los niños del grupo de control, el sueño total se redujo en 63 minutos por noche, mientras que los minutos de sueño REM se mantuvieron estables, en consonancia con las reducciones de sueño que suelen observarse en la infancia tardía y la adolescencia temprana. En cambio, los niños que participaron en el plan de estudios ganaron 74 minutos de sueño total y 24 minutos de sueño REM.
"Tiene sentido intuitivo que los niños que no participaron en el programa de estudios disminuyeran su sueño, basándonos en lo que sabemos sobre lo que es ser un niño de esta edad", explica la autora principal del estudio, Christina Chick, doctora, becaria postdoctoral en psiquiatría y ciencias del comportamiento.
"Es posible que los niños mayores se queden despiertos para hacer los deberes o para hablar o enviar mensajes de texto con sus amigos --prosigue--. Interpreto nuestros resultados como que el plan de estudios era protector, en el sentido de que enseñaba habilidades que ayudaban a proteger contra esas pérdidas de sueño. Los cambios hormonales y el desarrollo del cerebro también contribuyen a los cambios en el sueño a esta edad".
Aun así, la cantidad media de sueño que recibieron los participantes del estudio en ambos grupos fue baja, apunta la doctora, señalando que se recomiendan al menos nueve horas de sueño por noche para los niños sanos.
Los investigadores plantearon la hipótesis de que los niños podrían experimentar mejoras en el sueño a través de la reducción del estrés. Sin embargo, los niños que durmieron más durante el estudio también informaron de un aumento del estrés, quizá porque el plan de estudios les ayudó a entender qué era el estrés. No obstante, durmieron mejor.
Ahora planean difundir los resultados de forma más amplia, por ejemplo, ayudando a los maestros a impartir un plan de estudios similar. También tienen previsto realizar más estudios para entender cómo los distintos elementos del plan de estudios, como los ejercicios que promueven la respiración profunda y lenta, pueden cambiar el funcionamiento del cuerpo para permitir un mejor sueño.
"Creemos que el trabajo de la respiración cambia el entorno fisiológico, quizá aumentando la actividad del sistema nervioso parasimpático, y que eso se traduce en una mejora del sueño", afirma Chick.