MADRID, 26 Nov. (EDIZIONES) -
A partir de los 40 años el tamaño del cerebro se reduce en torno a un 5% por década, según los expertos. Pero hay forma de atenuar los efectos de la atrofia asociados a la edad sobre la capacidad funcional del cerebro. La Medicina ha descubierto que otro de los innumerables efectos que tiene el ejercicio y la práctica deportiva sobre nuestra salud puede influenciar directa y favorablemente sobre nuestro cerebro, uno de los 'motores' fundamentales de su funcionamiento.
Desde la Asociación Americana de Personas Jubiladas (AARP por sus siglas en inglés), una organización sin ánimo de lucro en la que colaboran numerosos expertos, recuerdan que al hablar de las ventajas del ejercicio sobre nuestra salud solemos hacer referencia a las físicas, tales como la prevención de la obesidad y sus consecuencias (presión alta, diabetes y algunos tipos de cáncer), olvidando las también ventajas o beneficios que aporta sobre la salud mental.
"Especialmente destaca el alivio de la ansiedad crónica, el estrés, y la depresión. Pero también puede ayudar a fortalecer nuestro cerebro", aprecia. En concreto, cita que esto se demostró en un estudio realizado a hombres y mujeres con una edad promedio de 66 años, y publicado en la prestigiosa revista científica 'Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America'.
Además, y para obtener beneficios saludables, AARP reconoce que una persona debe hacer entre 20 y 30 minutos de actividad física moderada diaria, si bien lamenta que sobre la hora más beneficiosa para realizarlos todavía no existe consenso científico.
Álvaro Pascual-Leone, catedrático de Neurología y decano asociado de Ciencia Clínica y Traslacional de la Facultad de Medicina de Harvard, explica en una entrevista con Infosalus que cuando hacemos ejercicio y, por ejemplo, salimos a correr, o a andar rápidamente 15 minutos, este ejercicio continuado y mantenido hace que la actividad en ciertas áreas del cerebro se estructure mejor.
"Estoy haciendo un ejercicio cuyo mayor beneficio no es que mi corazón sea más fuerte, sino que mi cerebro esté más sano y pueda encargarse mejor de atender a las necesidades del resto de mis órganos internos", destaca este especialista.
Su colega en el Barcelona Brain Health Initiative (BBHI), proyecto de investigación dirigido a conocer y entender cómo se puede mantener la salud de nuestro cerebro, el neurocientífico, investigador principal y profesor David Bartrés-Faz, destaca que el ejercicio se ha demostrado como uno de los estilos de vida más beneficiosos para nuestro cerebro.
"Todo parte del conocimiento que han aportado estudios con animales, donde se vio que la práctica de ejercicio producía cambios positivos en el cerebro, junto a encontrarse en ambientes enriquecidos. En concreto, mejora la neurogénesis o formación de nuevas neuronas así como la comunicación entre las neuronas ya existentes", subraya el neurocientífico.
A partir de estudios de neuroimagen en humanos dice que se ha podido apreciar que el ejercicio tiene efectos positivos sobre la estructura y la función del cerebro, también en las personas de edad avanzada, y por ejemplo se ha visto que aquellos que realizan ejercicio presentan una menor atrofia en las zonas relacionadas con la memoria.
"El ejercicio favorece una serie de mecanismos que facilitan la vascularización de la sangre, así como la generación de vasos sanguíneos, pero también aumenta la expresión de proteínas con efecto neurotrófico o el crecimiento y la comunicación sináptica o comunicación entre células cerebrales", remarca Bartrés-Faz.
Eso sí, este experto llama la atención sobre el hecho de que, aunque no haya consenso sobre cuánto y qué deporte hay que hacer para mejorar nuestra salud, sí celebra que haya consenso en la comunidad científica acerca de evitar siempre el sedentarismo.
"El sedentarismo hará que aumente la mortalidad de casi todas las causas investigadas. La OMS aconseja realizar hasta 150 minutos semanales de actividad moderada, pero en el futuro habría que ir hacia una medicina personalizada. Se plantea hacer 'guidelines' sobre población concreta, como recomendaciones de ejercicio concretas para niños o personas de edad avanzada", precisa este especialista.
En este contexto, sostiene que hay varios estudios o trabajos que directamente muestran que por ejemplo la gente que se mantiene activa a lo largo de la vida en la edad adulta presentan una menor deposición de la proteína beta- amiloide, un marcador típico o incipiente de Alzheimer. "La actividad física da cierta resistencia al cerebro a lo largo de la vida para que no se acumule ese daño, le aporta una serie de mecanismos para que sea más flexible y contrarreste esos efectos", aclara el neurocientífico del BBHI.
Por tanto, concluye que el ejercicio tiene un efecto neuroprotector para el cerebro, y también hace que este órgano trabaje mejor y compense los cambios que se producen en el mismo con la edad, así como el inicio de las demencias. Eso sí, lamenta la falta de más estudios sobre el tema.