MADRID, 20 Nov. (EUROPA PRESS) -
'A mi me educaron así y soy normal, estoy bien'. Es una frase que hemos oído en más de una ocasión frente a la educación de nuestros hijos y a partir de la que muchas veces te rindes, prefieres desistir y no insistir, aún sabiendo que no es lo mejor para ellos. Y es que no debemos educarles como hace 40 años se educó a nuestros padres. El mundo ha cambiado y, por tanto, las necesidades son distintas.
"El concepto de normalidad y de bienestar es totalmente subjetivo e insuficiente si lo que tenemos entre manos es algo tan importante, tan intenso, y tan trascendente como educar a nuestros hijos", afirma en 'Educa Bonito' (Vergara) María Soto, que es logopeda, y formadora y experta en disciplina positiva, una rama de la Psicología.
En una entrevista con Infosalus con motivo de la publicación de su libro, la también directora del proyecto Educa Bonito, basado en una educación positiva para crecer desde el cariño y el respeto mutuo, llama la atención sobre el hecho de que en este 2020 no se crece igual que en 1920, por lo que tampoco se puede educar igual que en esa época.
"Si todo ha cambiado, ¿por qué pretendemos educar como lo hacíamos en el siglo pasado? No te hablo de valores, sino de la manera de transmitirlos. Ahí está la verdadera clave de todo. (*) La forma en la que queramos y enseñemos a nuestros hijos las cositas pequeñas del día a día será la forma en la que aprenderán a relacionarse y a entender la vida adulta. Cómo se sienten los hijos respecto a las personas que les enseñen es la clave del cambio", defiende esta especialista en disciplina positiva.
A su juicio, educar de manera consciente y respetuosa, utilizando herramientas de conexión, no significa que queramos enseñar cosas que nieguen nuestros instintos o el bagaje de la sabiduría ancestral, no se buscan valores modernos que anulen todo lo anterior.
Soto es experta en disciplina positiva, una metolodología, no una visión, basada en evidencia científica, que tiene más de 100 años de investigación y unas herramientas prácticas, que se aprenden en la formación, según explica. "Es aprender un método para acompañar a tus hijos entendiendo cómo crece el ser humano y sacar su máximo potencial. No sólo que aprenda a obedecer, sino que cada situación que vivamos en el día a día les enseñe habilidades para su vida adulta, entender los malos momentos y entenderlos para el crecimiento", afirma.
Según asegura la experta, consiste en mantener una visión positiva para el comportamiento infantil, ya que los niños no saben comportarse, se los vamos a tener que enseñar, ni tampoco expresar sus sentimientos y sensaciones correctamente hasta los 7 años. "Igual demuestra que necesita más cariño o atención de su madre mientras fastidia a su hermano pequeño. Debemos aprender a descifrar esto", señala Soto.
Así, considera que un mal comportamiento es "la conducta equivocada" que vemos en los niños, si bien avisa de que el comportamiento humano no sólo es la conducta final, sino que tiene motivaciones intrínsecas que no apreciamos a simple vista. "Son simplemente malas decisiones. El niño quiere aprender a hacerse hueco en la familia, en casa, en el aula, y como no sabemos cómo hacerlo tomamos malas decisiones", remarca.
SER MÁS COMPRENSIVOS
Por eso, aboga porque los adultos seamos más comprensivos con los niños, más hoy en día en pandemia, y ver su mal comportamiento con otros ojos, siendo conscientes de que el niño lo hace así porque no sabe hacerlo de otra manera, en primer lugar, y después porque si le enseñamos a tomar mejores decisiones sus conductas finales serán más adecuadas.
"Un niño pequeño le pega a su hermano porque sabe que tú vas a ir corriendo. Se trata de enseñarle que tiene que llamar la atención de manera respetuosa con su hermana. No tiene otro recurso y le tengo que enseñar a llamarme de otra manera. Los malos comportamientos son eso, los niños van creciendo porque esas malas decisiones les funcionan, obtienen lo que quieren con eso. Debemos enseñarles, si quieres ese juguete que ahora tiene tu hermano, debes negociar con él, hacer turnos, pero nunca pegarle para conseguirlo", detalla la experta en educación respetuosa.
Pero no queda ahí la cosa porque Soto alerta de que no sólo deben aprender los niños en este sentido, sino que los padres debemos hacerlo en primer lugar, con la ayuda de la disciplina positiva, intentando ver qué hay siempre detrás de esa conducta que no nos gusta de nuestros hijos, cuáles son las motivaciones que tiene realmente detrás de esa acción o mal comportamiento.
Según concreta, hay dos tipos de malos comportamientos: Aquellos que se realizan por falta de habilidad, porque no saben hacerlo de otra manera, desde ordenar mal o llegar tarde a sitios porque se enredan con cosas; y después los malos comportamientos por esa búsqueda de pertenencia. Estos últimos están realizados con buena intención pero se basan en malas decisiones. Estos los resumen en base a las 4 necesidades del ser humano: Necesidad de atención, de libertad, de justicia, y de capacidad.
"Los niños necesitan sentir que son libres, que les atendemos, que lo que les pasa es justo y que son capaces y a veces buscándolas lo hacen de manera inadecuada, por ejemplo, siendo insistentes o absorbentes. Nosotros debemos saber interpretar este mensaje. Debes ver qué te hace sentir la conducta de tu hijo: irritada, retada, dolida o bloqueada. En el momento en el que identifiques una de estas 4 sensaciones sabes qué necesita tu hijo. Hay que pensar qué es lo que sentimos, entender un idioma que no se habla con palabras sino con emociones, y aquí está la inteligencia emocional de los niños, que la tengamos primero los padres", relata la especialista en disciplina positiva.
De hecho, Soto destaca que "los malos comportamientos son los mejores amigos de los padres", ya que demuestran que los niños están tomando una mala decisión y se están equivocando.
POR QUÉ NO USAR PREMIOS O CASTIGOS
Con ello, esta experta remarca que una de las claves de que nuestros hijos se comporten bien se encuentra en huir de los premios, refuerzos, así como de los castigos. "Los premios lo que hacen es como amaestrar, es una recompensa, no aprende una habilidad, todo lo que hace bien lo hace buscando esa recompensa. En cambio, le puedes enseñar lo que es el orden, y lo hará por tener la satisfacción de tener la habitación ordenada y bonita. Mientras que si les das premios les quitas la posibilidad de aprender", asegura, al mismo tiempo que considera que son "peligrosos" porque activan de forma fácil los mecanismos de recompensa en nuestra mente, generando un circuito de felicidad "muy adictivo".
A su vez, condena los castigos, porque según lamenta "lo único que hacen" es que la persona se sienta mal, se le hace pagar por ello, y no se le deja trabajar su capacidad por hacerlo mejor. "Si te enseñan a hacer algo bien te sientes capaz a pesar de que te has equivocado, desde una suma hasta comportarte con tu hermano. Si te castigan no aprendes y la autoestima baja, bloquea la responsabilidad de tus actos. Y cuando una persona se siente mal no quiere hacer las cosas bien", mantiene Soto.
Con todo ello, apunta las siguientes pautas que podemos trabajar o aplicar los padres en este sentido:
1.- Reconfigurar el concepto del error, ver qué son esos malos comportamientos. Si son necesarios para crecer. Pero tanto los nuestros como los de los niños. Con más compasión y comprensión podremos crecer más. Si vemos como una oportunidad de aprendizaje tanto nuestros errores o fallos como padres, como los de nuestros hijos, se relaja el ambiente.
2.- En esta pandemia se está exigiendo mucho a los niños, y se les está privando de cosas en su naturaleza humana para crecer, como el ver una cara completa, el contacto. "Cualquier mala conducta o comportamiento o actitud preocupante de los niños hay que verla con cuidado, no quedarse en el ahora y en el 'esto no se hace', sino intentar descifrar de dónde viene esto. Ahora mismo hay que tener especial cuidado y ser compasivo con los malos comportamientos de nuestros pequeños", sentencia María Soto.