MADRID 11 Jul. (EUROPA PRESS) -
En el caso de la hepatitis B crónica, el hígado contiene células inmunitarias que podrían destruir las células infectadas por el virus de la hepatitis B, pero que permanecen inactivas. Un equipo de la Universidad Técnica de Múnich (UTM) en Alemania ha descubierto que las células de los vasos sanguíneos del hígado ponen en marcha un "temporizador de sueño" que apaga las células inmunitarias. Tal y como se publica en 'Nature', el objetivo de este mecanismo podría ser un punto de partida para las inmunoterapias.
"En la hepatitis B crónica, el sistema inmunitario del organismo intenta destruir las células hepáticas infectadas, lo que provoca daños a largo plazo, pero no consigue deshacerse del virus", explica Percy Knolle, catedrático de inmunología molecular de la UTM. Cabe destacar que en las infecciones crónicas, algunas células inmunitarias cuyos receptores podrían reconocer y destruir el virus de la hepatitis B están inactivas.
El equipo del profesor Knolle describe el motivo: El virus de la hepatitis B infecta específicamente a los hepatocitos, que constituyen la mayor parte del tejido hepático. Se alimentan de pequeños vasos sanguíneos revestidos de células endoteliales. Las células inmunitarias que entran en el hígado a través de la sangre sólo llegan a los hepatocitos infectados a través de aberturas especiales en estas células endoteliales. A través de estas aberturas sobresalen prolongaciones para llegar a los hepatocitos infectados y provocar su destrucción. Al hacerlo, se ven obligadas a entrar en estrecho contacto con las células endoteliales.
"Hemos demostrado que las células endoteliales ponen en marcha una especie de temporizador molecular del sueño en determinadas células inmunitarias: las células T citotóxicas, que pueden detectar los hepatocitos infectados por el virus de la hepatitis B", explica la doctora Miriam Bosch de la UTM, primera autora del estudio. "El temporizador empieza a funcionar en cuanto las células T entran en contacto con los hepatocitos infectados". Cuanto más tiempo estén en contacto las células T con las células endoteliales, más débil será su actividad, algo comparable a cuando el volumen de la música disminuye antes de que el temporizador de sueño se detenga por completo.
En concreto, las células endoteliales utilizan la vía cAMP-PKA para desactivar la transmisión de señales de los receptores con los que las células T reconocen el virus de la hepatitis B y a través de los cuales se activan. Como resultado, las células inmunitarias ya no atacan a las células infectadas y, sobre todo, no pueden proliferar.
"Creemos que este mecanismo evolucionó para proteger el hígado", reflexiona Percy Knolle. "El límite de tiempo impide que las células inmunes proliferen demasiado durante una infección y potencialmente dañen gravemente el hígado al destruir los hepatocitos infectados". En algunos casos, sin embargo, el tiempo para combatir el virus es aparentemente demasiado corto y el virus escapa al control del sistema inmunológico. Como nuevas células T siguen atacando a los hepatocitos infectados, la hepatitis B crónica provoca daños en los órganos a pesar del mecanismo de protección.
"Ahora se empieza a buscar la manera de influir en este mecanismo", puntualiza Knolle. "De este modo, podríamos ayudar al sistema inmunitario a combatir eficazmente una infección crónica por hepatitis B". Por un lado, se pueden concebir inmunoterapias dirigidas en las que se manipulen las células T de forma que ya no sean receptivas a las señales de las células endoteliales. Por otro lado, también es posible desactivar el mecanismo mediante pequeñas moléculas dirigidas a él.
Sin embargo, para ello es fundamental administrar sustancias activas de forma selectiva a las células inmunitarias del hígado y evitar así que se alteren los procesos vitales de otras células del organismo. Los investigadores creen que estas terapias podrían potenciar el efecto de las vacunas y ayudar así a combatir la hepatitis B crónica, que es especialmente frecuente en las regiones más pobres del mundo.