MADRID, 3 May. (EUROPA PRESS) -
Los estereotipos que tenemos pueden influir en el sistema visual de nuestro cerebro, lo que nos lleva a ver las caras de los demás de manera que se ajusten a estos estereotipos, según han encontrado neurocientíficos de la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos, cuyas conclusiones se detallan en un artículo que se publica en la revista 'Nature Neuroscience'.
"Nuestros resultados proporcionan evidencia de que los estereotipos que tenemos pueden alterar sistemáticamente la representación visual de una cara en el cerebro, distorsionando lo que vemos para que esté más en línea con nuestras expectativas sesgadas", explica Jonathan Freeman, profesor asistente en el Departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York.
"Por ejemplo, muchas personas han arraigado estereotipos que asocian a los hombres como más agresivos, siendo las mujeres como individuos más apaciguados, o a las personas negras como más hostiles, a pesar de que no podrá apoyar estos estereotipos personalmente --señala Freeman--. Nuestros resultados sugieren que este tipo de asociaciones estereotipadas pueden dar forma al procesamiento visual básico de otras personas, previsiblemente deformando cómo el cerebro 've' un rostro".
Investigaciones previas han demostrado que los estereotipos se filtran en las formas de pensar y de interactuar con otras personas, dando forma a muchos aspectos de nuestro comportamiento, a pesar de nuestras mejores intenciones. Pero los hallazgos de estos científicos muestran que los estereotipos también pueden tener un impacto más insidioso, conformando incluso nuestro proceso visual inicial de una persona de una manera que se ajuste a nuestros prejuicios existentes.
"Estudios anteriores han demostrado que la forma en la que percibimos una cara puede, a su vez, influir en nuestro comportamiento", señala uno de los autores principales, Ryan Stolier, estudiante de doctorado en la Universidad de Nueva York. "Nuestros resultados, por tanto, arrojan luz sobre una ruta importante y tal vez inesperada a través de la cual el sesgo no intencionado puede influir en el comportamiento interpersonal".
La investigación se basa en una innovadora técnica de seguimiento del ratón del ordenador que utiliza los movimientos de la mano de una persona para revelar los procesos cognitivos inconscientes y, en concreto, los estereotipos que poseen. Esta técnica requiere que los sujetos tomen decisiones en fracciones de segundo por los demás, descubriendo con ello una preferencia menos consciente a través de su trayectoria de movimiento a mano.
Mediante el uso de este software de seguimiento del ratón que desarrolló Freeman, los milímetros de movimiento del cursor del ratón de un sujeto de prueba se pueden vincular con datos de imagen cerebral para descubrir los impactos ocultos en los procesos cerebrales específicos.
ACTIVACIÓN NEURONAL ACORDE CON LOS ESTEREOTIPOS
En el primero de los dos estudios, Freeman y Stolier monitorearon la actividad cerebral de los sujetos --utilizando imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI)-- mientras que estos sujetos observaron diferentes caras: masculinas y femeninas, así como de varias razas y que representaban una gama de emociones.
Fuera del escáner cerebral, se pidió a los sujetos que clasificaran rápidamente el género, la raza y la emoción de las caras utilizando la técnica de seguimiento del ratón. A pesar de sus respuestas conscientes, los movimientos de la mano de los sujetos revelaron la presencia de varios prejuicios estereotipados.
En particular, los hombres, y en particular los hombres de raza negra, fueron percibidos inicialmente como "enojados", aun cuando sus rostros no estaban objetivamente enojados; y las mujeres eran percibidas inicialmente como "felices", incluso cuando sus rostros no estaban objetivamente felices.
Además, los rostros asiáticos fueron percibidos inicialmente como "mujeres" y las caras de personas negras fueron percibidas inicialmente "hombres", independientemente de su género real. Los investigadores confirmaron que el patrón específico de sesgos visuales observado coincide con asociaciones estereotipadas que prevalecen en Estados Unidos en un grado significativo.
Los hallazgos de resonancia magnética funcional de los investigadores respaldaron estas evaluaciones, lo que demuestra que estos sesgos estereotipados pueden afianzarse en el sistema visual del cerebro, específicamente en el giro fusiforme, una región implicada en el procesamiento visual de caras.
Por ejemplo, los patrones de activación neuronal provocados por hombres negros en esta región eran más similares a los promovidos por las caras de enojo de manera objetiva, incluso cuando dichas caras no mostraron ninguna característica de enfado real (por ejemplo, debido a los estereotipos de las personas negras como hostiles).
Por otra parte, la extensión de esta similitud estereotipada en los patrones de activación neural se correlacionó con el grado de sesgo observado en los movimientos de la mano de un sujeto. Por ejemplo, el grado en que la mano de un sujeto se desvió inicialmente hacia la respuesta "enojado" cuando tenía que categorizar una cara masculina de raza negra no enojada predijo la medida en que los patrones de activación neuronal de rostros masculinos negros y caras enojadas estaban más fuertemente correlacionados en el giro fusiforme.
Los numerosos otros sesgos descritos anteriormente también se observaron en los resultados de imágenes cerebrales. Como otro ejemplo, los patrones de activación neuronal provocados por rostros femeninos blancos eran más similares a los suscitados por las caras felices de manera objetiva, incluso cuando dichas caras no mostraron ninguna característica real de felicidad (por ejemplo, debido a los estereotipos de las mujeres como calmadas).
Además, los patrones de activación neuronal desatados por rostros asiáticos eran más similares a los provocados por los rostros femeninos, independientemente del género real (debido a los estereotipos que asocian a los asiáticos con rasgos más femeninos).
En el segundo estudio, los investigadores replicaron los hallazgos generales en un grupo más amplio de sujetos y descartaron explicaciones alternativas, como si la semejanza física inherente o similitudes visuales en ciertas caras pueden explicar los resultados. También midieron las propias asociaciones estereotipadas de cada sujeto utilizando una tarea adicional y demostraron que las propias relaciones únicas de un sujeto predijeron específicamente los prejuicios visuales y patrones de activación neuronal observados.
Estos resultados cimentaron la evidencia de que los propios estereotipos aprendidos pueden cambiar la forma en que una persona ve la cara de otra persona y también demostrar que esta forma de estereotipo visual no se limita a asociaciones particulares. Más bien, sean cuales sean las asociaciones que un individuo ha aprendido a través de su vida, es probable que se expresen en forma de este estereotipo visual, sugieren los hallazgos.
"Si los estereotipos que hemos aprendido pueden cambiar la forma en que procesamos visualmente a otra persona, este tipo de estereotipos visuales únicamente pueden servir para reforzar y, posiblemente, exacerbar los prejuicios que existen en primer lugar", señala Freeman.
"Esta investigación podría emplearse para desarrollar mejores intervenciones para reducir o posiblemente eliminar los prejuicios inconscientes -añade--. Los resultados ponen de relieve la necesidad de abordar estos sesgos a nivel visual, que pueden estar más arraigados y requerir formas específicas de intervención. Esta tendencia visual se produce en el momento en que vislumbramos a otra persona, mucho antes de que tengamos la oportunidad de corregirlo nosotros mismos o regular nuestro comportamiento".