MADRID, 7 Sep. (EUROPA PRESS) -
Los resultados de estudios clínicos publicados hoy simultáneamente en el 'Journal of the American Medical Association' (JAMA) y en 'JAMA Network Open' demuestran que la medición de la conducta de mirar de los niños predice el diagnóstico clínico experto de autismo en niños de entre 16 y 30 meses evaluados con un alto grado de precisión.
Según los investigadores del Marcus Autism Center, una filial de Children's Healthcare of Atlanta (Estados Unidos), esta nueva herramienta puede ayudar a los médicos a diagnosticar el autismo antes y, al mismo tiempo, proporcionar mediciones objetivas de las fortalezas y vulnerabilidades de cada niño, para ayudar a poner en marcha un apoyo eficaz para el niño y la familia.
"Los resultados muestran que la forma en que los niños pequeños miran la información social puede servir como un biomarcador eficaz y objetivo de los primeros signos de autismo", explica Warren Jones, autor principal, Director de Investigación del Centro de Autismo Marcus en Children's Healthcare de Atlanta y Nien Distinguished Chair en Autismo en la Facultad de Medicina de la Universidad Emory.
En los primeros ensayos del dispositivo, los investigadores solían referirse a la tecnología de biomarcadores como "la prueba Marcus" del autismo, en reconocimiento al liderazgo del filántropo Bernie Marcus en la investigación y el tratamiento del autismo durante los últimos 35 años, incluida la fundación del Centro de Autismo Marcus.
Uno de los mayores logros de su vida en el campo del autismo ha sido el desarrollo de una herramienta que permite diagnosticar antes a los niños y ponerlos antes en tratamiento.
El autismo afecta a 1 de cada 36 niños y la identificación precoz y la intervención temprana son importantes para apoyar la salud, el aprendizaje y el bienestar a largo plazo de todos los niños afectados.
Durante más de dos décadas, el doctor Jones y el coautor Ami Klin, Director del Centro de Autismo Marcus en el Children's Healthcare de Atlanta, han estudiado el "compromiso visual social" (cómo los niños miran y aprenden del entorno social que les rodea) y cómo esto difiere en los niños con autismo.
Investigaciones anteriores demostraron que estas diferencias surgen en la infancia y están directamente relacionadas con diferencias genéticas individuales. En su trabajo actual, los doctores Jones y Klin desarrollaron una tecnología para medir de forma fiable estas diferencias como biomarcador para uso clínico.
"Las implicaciones de gran alcance de estos resultados pueden significar que los niños que actualmente tienen un acceso limitado a la atención especializada, y se enfrentan a dos o más años de espera y derivaciones antes de ser finalmente diagnosticados a la edad de cuatro o cinco años, ahora pueden ser elegibles para el diagnóstico entre las edades de 16 y 30 meses", señala Klin, quien también es Jefe de División de Autismo y Discapacidades del Desarrollo en la Escuela de Medicina de la Universidad de Emory.
"Además --prosigue--, esta tecnología mide los niveles individuales de discapacidad social, capacidad verbal y capacidad de aprendizaje no verbal de cada niño, información fundamental para los clínicos a la hora de desarrollar planes de tratamiento personalizados para ayudar a cada niño a obtener los mayores beneficios".
La investigación publicada en 'JAMA Network Open' describe el desarrollo inicial de la tecnología, con resultados de más de 1.000 niños de dos años en estudios de descubrimiento y replicación.
Los datos publicados en el 'Journal of the American Medical Association' (JAMA) describen los resultados de un ensayo realizado en seis de los principales centros de diagnóstico y tratamiento del autismo del país, en el que se utilizaron dispositivos automatizados para realizar pruebas a aproximadamente 500 niños de entre 16 y 30 meses de edad.
En cada uno de estos estudios, los investigadores comprobaron si las medidas automatizadas del comportamiento de los niños podían predecir eficazmente los resultados de las evaluaciones diagnósticas realizadas por clínicos expertos y altamente cualificados.
Durante las pruebas, los niños veían escenas de vídeo de interacción social. Mientras miraban, se monitorizaban sus movimientos oculares a una frecuencia de 120 veces por segundo para determinar, momento a momento, qué información social miraban los niños y cuál no.
Tras la recopilación, decenas de miles de estas mediciones se compararon con datos de compañeros de la misma edad, utilizando algoritmos para cuantificar las similitudes y diferencias en cada momento.
Estas mediciones se resumieron para proporcionar una indicación diagnóstica global, así como mediciones individuales de los niveles de discapacidad social, capacidad verbal y habilidades de aprendizaje no verbal de cada niño.
Cuando se compararon con el diagnóstico clínico experto del autismo en seis de los centros más importantes del país, las mediciones automatizadas del comportamiento de los niños al mirar coincidieron exactamente con el patrón de referencia actual, lo que podría ayudar a allanar el camino para un diagnóstico más temprano y objetivo en muchos niños.
"Los biomarcadores objetivos basados en el rendimiento pueden ayudar a los médicos a diagnosticar y apoyar a más niños y familias, con el mismo nivel de confianza clínica. Esperamos que esto pueda aliviar las cargas actuales del sistema sanitario y reducir las largas listas de espera para la evaluación", afirma Jones.
"Cuando podemos acortar el tiempo desde la primera preocupación de los padres hasta el diagnóstico y el inicio de un apoyo beneficioso, podemos ayudar a impactar positivamente en las vidas de muchos niños y familias", asegura.