MADRID, 28 Sep. (EUROPA PRESS) -
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que se asocia a la infancia, ya que afecta al 10-15 por ciento de los niños, mientras que en adultos sólo se da en un 1-3 por ciento de la población, en parte porque a estas edades está infradiagnosticada al ser más difícil de detectar y confundirse con eccemas de otro origen.
Así lo ha asegura el Grupo Español de Investigación de Dermatitis de Contacto y Alergia Cutánea (GEIDAC) de la Academia Española de Dermatología y Venereología, que celebra este viernes un encuentro en Sevilla para analizar las novedades diagnósticas y terapéuticas de este trastorno.
La enfermedad aparece en forma de erupción cutánea o brotes de eccema y causa sequedad de piel, placas enrojecidas, picor y, en algunos casos, imposibilidad para conciliar el sueño, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida.
De base genética, se caracteriza por mutaciones en diferentes proteínas, como la filagrina, en la que hay alteración de la barrera cutánea y un trastorno inmunológico. "No se sabe qué va antes si lo uno o lo otro. Pero sí se conocen bien que existen múltiples factores desencadenantes como los ambientales (cambios de temperatura o de humedad), irritantes (ropa de lana), alergias a conservantes o fragancias, sensibilidad al polen, infecciones en la piel o situaciones de estrés. Todos ellos pueden desencadenar la enfermedad", ha explica Juan Francisco Silvestre, coordinador del GEIDAC.
Además, en los casos más graves los síntomas no remiten con los tratamientos disponibles y su día a día es muy complejo, dado que "el picor es constante y pueden pasar noches y noches sin dormir", señala este especialista.
En función de la extensión de las lesiones y de la inflamación que genere se habla de dermatitis leve, moderada o grave. Para las personas con una forma leve, el tratamiento será a base de corticoides tópicos, inhibidores de la calcineurina (tacrólimus y pimecrolimus) y a veces fototerapia.
Y si no responden a esta medicación, se opta por ciclosporina oral, y se pasará a otro tipo de inmunosupresores (metrotexato, azatioprina o mofetil micofenolato) si no responden al primero.
"A pesar de esta estrategia, que está orientada contra la respuesta inmunológica de forma inespecífica, hay pacientes que no mejoran y para los que ahora se abre un panorama esperanzador con la aparición de terapias biológicas, dirigidas contra dianas más específicas", ha apuntado Silvestre.
CLAVE PARA DETENER OTRAS COMORBILIDADES
Se piensa que controlar mejor este trastorno puede ser además una forma de detener la llamada 'marcha atópica', un grupo de comorbilidades que se observan en estos pacientes y que van desde la alergia de alimentos, la rinitis alérgica y el asma.
"No se sabe si interviniendo sobre la dermatitis se previenen las demás, pero es una vía que se debe intentar", explica Silvestre, que también insiste en las medidas que se deben implantar en la rutina de estos pacientes como evitar productos perfumados o utilizar cremas hidratantes.
Además de la dermatitis atópica, en esta reunión del GEIDAC también se hablará de otras patologías como la urticaria en su forma aguda y crónica, una enfermedad que también puede generar un gran impacto en la calidad de vida del paciente, sobre todo cuando se cronifica
Del mismo modo, este experto también ha resaltado la importancia de que haya unidades de Alergia Cutánea en el Sistema Nacional de Salud (SNS) para valorar de forma integral, tanto diagnóstica como terapéutica, estos problemas.