MADRID, 15 Ene. (EUROPA PRESS) -
A medida que en varios países ha ido apareciendo una nueva versión, aparentemente más transmisible, del virus que causa el COVID-19, un nuevo estudio de la University of Wisconsin-Madison (Estados Unidos) ha evidenciado que la transmisibilidad de las cepas y la densidad de población de una región desempeñarán un papel importante en la forma en que las campañas de vacunación puedan ayudar a los pueblos y ciudades a volver a actividades más normales.
Los hallazgos, publicados en la revista científica 'Communications Biology', sugieren que dirigir las vacunas hacia las zonas densamente poblados ayudaría a interrumpir la transmisión de la enfermedad. Los planes actuales de distribución de la vacunación, sin embargo, no tienen en cuenta la densidad.
Los investigadors estudiaron la propagación de COVID-19 en EE.UU. al comienzo de la pandemia, antes de que la gente cambiara su comportamiento para evitar la enfermedad. Esto les permitió descubrir los factores que pueden afectar la transmisión de COVID-19 cuando la mascarilla y el distanciamiento físico comienzan a disminuir y el comportamiento se asemeja una vez más a la normalidad pre-pandémica.
Analizando los datos de cada condado de 39 estados hasta el 23 de mayo, encontraron que cuanto más alta es la densidad de población de un condado, más fácilmente el SARS-CoV-2, el virus responsable del COVID-19, se propaga de persona a persona. Esta propagación a nivel de condado se cuantifica en última instancia en el número básico de reproducción del virus, una medida del número promedio de personas que una persona infectada llega a infectar.
Los investigadores también encontraron pruebas convincentes de que la cepa viral importa. Los investigadores observaron que las regiones que albergaban una mayor proporción de cepas que contenían una mutación llamada G614 experimentaban una mayor propagación viral, un hallazgo apoyado por otras investigaciones que mostraban que esta cepa podía ser transmitida más fácilmente.
Si bien la mutación G614 no está relacionada con B.1.1.7, una cepa identificada por primera vez en Reino Unido que parece estar propagándose más fácilmente en este momento, el nuevo estudio refleja la importancia que puede tener la cepa viral en la propagación general de la enfermedad en una zona local.
Para rastrear la tasa de propagación viral, trabajaron con el número de personas que murieron de COVID-19 la primavera pasada. Cuando las pruebas eran limitadas al comienzo de la pandemia, las muertes rastreaban con mucha más precisión la transmisión del COVID-19. Mientras una proporción relativamente constante de personas infectadas muera a causa de la enfermedad, los datos sobre cómo aumentan las muertes con el tiempo serán directamente proporcionales a la tasa general de propagación.
La densidad de población predijo una cantidad considerable de la diferencia en la tasa de propagación viral de un condado a otro durante el período de tiempo que los investigadores estudiaron. Los condados de densidad baja o moderada no tenían altas tasas de propagación de la infección, aunque las tasas de transmisión más bajas no protegen necesariamente a una región de que con el tiempo se produzcan altos recuentos de casos.
La ubicación explicaba una fracción aún mayor de la propagación en el modelo de los investigadores. Las regiones que se encontraban a unos pocos cientos de kilómetros de distancia entre sí tenían tasas de transmisión similares. Esta similitud regional podría haber sido causada en parte por respuestas similares de salud pública en los condados vecinos.
También encontraron evidencia de que las diferencias regionales en las cepas virales explicaban por qué los condados vecinos se veían similares. Por ejemplo, la baja proporción de mutantes G614 en el noroeste y el sudeste se asoció con menores tasas de transmisión.
Los investigadores investigaron varios otros factores, como la prevalencia de la obesidad y la diabetes, la situación socioeconómica y la afiliación política, y descubrieron que ninguno de ellos contribuía de manera significativa a la tasa de propagación de COVID-19 al comienzo mismo de la epidemia. Aunque estos factores pueden afectar la susceptibilidad de los individuos y las poblaciones a las complicaciones de la enfermedad, no parecen afectar la transmisión del virus de persona a persona.