MADRID 21 May. (EUROPA PRESS) -
Investigadores de la Red de Investigación Renal (REDinREN) perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, han demostrado, tras 30 años de estudio, que la viabilidad a largo plazo de la diálisis peritoneal no depende de las condiciones personales de cada peritoneo.
De esta forma, se ha puesto fin a la vieja controversia científica sobre si todos los tipos de peritoneo servían para realizar la diálisis peritoneal o si, por ejemplo, los pacientes con peritoneos muy permeables desde el inicio tenían una limitación para realizarse la diálisis peritoneal o un peor pronóstico con esta técnica en comparación con la hemodiálisis tradicional.
La diálisis peritoneal se basa en utilizar el peritoneo --una membrana que recubre internamente los órganos abdominales-- como filtro para limpiar la sangre de sustancias tóxicas, en lugar de usar los filtros fabricados artificialmente que llevan las máquinas de diálisis.
El problema es que el peritoneo es un tejido vivo, individual y con capacidad de reaccionar ante agresiones. Por eso desde los inicios de la diálisis peritoneal se planteó la duda de si exponer repetidamente el peritoneo a los líquidos necesarios para realizar la diálisis, podía inducir cambios en su función o en su anatomía que terminaran siendo perjudiciales para el paciente renal crónico.
Asimismo, en el año 1994 este mismo grupo de investigadores coordinados por el jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario La Paz, Rafael Selgas, describieron un fenómeno que puede aparecer tras 4 ó 5 años continuados de diálisis peritoneal en el 20 y el 30 por ciento de los pacientes. Es el llamando fenómeno del 'alto transporte adquirido' y consiste en que el peritoneo con el tiempo aumenta demasiado su permeabilidad --porque aumenta excesivamente la permeabilidad de sus poros-- y disminuye su capacidad de extraer líquido que está retenido en el interior del cuerpo y es necesario eliminar.
No obstante, la investigación, que publica la revista científica 'Peritoneal Dialysis International' y fue realizada utilizando la misma metodología en 275 pacientes durante 30 años, ha confirmado que la capacidad de filtración del peritoneo es muy distinta de unos enfermos a otros. Aunque hay pacientes que transportan muy rápidamente los solutos y otros más lentamente, este pormenorizado estudio confirma que estas características de transporte peritoneal basal no influyen en la capacidad de utilizar el peritoneo para la diálisis a largo plazo.
Además, en muchos pacientes, la situación de alto transporte peritoneal inicial se revirtió por sí sola tras un año en diálisis, sobre todo si no habían sufrido infecciones peritoneales, desapareciendo el problema del alto transporte peritoneal.
Otra gran novedad que aporta esta investigación es haber demostrado cómo la utilización de la icodextrina previene o retrasa la aparición del alto transporte adquirido. La icodextrina es un polímero de la glucosa --muchas moléculas de glucosa unidas que tardan más en degradarse-- y permite no tener que utilizar tanta glucosa para la diálisis peritoneal.
Por ello, gracias a esta investigación a partir de ahora se podrán estudiar cómo afectan al peritoneo nuevos líquidos usados en diálisis peritoneal. Bastará compararlos con los patrones de comportamiento del peritoneo obtenidos durante estos 30 años y analizar si los nuevos líquidos representan un avance frente a los anteriores.