MADRID, 1 Nov. (INFOSALUS) -
La arterioesclerosis es una enfermedad que se inicia pronto en la vida, hacia los 20 o los 30 años, y que permanece durante dos o tres décadas sin dar síntomas. Es a partir de los 50 años cuando comienzan las complicaciones debido a la acumulación progresiva de placas en las arterias y a su obstrucción. Aunque la enfermedad no tiene cura, una vez detectada, un estilo de vida cardiosaludable puede detener su avance.
Según explica a Infosalus Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón, casi la mitad de los infartos acaban en muerte súbita y la otra mitad puede dar síntomas en los días anteriores con dolor fuerte en el centro del pecho (angina de pecho) tras realizar alguna actividad intensa, una comida copiosa o algún esfuerzo excesivo. Los síntomas pueden ser un dolor que se irradia a los brazos y al cuello y que puede dar lugar al diagnóstico de una obstrucción coronaria.
En los casos en los que la muerte es inevitable el trombo se forma muy rápido y la obstrucción de la arteria provoca un fenómeno eléctrico que casi detiene el corazón debido a lo que se denomina fibrilación ventricular y que impide el bombeo de sangre al resto del cuerpo.
Según señala Plaza, en estos casos sólo el choque eléctrico puede impedir la muerte al reactivar el circuito eléctrico cardiaco. De ahí la importancia de la existencia en localizaciones públicas y accesibles de desfibriladores, un dispositivo sanitario que en sus versiones más avanzadas al situarlo sobre el pecho detecta si la persona está sufriendo la parada y proporciona de forma automática un choque eléctrico que reactiva el latido cardiaco.
En un grupo más 'afortunado' de pacientes de arteriosclerosis el infarto pasa desapercibido aunque deja secuelas en el corazón, que en las pruebas clínicas muestra una zona de cicatrización derivada del infarto. Estas personas que no han sido conscientes de sufrir un ataque cardiaco suelen tener un buen pronóstico ya que el seguimiento médico y el cambio a un estilo de vida más 'cardiosaludable' (control del peso, ejercicio físico y control de hipertensión y colesterol) aumenta en gran medida su esperanza de vida.
"En la mayoría de los casos no se han dado síntomas, de ahí que pasen desapercibidos, muchos se detectan en un preoperatorio y al ser de pequeña magnitud el paciente no se ve afectado", señala Plaza.
DETECTAR A TIEMPO EL ATAQUE SILENTE
El experto apunta que la prevención es clave para combatir una enfermedad silente y progresiva como la arterioesclerosis. "A partir de los 50 años es recomendable pasar por una prueba de esfuerzo que permita identificar a estas personas en las que no existen síntomas. Al forzar al corazón a trabajar más se detecta la aparición de desequilibrios ya sea porque aparece una angina de pecho o se altera la fibrilación cardiaca".
Plaza señala que estos ataques cardiacos silenciosos son más comunes en la población diabética. "Aunque se desconocen las causas se sospecha que los nervios asociados al corazón son menos sensibles como consecuencia de la diabetes", señala el cardiólogo. Si bien el ataque cardiaco afecta a ambos sexos de forma similar, el especialista apunta que las consecuencias suelen ser más graves entre las mujeres.
Según señala Plaza, "es mejor pasarse por precaución, si existe dolor nuevo, brusco y súbito en la parte anterior del pecho es mejor acudir al médico para que pueda hacer un electrocardiograma". Estos infartos silenciosos revisten de gravedad precisamente por su falta de síntomas y porque pueden ser la antesala de un infarto fatal.
Cuando se detecta la existencia de un ataque cardiaco que no ha presentado síntomas el pronóstico en los pacientes suele ser bueno. "Estos pacientes cardíacos pasan por pruebas más específicas como el cateterismo y la coronariografía que detectan el grado, intensidad y las posibles obstrucciones derivadas de la enfermedad. Después, se puede realizar una angioplastia en la que se suele colocar un pequeño tubo ('stent') para reparar la arteria lesionada", aclara Plaza.
En Europa la mortalidad por causas cardiovasculares alcanza el 47%, es decir, que de cada dos muertes una se debe a la arterioesclerosis. En los países mediterráneos la alimentación y un estilo de vida más activo parecen resultar protectores y en España este porcentaje desciende hasta el 30%.
"Es una enfermedad que no se cura de ahí la importancia del control de la hipertensión, el colesterol y de dejar el tabaquismo, los principales factores de riesgo que hacen que la placa aterosclerótica crezca más rápido", señala Plaza.
¿CÓMO ACTUAR?: GANAR TIEMPO HASTA EL DESFIBRILADOR
El cardiólogo explica que cuando se produce una parada cardiaca resulta esencial la rapidez en la actuación de las personas que se encuentran más cerca y ganar tiempo con las maniobras cardiacas para mantener el bombeo de sangre del paciente hasta el acceso a un desfibrilador automático y la llegada de los servicios de emergencias.
En estos casos tras avisar a emergencias, se realiza la denominada cadena de supervivencia, que consiste en los siguientes pasos: ver si la persona responde o no responde; si tiene pulso o no; si respira o no; y, si no respira ni tiene pulso, iniciar las maniobras de Resucitación Cardiopulmonar Básica (RCP).
Para aplicar la RCP se deberán colocar las manos entrelazadas encima de la región central del pecho y proceder a la realización de 90 compresiones torácicas por minuto. Las personas no expertas deben realizar sólo las compresiones torácicas de la manera más sostenible posible y dejar las respiraciones boca a boca al personal experto.
Gracias a estas compresiones el esternón descenderá y ascenderá cinco centímetros cada vez, lo que moverá la sangre dentro del corazón y del tórax, activando toda la circulación del organismo.