MADRID, 29 Jul. (EDIZIONES) -
Al cerebro no le gustan las altas temperaturas y ni mucho menos los contrastes en el termómetro. Por lo general, el cerebro es el encargado de regular nuestra temperatura corporal. Ahora bien, según reconoce el doctor Javier Camiña, vocal de la Sociedad Española de Neurología, en los días en los que el calor nos azota con fuerza solemos estar más lentos, no solo en nuestros movimientos, sino también a la hora de pensar y de ejecutar. El calor no le va bien.
"Por encima de los 40 grados ambientales a nuestro cerebro le puede costar regular la temperatura, ya que nuestro sistema de termorregulación puede verse desbordado. El hipotálamo, la estructura cerebral encargada de hacer coordinar dicha regulación, intenta compensar el exceso de calor, a través de mecanismos como el control de la frecuencia respiratoria, la sudoración, y de la sensación de sed", explica en una entrevista con Infosalus.
Es más, advierte de que si se mantienen esas temperaturas externas muy altas en el tiempo el hipotálamo deja de funcionar correctamente (disminuye la vasodilatación y la sudoración, mecanismos necesarios para la disipación del calor), aumenta progresivamente la temperatura corporal y nos exponemos a los golpes de calor. "Es una situación muy grave y con un riesgo de mortalidad muy alto, que consiste en una disfunción cerebral y multiorgánica grave como consecuencia de una temperatura corporal mayor de 40,5 grados", advierte.
Eso sí, recuerda este neurólogo que hay personas que viven en zonas del mundo donde es habitual que los termómetros se sitúen más allá de los 40 grados, lo que refleja la capacidad de adaptación al entorno del ser humano, y cómo el cerebro puede regular de manera exitosa su funcionamiento en circunstancias adversas.
Por ello, este doctor aconseja en esos casos evitar las horas centrales del día para eludir las consecuencias negativas de la afectación cerebral, especialmente las poblaciones más vulnerables (niños y ancianos, sobre todo aquellos con enfermedades crónicas o que no puedan valerse por sí mismos), debido a su menor capacidad regulatoria de la temperatura.
LA ATENCIÓN Y EL SUEÑO PUEDEN VERSE AFECTADOS
"Al cerebro no le gustan los cambios excesivos de ninguna índole y frente a esto hay personas más vulnerables. En el caso de la migraña, por ejemplo, los cambios bruscos de temperatura pueden ser desencadenantes de crisis de migraña", sostiene el vocal de la Sociedad Española de Neurología.
Subraya a su vez que el calor repercute igualmente en las tareas del mantenimiento del sueño, también competencia del hipotálamo; aunque avisa de que sucedería lo mismo con el excesivo frío: "Se altera el ciclo de sueño y de vigilia. Aparece insomnio de conciliación (dificultad para quedarse dormido), como de mantenimiento (dificultad para 'dormir del tirón'), con despertares frecuentes y precoces y sueño superficial, menos reparador".
El neurólogo mantiene que la calidad del sueño se ve comprometida en estas situaciones, y las funciones de mantenimiento necesarias para un funcionamiento óptimo del cerebro se ven afectadas: "Es habitual que aparezcan, como consecuencia, fatiga, irritabilidad, inatención, alteraciones del ánimo o bajo rendimiento cognitivo".
Aquí precisa el miembro de la Sociedad Española de Neurología que el calor puede empeorar los síntomas de las personas con Esclerosis Múltiple, lo que se conoce como el 'fenómeno Uhthoff': "Pequeños cambios en la temperatura corporal pueden empeorar de manera transitoria síntomas físicos o cognitivos previos de la paciente, repercutiendo en su autonomía personal".
Por otro lado, el doctor Camiña indica que el calor aumenta el riesgo de deshidratación, y esto nos provoca afectaciones a nivel cognitivo, sobre todo a nivel de la memoria a corto plazo y cansancio, con la aparición de fatiga o de somnolencia.
En este punto, llama la atención sobre la deshidratación, "especialmente relevante en las personas ancianas", a menudo tratadas con varios medicamentos, en los que esta situación puede desencadenar o agravar efectos secundarios de sus fármacos habituales, empeorar síntomas de sus enfermedades previas, favorecer síntomas de confusión, de estreñimiento, o manifestaciones cardiológicas como las arritmias.
SIGUE ESTOS CONSEJOS
Así, el vocal de la Sociedad Española de Neurología aporta los siguientes consejos para evitar que el calor afecte a nuestro cerebro más de la cuenta:
1. Evite actividades físicas al aire libre en las horas centrales del día.
2. Procure estar en estancias adecuadamente acondicionadas que mitiguen el calor y la humedad excesivos; evite permanecer durante tiempo prolongado en espacios cerrados o sin ventilación adecuada (como en un coche al sol).
3. Hidrátese de manera frecuente, incluso aunque no sienta sed.
4. Dúchese a menudo para reducir la temperatura corporal.
5. Use ropa holgada y que no impida la transpiración.
6. Evite actividades prolongadas; descanse de manera periódica.
7. Compruebe con asiduidad cómo se encuentran las personas vulnerables de su entorno.