MADRID, 18 May. (EDIZIONES) -
En la primera infancia y la etapa preescolar los padres están más interesados por buscar información, leen más sobre la crianza, sobre todo si se trata del primer hijo. Después de los tres años todo ello se considera menos importante, los padres se sienten más seguros y luego al llegar a la adolescencia vuelven a buscar información.
Según explica a Infosalus la psicóloga Teresa Rosillo, autora de 'Padres saludables. Aprendiendo con nuestros hijos' (Pirámide, 2016), es desde los tres a los quince años cuando más necesitan los niños aprender las competencias necesarias para vivir en familia y en sociedad, una época en la que hay que trabajar para luego no tener que buscar remedios en la adolescencia.
"Hay muchos padres que no quieren aprender, creen saber y buscan teorías que avalen sus ideas preconcebidas, es lo que sucede por ejemplo con el tema de los niños que duermen con sus padres. Los niños no deben crecer con miedos como los de dormir solos, a la oscuridad o a la separación", comenta la autora.
Estas teorías que buscan los padres para avalar algunas prácticas en la educación de sus hijos en muchos casos denotan un miedo personal a la separación. "Pero cuando ya son muchas las ocasiones en las que se han dado de bruces con la realidad del problema tienen que cambiar", señala Rosillo.
En su libro, Rosillo plantea a los padres 20 competencias necesarias y ha seleccionado para Infosalus las cinco que considera fundamentales, seamos los padres conscientes de ello o no, para que padres e hijos compartan de forma saludable el aprendizaje que supone la crianza:
1. Resiliencia o resistencia a la frustración
"En la actualidad vemos muchos niños que buscan solo la satisfacción inmediata, la gratificación en cosas materiales y de las que se desencantan enseguida. Los padres no quieren que sus hijos sufran y para ello les dan todo lo que está en su mano", apunta la autora.
Sin embargo, los niños deben aprender a enfrentar la frustración a través de sentirse frustrados, se debe de premiar la consecución del objetivo pero también el esfuerzo. No deberían conseguirlo todo de forma inmediata.
Las opciones más adecuadas pasan por no consolar de inmediato a los niños para que aprendan a salir por sí mismos de la frustración y los padres deben también aprender a tolerar que el niño llore. Es mejor dejar que los niños fantaseen con sus deseos y no cumplírselos siempre para lo que puede ser de gran utilidad compartir con ellos los deseos propios.
En el caso de los hijos únicos hay que aplicarse el doble y contenerse ante una disponibilidad excesiva. Cuando es más de uno es más habitual que el niño aprenda a esperar mientras se atiende a otro de los hermanos.
2. Autonomía
"Hacemos niños dependientes porque nos resulta más fácil hacer sus cosas que enseñarles cómo hacerlas pero cuando tienen ya 15 o 16 años no podemos quejarnos de que no son autónomos", adelanta Rosillo.
Este no enseñar a los hijos puede deberse a que los padres no les dedican el tiempo suficiente o a que sienten que se alejan de ellos y quieren seguir alargando las etapas sin dejar al niño que pase a la siguiente. "No quieren que crezca o les da pena, existe cierta ansiedad de separación y temen que el vínculo se rompa", explica.
Los padres deben saber qué pueden pedir al niño en cada etapa evolutiva aunque también será algo que dependa de su carácter y no hay que olvidar que hacer las cosas por sí mismo va a reforzar su autoestima.
Además, los adultos deben proveer a los niños de herramientas para que puedan llevar a cabo sus tareas y puedan adaptarse al medio. Esto supone estar pendiente de aspectos como poner tiras en sus abrigos para que los puedan colgar sin dificultad y percheros a su altura, estantes y cajones en los que guardar con facilidad los juguetes, ropa amplia y cómoda para que puedan vestirse solos, escalones para alcanzar de forma segura sus cosas o dejarles el tiempo suficiente para aprender y realizar una nueva tarea.
3. Enfrentar miedos
El miedo es inherente a los seres humanos y en los niños existen los normales y evolutivos que suelen implicar un salto cognitivo pero que a partir de los 6 años es común que desaparezcan. En los años posteriores tienen que ver más con la crítica, el rechazo o las relaciones sociales.
"Los padres no deben fomentar la evitación en el niño ya sea por comodidad o por pensar que con el tiempo se les pasará ya que si los miedos se evitan se refuerzan", aclara Rosillo. Hay niños que por temperamento son más propensos a temer las situaciones nuevas o la relación con los demás por este motivo hay que fomentar que estén en nuevos contextos y enfrenten situaciones nuevas.
"Los padres deben ser un modelo de seguridad porque los niños aprenden de ellos y también de sus miedos. Nunca se debe emplear el miedo para que los niños cumplan las normas y hay que conseguir que cuando se enfrenten a una situación que les da miedo consigan tener éxito".
4. Empatía y respetar al otro
La empatía es algo que empieza desde casa. Los padres intentan que el niño se ponga en el lugar de otros niños pero pocas veces hacen lo mismo con respecto a ellos. La autora comenta cómo ha conocido a padres muy sacrificados y muy disponibles siempre, esforzados por cumplir hasta el extremo.
"Los niños no piensan en los padres, hay que decirles cómo te sientes, que se pongan en tu lugar y para ello hay que contarles también cosas nuestras como que tenemos malos días en los que la paciencia falta porque si no es así, los niños viven en su mundo y solo piensan en sus planes y no en los tuyos. Tienen que aprender a ponerse también en el lugar de los padres", señala Rosillo.
El respeto a los demás también debe aprenderse desde casa, son los padres los que primero tienen que ejercer de modelo. Este respeto también se extiende al mobiliario de la casa, al espacio personal de cada uno de los padres y a los tiempos. Poner las necesidades del niño siempre en primer lugar no es lo más recomendable.
5. Capacidad de reflexión
Trabajar con los niños esta competencia les lleva a entender las relaciones causa-efecto, la secuencialidad temporal y les hace pensar en qué les ha sucedido o por qué han actuado de determinado forma. "Existen adultos que no se plantean las cosas, ni saben cómo se conectan mente y cuerpo o por qué les suceden determinadas cosas. Son problemas derivados de carecer de pensamiento analítico y de que en la actualidad todo está basado en el ya, en la inmediatez del momento", apunta la autora.
Hay que preguntar al niño dónde se sitúa él, cómo se siente: establecer la secuencia temporal de por qué han pasado las cosas, poner así en palabras lo sucedido y ordenar sus pensamientos para que pueda entender qué ha pasado.
También es muy positivo escribir qué ha sucedido en un momento determinado porque permite al niño pararse a pensar en las cosas que le pasan. "Hay que hacerles preguntas para que reflexionen sobre lo que ha pasado y devolverles las preguntas que ellos nos plantean. Hablar de la vida, de los sentimientos, de lo que más les ha gustado, no se trata de sonsacar información sino de compartirla. De esta forma haces pensar y reflexionar al niño", concluye Rosillo.