MADRID, 4 Dic. (EDIZIONES) -
"Los síndromes mielodisplásicos son un grupo heterogéneo de enfermedades de las células de la médula ósea cuya principal característica es que presentan alteraciones cualitativas y cuantitativas, lo que provoca que no se produzcan de manera óptima las células de la sangre, dando lugar a un menor número de glóbulos rojos, blancos o plaquetas, y que además no funcionen de manera adecuada", explica en una entrevista con Infosalus el doctor Valentín Cabañas, del servicio de Hematología del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia).
El también miembro de la junta directiva de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) señala a su vez que, en función del tipo, el pronóstico es diferente, existiendo numerosas clasificaciones, aunque una de las más empleadas los divide en: bajo riesgo, cuya supervivencia es más prolongada y tienen menor riesgo de evolución a leucemia aguda; y de alto riesgo, que tienen menos supervivencia y más riesgo de progresión a leucemia aguda.
Desde la Fundación Josep Carreras señalan que en ocasiones estos síndromes son consecuencia de una anomalía genética previa, como ocurre en la Anemia de Fanconi. "En otras, se trata de un trastorno adquirido secundario a un tratamiento con radioterapia o quimioterapia, o a la exposición prolongada al benceno, pesticidas o insecticidas. No obstante, en la mayoría de los casos, no es posible hallar una causa que lo justifique", añade.
FACTORES DE RIESGO
Por otro lado, el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NIH, por sus siglas en inglés) subraya que entre los factores de riesgo para los síndromes mielodisplásicos figuran los siguientes:
· Haber tenido un tratamiento anterior de quimioterapia o radioterapia por un cáncer.
· Estar expuesto a ciertas sustancias químicas, como el humo del tabaco, los plaguicidas, los fertilizantes y los solventes como el benceno.
· Estar expuesto a metales pesados, como el mercurio o el plomo.
Sobre los signos y síntomas de un síndrome mielodisplásico, el NIH apunta que a menudo no producen signos o síntomas. "Algunas veces se detectan en un recuento sanguíneo completo de rutina. Los signos y síntomas los puede causar cualquier síndrome mielodisplásico o por otra afección", señala.
No obstante, aconseja consultar con el médico si se presenta:
.- Dificultad para respirar.
.- Debilidad o sensación de cansancio.
.- Piel más pálida de lo normal.
.- Formación de hematomas o sangrado fácil.
.- Petequias (manchas planas, localizadas debajo de la piel causadas por el sangrado).
Para detectar (encontrar) y diagnosticar los síndromes mielodisplásicos, se utilizan pruebas que examinan la sangre y la médula ósea. En concreto, indica que se pueden utilizar las siguientes pruebas y procedimientos:
· Examen físico y antecedentes: examen del cuerpo para chequear los signos generales de salud, incluso verificar si hay signos de enfermedad, como masas o cualquier otra cosa que parezca anormal. También se toman los antecedentes médicos de las enfermedades y los tratamientos anteriores del paciente.
· Recuento sanguíneo completo con diferencial: procedimiento mediante el cual se toma una muestra de sangre para verificar: La cantidad de glóbulos rojos y plaquetas; la cantidad y el tipo de glóbulos blancos; la cantidad de hemoglobina (la proteína que transporta oxígeno) en los glóbulos rojos; y la parte de la muestra compuesta por glóbulos rojos.
EL FACTOR DE LA EDAD
Finalmente, desde la Fundación Carreras sostienen que la incidencia de los síndromes mielodisplásicos aumenta con la edad, siendo la media de edad de aparición de 70 años y tan sólo el 10% de los pacientes tienen menos de 50 años. "Es más común entre los hombres que entre las mujeres. Se diagnostican entre 30 y 50 nuevos casos por millón de habitantes y año", precisa.
El doctor Cabañas subraya a este respecto que la enfermedad aparece en edades mayores pero se desconoce en un principio el porqué. "Entre otras hipótesis se baraja la acumulación con la edad de lesiones en el ADN, aunque últimamente se han desarrollado tratamientos con mayor eficacia para este grupo de enfermedades. Se trataría de la 'lenalidomida', la 'azacitidina', y la 'decitabina', que han mejorado sustancialmente la calidad de vida y la esperanza de vida de estos pacientes", sentencia.