MADRID, 10 May. (EUROPA PRESS) -
Científicos del Instituto de Inmunología de La Jolla (Estados Unidos) han demostrado que la hipoxia puede activar el mismo grupo de células inmunitarias que causan la inflamación durante los ataques de asma. Cuando una persona tiene problemas para respirar, estas células inundan las vías respiratorias con moléculas que dañan los pulmones.
La hipoxia puede tener efectos a largo plazo. De hecho, los médicos describen la hipoxia como un "insulto inicial". Experimentar la hipoxia es un desencadenante conocido para desarrollar y empeorar enfermedades pulmonares como el asma grave, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la fibrosis. Para tratar y prevenir estas enfermedades, los investigadores necesitan comprender por qué la falta de oxígeno puede afectar al sistema inmunitario.
"Demostramos cómo la falta de oxígeno puede formar parte de un bucle de retroalimentación que puede contribuir a una inflamación aún peor. Este trabajo nos permite comprender las causas de la fibrosis pulmonar y del asma grave", explica el doctor Mitchell Kronenberg, autor principal del estudio.
Kronenberg y sus colegas trabajaron con un modelo de ratón genéticamente alterado para imitar las señales de hipoxia en las células epiteliales de las vías respiratorias, que recubren las vías de acceso a los pulmones. Descubrieron que la combinación de las señales de hipoxia con las señales inflamatorias estimulaba la inmunidad "innata", o de respuesta rápida, y un tipo de célula inmunitaria llamada ILC2.
La función de las ILC2 es fabricar moléculas de señalización (llamadas citoquinas) que alertan rápidamente a otras células inmunitarias para que reaccionen ante un patógeno. Por desgracia, las ILC2 a veces reaccionan de forma exagerada y responden a alérgenos ambientales inofensivos. En estos casos, las ILC2 producen citoquinas que impulsan la producción de mucosidad y la inflamación de los pulmones. Toda esta inflamación y mucosidad conduce a la hipoxia.
Según su estudio, publicado en la revista científica 'Journal of Experimental Medicine', las ILC2 también responden a la hipoxia, lo que se suma al daño pulmonar ya causado durante un ataque de asma. "Esa hipoxia puede contribuir a la inflamación", dice Kronenberg.
El siguiente paso fue averiguar exactamente cómo las células epiteliales activan las ILC2 durante la hipoxia. Así, descubrieron un culpable inesperado: la adrenomedulina (ADM). La ADM es conocida por su función de ayuda a la dilatación de los vasos sanguíneos, pero hasta ahora no se conocía su papel en la función inmunitaria.
Kronenberg se sorprendió al ver que la ADM estaba implicada, pero no se escandalizó: "Estamos descubriendo que muchas moléculas que no tenían un papel conocido en el sistema inmunitario pueden ser también importantes para la función inmunitaria. Tenemos que entenderlo de forma más general".
Los investigadores demostraron que las células epiteliales pulmonares humanas expuestas a la hipoxia también producían ADM. Esto significa que el ADM o su receptor podrían ser objetivos para tratar enfermedades pulmonares inflamatorias y alérgicas.
El reto consiste en encontrar un equilibrio entre la amortiguación de la respuesta inmunitaria perjudicial sin dejar al organismo vulnerable a las infecciones. Kronenberg señala que la conexión célula epitelial-ADM-ILC2 protegió a los ratones de las infecciones por anquilostoma, que dañan los pulmones y el intestino.
"La ADM es una nueva diana para las enfermedades pulmonares y también se ha implicado en la neumonía bacteriana. Pero su bloqueo tendría que hacerse con cuidado", remacha Kronenberg.