Beneficios de eliminar los pensamientos negativos

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Publicado: jueves, 21 septiembre 2023 8:31

   MADRID, 21 Sep. (EUROPA PRESS) -

   La creencia común de que intentar suprimir los pensamientos negativos es malo para nuestra salud mental podría ser errónea, según sugiere un nuevo estudio de científicos de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), publicada en la revista 'Science Advances'.

   Investigadores de la Unidad de Cognición y Ciencias Cerebrales del Consejo de Investigación Médica (MRC) entrenaron a 120 voluntarios de todo el mundo para que suprimieran los pensamientos sobre acontecimientos negativos que les preocupaban, y descubrieron que no sólo éstos se hacían menos vívidos, sino que también mejoraba la salud mental de los participantes.

   "Todos conocemos la idea freudiana de que si reprimimos nuestros sentimientos o pensamientos, éstos permanecen en nuestro inconsciente e influyen perniciosamente en nuestro comportamiento y bienestar", afirma el profesor Michael Anderson.

   "El objetivo de la psicoterapia es sacar a la luz estos pensamientos para poder afrontarlos y despojarlos de su poder --prosigue--. En los últimos años, se nos ha dicho que reprimir los pensamientos es intrínsecamente ineficaz y que, de hecho, hace que la gente piense más en lo mismo: es la clásica idea de 'no pienses en un elefante rosa'".

   Estas ideas se han convertido en dogma en el ámbito del tratamiento clínico, según Anderson, con directrices nacionales que hablan de la evitación del pensamiento como un importante comportamiento de afrontamiento desadaptativo que debe eliminarse y superarse en la depresión, la ansiedad o el TEPT, por ejemplo.

   Cuando el COVID-19 apareció en 2020, al igual que muchos investigadores, el profesor Anderson quiso ver cómo su propia investigación podía utilizarse para ayudar a las personas a superar la pandemia.

   Su interés radicaba en un mecanismo cerebral conocido como control inhibitorio -la capacidad de anular nuestras respuestas reflejas- y en cómo podría aplicarse a la recuperación de la memoria y, en particular, a detener la recuperación de pensamientos negativos cuando nos enfrentamos a potentes recordatorios de los mismos.

   La doctora Zulkayda Mamat, por entonces estudiante de doctorado en el laboratorio del profesor Anderson y en el Trinity College de Cambridge, creía que el control inhibitorio era fundamental para superar el trauma en experiencias que le habían ocurrido a ella misma y a muchas otras personas con las que se había topado en la vida. Quería investigar si se trataba de una capacidad innata o de algo que se aprendía y, por tanto, podía enseñarse.

   "Debido a la pandemia, veíamos la necesidad en la comunidad de ayudar a la gente a hacer frente al aumento de la ansiedad --recuerda la doctora Mamat--. Ya existía una crisis de salud mental, una epidemia oculta de problemas de salud mental, y esto estaba empeorando. Así que, con ese telón de fondo, decidimos ver si podíamos ayudar a la gente a afrontarlo mejor".

   El profesor Anderson y la doctora Mamat reclutaron a 120 personas de 16 países para comprobar si era posible --y beneficioso-- que la gente practicara la supresión de sus pensamientos temerosos.

   En el estudio, se pidió a cada participante que pensara en una serie de situaciones que podrían producirse en su vida en los próximos dos años: 20 "miedos y preocupaciones" negativos que temían que pudieran ocurrir, 20 "esperanzas y sueños" positivos y 36 acontecimientos rutinarios y mundanos neutros. Los miedos debían ser preocupaciones que les preocupasen en ese momento y que les invadieran repetidamente.

   Cada acontecimiento debía ser específico para ellos y algo que hubieran imaginado vívidamente. Para cada escenario, debían proporcionar una palabra clave (un recordatorio obvio que pudiera utilizarse para evocar el suceso durante el entrenamiento) y un detalle clave (una sola palabra que expresara un detalle central del suceso).

   Por ejemplo, de negativo, visitar a los padres en el hospital como consecuencia de COVID-19, con la palabra clave 'Hospital' y el detalle 'Respiración'; de neutral, una visita a la óptica, con la clave 'Óptica' y el detalle 'Cambridge', y de positivo, ver casarse a su hermana, con la clave 'Boda' y el detalle 'Vestido'.

   Se pidió a los participantes que valoraran cada suceso en función de una serie de criterios: intensidad, probabilidad de que ocurriera, distancia en el futuro, nivel de ansiedad ante el suceso (o nivel de alegría en el caso de sucesos positivos), frecuencia de pensamiento, grado de preocupación actual, impacto a largo plazo e intensidad emocional.

   Los participantes también rellenaron cuestionarios para evaluar su salud mental, aunque no se excluyó a nadie, lo que permitió a los investigadores estudiar una amplia gama de participantes, incluidos muchos con depresión grave, ansiedad y estrés postraumático relacionado con la pandemia.

   A continuación, a través de Zoom, la doctora Mamat llevó a cada participante a realizar el entrenamiento de 20 minutos, que consistía en 12 repeticiones de "No imaginar" y 12 de "Imaginar" los acontecimientos, cada día durante tres días.

   En los ensayos de "no imaginar", los participantes recibían una de las palabras recordatorias y se les pedía que primero reconocieran el suceso en su mente.

   A continuación, sin dejar de mirar directamente a la palabra recordatoria, se les pedía que dejaran de pensar en el suceso: no debían intentar imaginar el suceso en sí ni utilizar pensamientos de distracción para distraerse, sino que debían intentar bloquear cualquier imagen o pensamiento que el recordatorio pudiera evocar. Para esta parte de la prueba, a un grupo de participantes se le dieron los sucesos negativos para que los suprimieran y al otro, los neutros.

   En los ensayos de imaginación, los participantes recibían una palabra clave y se les pedía que imaginaran el suceso de la forma más vívida posible, pensando cómo sería e imaginando cómo se sentirían en ese momento. Por razones éticas, a ningún participante se le pidió que imaginara un acontecimiento negativo, sino sólo positivo o neutro.

   Al final del tercer día y tres meses más tarde, se volvió a pedir a los participantes que valoraran cada suceso en función de su intensidad, nivel de ansiedad, intensidad emocional, etc., y rellenaron cuestionarios para evaluar los cambios en depresión, ansiedad, preocupación, afecto y bienestar, facetas clave de la salud mental.

   "Estaba muy claro que los acontecimientos que los participantes practicaban la supresión eran menos vívidos, menos inductores de ansiedad emocional, que los demás acontecimientos y que, en general, los participantes mejoraban en cuanto a su salud mental --apunta Mamat--, pero observamos el mayor efecto entre los participantes que practicaron la supresión de los pensamientos temerosos, en lugar de los neutros".

   Tras el entrenamiento --tanto inmediatamente después como al cabo de tres meses--, los participantes declararon que los sucesos suprimidos eran menos vívidos y menos temibles. También se dieron cuenta de que pensaban menos en esos sucesos.

   La supresión de pensamientos mejoró incluso la salud mental de los participantes con probable trastorno de estrés postraumático.

   Entre los participantes con estrés postraumático que suprimieron los pensamientos negativos, las puntuaciones de sus índices de salud mental negativa descendieron una media del 16% (frente a un descenso del 5% en el caso de participantes similares que suprimieron acontecimientos neutros), mientras que las puntuaciones de los índices de salud mental positiva aumentaron casi un 10% (frente a un descenso del 1% en el segundo grupo).

   En general, las personas con peores síntomas de salud mental al inicio del estudio mejoraron más tras el entrenamiento en supresión, pero sólo si suprimían sus miedos. Este hallazgo contradice directamente la idea de que la supresión es un proceso de afrontamiento inadaptado.

   La supresión de los pensamientos negativos no provocó un "rebote", es decir, que los participantes recordaran los sucesos con mayor intensidad.

   Sólo una persona de 120 mostró un recuerdo más detallado de los elementos suprimidos tras el entrenamiento, y sólo seis de los 61 participantes que suprimieron los miedos informaron de un aumento de la intensidad de los elementos No-Imaginar tras el entrenamiento, pero esto estaba en línea con la tasa de referencia de los aumentos de intensidad que se produjeron para los eventos que no fueron suprimidos en absoluto.

   "Lo que hemos descubierto va en contra de la narrativa aceptada --destaca el profesor Anderson--, si bien se necesitarán más estudios para confirmar los resultados, parece que es posible e incluso beneficioso suprimir activamente nuestros pensamientos temerosos".

   Aunque no se pidió a los participantes que siguieran practicando la técnica, muchos de ellos decidieron hacerlo espontáneamente. Cuando la doctora Mamat se puso en contacto con los participantes al cabo de tres meses, comprobó que los beneficios en cuanto a reducción de los niveles de depresión y emociones negativas se mantenían en todos los participantes, pero eran más pronunciados entre los que seguían utilizando la técnica en su vida cotidiana.

   "El seguimiento fue mi etapa favorita de todo el doctorado, porque todos los días eran alegres --afirma--. No hubo ni un solo participante que me dijera 'Oh, me siento mal' o 'Esto no ha servido para nada'. No les pregunté: '¿Te ha resultado útil?' Automáticamente me decían lo útil que les había resultado".