MADRID, 16 Dic. (EUROPA PRESS) -
Los bebedores problemáticos son más propensos que los abstemios y los bebedores moderados a tomar benzodiacepinas, una clase de sedantes que se encuentran entre los medicamentos recetados con mayor frecuencia y los más abusados, pero cuando son tomadas por bebedores pueden aumentar el riesgo de sobredosis y accidentes, así como exacerbar las condiciones psiquiátricas.
En un estudio de Universidad de California San Francisco y Kaiser Permanente Northern California, en Estados Unidos, publicado en el 'American Journal of Managed Care', los investigadores encontraron que los pacientes de atención primaria con 'consumo no saludable de alcohol' tenían un 15 por ciento más de probabilidades de usar benzodiacepinas que los bebedores moderados y los que no beben alcohol.
Las benzodiazepinas generalmente se recetan para la ansiedad y el insomnio, como diazepam, xalprazolam, clonazepam, lorazepam y temazepam, entre otros.
Los investigadores revisaron los registros de salud de más de dos millones de pacientes de atención primaria, que estaban inscritos en Kaiser Permanente.
Los pacientes fueron evaluados por consumo no saludable de alcohol, definido como al menos 15 bebidas por semana para hombres menores de 65 años, y al menos ocho bebidas por semana para mujeres y hombres mayores de 65 años.
Descubrieron que el 4 por ciento del grupo de pacientes consumía alcohol de manera poco saludable y el 7,5 por ciento del grupo de pacientes había obtenido una receta para una benzodiacepina en los últimos 12 meses. Los investigadores excluyeron a los pacientes a quienes se les había recetado benzodiacepinas para la abstinencia de alcohol.
Sin embargo, los autores también encontraron que cuando a los bebedores problemáticos se les recetaban benzodiacepinas, su dosis promedio era un 40 por ciento más baja y la duración del uso era un 16 por ciento más corta que la de los bebedores y abstemios moderados.
Se desconoce si el impulso para este régimen provino del médico que prescribió o de los propios pacientes, quienes "voluntariamente limitaron su uso de benzodiacepinas para evitar el deterioro funcional", anotaron los autores.
"Algunos médicos pueden volver a surtir recetas, sin saber que sus pacientes tienen un consumo no saludable de alcohol. En muchos casos, los pacientes han estado tomando benzodiacepinas durante años y creen que son inofensivos", apunta el primer autor Matthew Hirschtritt, profesor de psiquiatría clínica en el Departamento de UCSF.
"Cuando las benzodiacepinas se consumen con alcohol puede producirse una sobredosis por el impacto de dos depresores del sistema nervioso central. Sus efectos pueden reducir la coordinación motora, impactar el juicio y la toma de decisiones, y provocar caídas y accidentes
--advierte--. El uso a largo plazo puede provocar enfermedades cardiovasculares, lesiones gastrointestinales, hepáticas, renales y neurológicas, así como psicosis o ideación suicida para aquellos con afecciones psiquiátricas preexistentes".
Numerosos estudios ya han demostrado que el uso a largo plazo de benzodiacepinas se ha relacionado con un mayor riesgo de demencia. "Es posible que el consumo no saludable de alcohol pueda amplificar este riesgo de demencia", apunta Hirschtritt, quien también es médico asociado en el Departamento de Psiquiatría de The Permanente Medical Group e investigador adjunto en la División de Investigación de Kaiser Permanente.
El hallazgo de que los pacientes con consumo no saludable de alcohol tenían un 15 por ciento más de probabilidades de que se les recete una benzodiacepina va en contra de la hipótesis de los investigadores de que tendrían una menor probabilidad de obtener los medicamentos.
"Al recetar medicamentos, los médicos sopesan los riesgos y los beneficios --señala Hirschtritt--. Si bien los riesgos de las benzodiazepinas para todos los pacientes, y especialmente para aquellos con problemas de consumo de alcohol, son cada vez más claros, sus beneficios pueden parecer insignificantes dado que los medicamentos recetados más seguros son efectivos para tratar la ansiedad".
"A medida que aprendemos más sobre los hábitos de consumo de alcohol de los pacientes de atención primaria, especialmente entre las poblaciones vulnerables, como los usuarios de benzodiazepinas, los proveedores y los sistemas de salud, pueden adaptar mejor las prácticas y centrar los esfuerzos de identificación y prevención", apunta la autora principal Stacy Sterling, científica investigadora en la División de Investigación del Kaiser Permanente Northern California.